Estos son los tips de viaje de Anthony Bourdiain, el chef que se comió el mundo
El chef neoyorkino se hizo famoso a raíz de su libro Kitchen confidential, lo que le hizo cambiar la cocina por la mesa. Su espíritu libre e intención de probarlo todo dejó un legado lleno de sabor que sigue influyendo en la actualidad.
Desde el primer momento, pareciera que Bourdain no tenía pelos en la lengua. Su personalidad tranquila, pelo blanco, cara serena, risueña a ratos y ojos que miraban con genuina atención a todo aquel que tuviese algo que decir, daban pistas de que este no era el típico chef iracundo que escupe saliva al gritar porque el filete está muy hecho. El programa empezaba siempre con la misma frase:"lo probaré todo, lo arriesgaré todo, no tengo nada que perder”, solía decir antes de sentarse en una banqueta del mercado de Shanghai y agarrar los palillos para comer algo casi tan extraño como impronunciable.
Seguía siempre el mismo esquema: llegar a un lugar nuevo, hablar con alguien a quien acababa de conocer y dejarse llevar a un rincón que no hubiese encontrado de otra forma. Nunca comía en los hoteles, era de comer en la calle, de pie en una barra y hablar con todo aquel que fuese capaz de chapurrear algo de inglés. Le gustaban los platos sencillos, la gente de la calle y la cerveza muy fría. Bromeaba mucho, pero solo cuando otro había terminado de hablar.
Como viajar, según Anthony Bourdain
A lo largo de su vida pública, la personalidad norteamericana compartió su opinión sobre los viajes, la vida y las relaciones humanas, en entrevistas y desde las barras de los bares, sin mayor pretensión - pues tiraba más a tímido que a soberbio- que la de adentrarte en su mundo. “Es lo que me pasó ese día”, “quiero hacerte sentir de la misma forma que yo lo hice la primera vez que estaba en ese lugar”, solía decir cuando le explicaban de qué iba su show.
Alaid del pueblo no era, más bien el vecino que encuentras de vez en cuando en una terraza y que te pregunta por lo último que le contaste de tu vida. Vivía en Nueva York y, como cocinero de carrera, defendía que lo que había que probar era la pizza, una hamburguesa de bar y perritos calientes hervidos. Sin ketchup, claro.
Fue a lo largo de episodios y entrevistas que el público fue conociendo, poco a poco, a esta entrañable figura entre el estrellato y lo underground. Entre mesa y mesa, con una voz en off, compartía su visión personal de las cosas que le importaban en el momento. Todo sin darle mucho espacio ni demasiada importancia, pero siempre con una honestidad consciente y con un sentimiento de pertenencia al mundo. Estas son solo algunas de las frases y consejos de viajes que dio a lo largo de su vida.
- Viajar es la maravillosa sensación de tambalearse en lo desconocido.
- Aprendes mucho sobre alguien cuando compartes una comida juntos.
- Tu cuerpo no es un templo, es un parque de atracciones.
- A medida que avances en esta vida y es este mundo, cambia ligeramente las cosas.
- Deja huella, la vida te va a dejar huellas a ti.
- Levántate temprano para visitar el mercado del lugar, es una forma rápida de adentrarse en la cultura.
- Olvídate de tu idea preconcebida de lo que puede ser un váter.
Celebridad por casualidad y cocinero de profesión
Su historia es una de esas que prueban que a veces las cosas buenas pasan. Él tenía 44 años y aún estaba friendo patatas en Brasserie les Halles, el restaurante neoyorkino que se encontraba por entonces en Park Ave, cuando vió un periódico que regalaban en las esquinas, llamado New York Press. Pensó en escribir algo simpático y ocurrente, con la idea de enseñárselo a los otros cocineros y, con suerte, ganarse algo para salir por la noche.
Pese a las insistencias del director de que le encantaría publicarlo, semana tras semana las negativas le hicieron darse cuenta de que nunca iba a suceder. Molesto, le comentó el tema a su madre para desahogarse y ella le insistió que probara con The New Yorker. Parecía una tontería, no habiendo tenido suerte con una publicación gratuita, intentarlo en el lugar donde habían escrito los grandes periodistas y literatos del siglo XX, pero una mezcla de intoxicación etílica y la insistencia de su madre lo llevaron a intentarlo. Y el resto, como se suele decir, es historia.