El único pueblo de España al que es imposible acceder en coche
Uno de los pueblos más bonitos del país tiene otro récord: ser el más aislado. El encanto del lugar y las vistas privilegiadas de los Picos de Europa solo se pueden disfrutar después de una caminata a pie, que conduce a una de las mecas del alpinismo español: el Naranjo de Bulnes.
Del mar a las nubes. Ese es el camino que uno puede hacer desde la Playa de la Franca hasta el comienzo del Parque Nacional de los Picos de Europa en apenas una jornada. Son 14 kilómetros que separan dos mundos completamente diferentes, donde desaparecen los supermercados, las carreteras nacionales y los edificios de más de dos plantas a excepción, quizá, de alguna que otra iglesia. Da comienzo así el terreno donde los pastores dirigen, a golpe de vara y voz en grito, el transitar del ganado, que supera con creces al número de vecinos de estos pueblos.
Este macizo se encuentra compartido entre las provincias de Cantabria, León y Asturias, comunidad que alberga tres quintas partes de su tamaño y en la que podemos encontrar pueblos que ya son parte de la montaña. Desde finales del siglo pasado, han sido cada vez más los lugares que se han conectado con el mundo, a través de difíciles carreteras, la mayoría de un solo carril, que han dado una segunda vida al comercio y al turismo.
Una a una, las villas se han abierto paso hasta el resto del país, hasta que no ha quedado rincón de esta cordillera sin conectar con el resto de España, con una excepción que tiene el nombre de Bulnes.
Ascensión a Bulnes: una ruta que no es lo que parece
Hasta hace bien poco, la única forma de acceder al lugar era a través de un sendero zigzagueante en el Canal del Texo, en medio de las montañas, el cual se volvía intransitable en invierno. Todo cambió en 2001, con la instalación de un funicular que acorta los 2227 metros hasta la villa en solo 7 minutos y que conecta Poncebos con el poblado cabraliego. Es la manera más rápida de llegar y la única motorizada.
Por entonces, la ruta a pie desde Poncebos era la única forma de ascender. El sendero nace en el puente de Java y transcurre a contracorriente del río Texo, cuyo cauce nos guiará por las montañas hasta el pequeño valle donde se encuentra el pueblo. A los 2,5 kilómetros del inicio de la ruta, se encuentra una bifurcación, por la que la ruta continúa a mano izquierda, hasta llegar a la iglesia y la Casa del Puente, 400 metros más arriba del funicular que sube al pueblo.
Se trata de una ruta de mediana dificultad en cuanto a lo físico, pero de la que no debemos fiarnos, pues comprende otras cuestiones, como el hecho de que la subida se encuentra entre dos paredes casi verticales de roca y en ocasiones se presentan unas caídas nada despreciables. Desde el portal de turismo de Asturias, desaconsejan este recorrido para los niños y alientan a llevar máxima precaución.
Historia y leyendas: el comienzo del alpinismo en España
Para ahorrarse la clase de historia, no se mencionará que los orígenes del montañismo en España se remontan al siglo XIII, cuando los nobles y el clero eran los únicos que se atrevían a escalar tales cimas. También sobra mencionar la que podría considerarse la primera excursión a la Sierra de Gredos por parte de Gregorio Aznar de Oropesa, ni la ascensión al Aneto de los hermanos Arreta, en 1855. No merece la pena porque no es cuestión de entender desde cuando se suben montañas, sino en qué momento el alpinismo pasa de ser algo anecdótico a admirable. Muchos coinciden que, en nuestro país, ese momento llegó con la primera ascensión al Naranjo de Bulnes.
Aun no tratándose del pico más alto de la cordillera, mucho menos del país, su fama de inexpugnable hizo que en su momento se crease un aura mística a su alrededor, poniéndolo en el foco de todos los alpinistas del país. Sus grandes paredes, verticales durante cientos de metros, permanecieron décadas rechazando a hordas de montañeses, hasta que fue conquistada a principios del siglo XX.
Pese a que el deporte ha evolucionado, hasta el punto en que personas como Bernabé Aguirre lo ha coronado 572 veces, el eco de su leyenda perdura en el imaginario, como una de las cumbres más duras y exigentes de la península. Los senderistas que hagan la ruta de Bulnes, podrán ver su inconfundible forma piramidal, con las trazas naranjas que el sol deja en la piedra caliza, al fondo del valle.
¿Por qué llamarle "Naranjo"?
El motivo del nombre, como el de la mayoría de lugares, no se sabe con total seguridad. Normalmente, se atribuye al hispano-germano Guillermo Schulz, responsable de uno de los primeros trabajos cartográficos de los picos. El nombre “Naranjo”, que aparece en el mapa publicado en 1855, será copiado posteriormente por el resto de cartógrafos y manteniendo el nombre hasta nuestros días.
Una pista de por qué se eligió el término naranjo, es la descripción que hizo del monte el Conde de Saint-Saud, en su acampada de 1892: “ensancha su panza de globo, extraplomada sobre el vacío en todos los sentidos…, y sobre todo esa roca fantástica de Bulnes que debe su nombre de Naranjo a las estrías anaranjadas de sus paredes septentrionales…”, escribió en su diario el 29 de julio.
El nombre original del macizo, Picu Urriellu, pasó a un segundo plano tras las diferentes expediciones de alpinistas foráneos y, tras la primera conquista de su cumbre por parte de Gregorio Pérez y don Pedro Pidal, quedó sumida en un injusto olvido. De esta forma, la historia y tradición de las montañas quedaría oculta tras las nuevas acepciones, cuyo uso continuado e impresión en los mapas oficiales llevarían la cuestión del nombre a su estado actual.