El pueblo más bonito de la costa cántabra se encuentra alrededor de un castillo centenario
Alrededor de un castillo centenario, esta villa marinera constituye un enclave sin igual que invita a ser explorada por sus visitantes.
En el extremo occidental de Cantabria, cerca de la frontera con el Principado de Asturias, un pequeño pueblo pesquero deslumbra a todo aquel que pasa por sus costas. Desde su confección como villa hace ya más de doce siglos, su lugar como localidad destacada ha ido oscilando: primero una zona para repoblar, luego uno de los puertos más importantes del norte de España hasta su decadencia en el siglo XV y su posterior resurgimiento.
Hoy la mayoría del movimiento del pueblo lo hacen las olas del mar en invierno y las hordas de turistas en verano. Su localización es privilegiada, al estar rodeado por el Parque Natural de Oyambre, un área protegida que destaca por sus playas vírgenes, marismas, dunas y acantilados, todo ello enmarcado por el impresionante telón de fondo de los Picos de Europa.
Entre el mar y la montaña
Lo primero en lo que se fija uno es en la Ría de San Andrés, protagonista absoluto del paisaje y elemento que aporta, aún más si cabe, un aura de encanto salvaje a la localidad. A diferencia de otros lugares del norte, el accidente geográfico es tan caudaloso como poco profundo, lo que hace que la mayor parte del tiempo se encuentre con apenas agua transcurriendo por ella.El resultado es un barrizal rodeado de ese verde chillón que solo tienen los campos cántabros, donde las barcas de los pescadores aguardan varadas a que suba la marea para poder salir al mar por el Puente de la Maza, en la entrada del pueblo.
Lo primero que llama la atención al llegar son sus murallas medievales, de las cuales se conservan fragmentos alrededor del pueblo. El Puente de la Maza, uno de los más largos de toda España de su estilo, es una maravilla construida en el siglo XV que es la única manera de llegar al pueblo por el este.
Al adentrarse en el casco histórico, salta la vista que todo en la localidad gira en torno a un punto concreto. Las viviendas se encuentran organizadas en torno a la colina que domina su ría y al puerto pesquero. El castillo del Rey, situado delante de la Avenida de los Soportales, destaca por su monumentalidad y de hecho, es uno de los primeros edificios de la localidad, construido alrededor del siglo VIII por Alfonso VIII de Castilla. En la actualidad, la fortaleza es parte del Patrimonio histórico de España.
Los sabores del cantábrico: de las redes a la mesa
Para esta localidad, el mar es mucho más que un reclamo turístico. Es el centro de la vida en el pueblo. Sus rías están llenas de pequeños botes que quedan varados cuando baja la marea y su puerto, situado en el barrio de la Barquera, fue el responsable del antiguo poderío del lugar.
Se podría decir que, de una forma u otra, todo gira en torno al mar y eso incluye a la gastronomía. La localidad cuenta con varias menciones en la guía michelín con tres locales que resumen perfectamente los motivos principales de la gastronomía local.
Augusto, Las Redes y Sotavento son tres locales situados en la zona costera del pueblo. Con una personalidad y estilo diferenciado de los otros, todos ellos comparten una filosofía similar en cuanto al producto: de las redes a la mesa. Una promesa que es fácil de cumplir, pues la distancia de la lonja hasta la puerta de estos locales es de apenas unos pasos. El plato estrella siempre será el marisco, el arroz y los pescados salvajes; todo ello servido con el sabor que solo un entendimiento profundo con el producto puede dar. San Vicente es, una vez más, un pueblo que gira en torno al mar y la hace notar en sus preparaciones.
Una procesión marinera
En el primer domingo de luna llena de primavera se celebra la Folía. Se trata de una tradición marinera que cada año, durante del Domingo de Resurrección, se lleva a cabo, en honor a la Virgen de la Barquera. En estas fechas, la estatua es trasladada desde la iglesia parroquial hasta el puerto viejo, en donde recibe los cánticos y picaños a sol de las panderetas, antes de embarcar.
Montada en un pesquero elegido ese año para la ocasión, la virgen realiza una breve travesía acompañada por otras naves de pescadores por las aguas del cantábrico antes de volver al puerto, desembarcando en el muelle de nuevo desde donde la profesión retorna el recorrido hasta el Santuario de la Barquera, una vez más.
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