Tierra de Barros: naturaleza y rica gastronomía en la Extremadura más desconocida
Esta comarca de Badajoz cuenta con grandes espacios naturales, vestigios de civilizaciones pasadas y la bendición del vino de la Ribera del Guadiana.
Su nombre, tal vez poco evocador, se debe al tono rojizo de un suelo arcilloso que resulta tremendamente fértil. Por eso a esta comarca de la zona central de la provincia de Badajoz, a esta región encajada entre las Vegas del Guadiana y las estribaciones montañosas de Sierra Morena, se le conoce como Tierra de Barros. Es la Extremadura más desconocida, pese a que entre sus pliegues se esconde mucho más que la monotonía de sus extensiones agrícolas, en torno a las cuales gira el quehacer de sus gentes.
Y es que Tierra de Barros es un territorio de llanuras despejadas, a menudo abrasadas por el sol, que son sin embargo generosas en los productos de la tierra. En ellas el tiempo ha ido desplazando la hegemonía del cereal para dar paso a un océano infinito de viñedos y olivares.
Orígenes remotos
Son los productos de la tierra los que mejor definen a este rincón. Los frescos productos de la huerta y los prestigiosos derivados del cerdo ibérico. Pero también lo hace el vino elaborado en las bodegas que impulsan una de las denominaciones de origen más jóvenes de España: la de Ribera del Guadiana, que incluye el cava cien por cien extremeño que se produce en Almendralejo.
Más allá de las delicias gastronómicas, también en Tierra de Barros se siente el peso de la historia. Este lugar, ya transitado en los albores de la civilización, esconde interesantes vestigios que conforman un rico patrimonio. El más antiguo: el Oppidum de Hornachuelos, emplazado a las afueras de Ribera del Fresno. Se trata de un asentamiento indígena fortificado, que data de mediados del siglo II antes de Cristo.
Estela romana y medieval
Mucho más significativa es la huella romana que se encuentra dispersa por esta comarca: los restos de esculturas empotradas en la fachada del palacio de los Mexía, en el pueblo de Torremejía, y especialmente el Balneario de Alange, erigido por el magno imperio en el siglo III a. C. y del que todavía se conservan dos de sus piscinas. Las mismas aguas con propiedades mineromedicinales, descubiertas miles de años atrás, siguen emanando de un manantial, al que acuden gentes de todo el mundo atraídas por sus beneficios para el sistema nervioso.
Restos de la historia encontramos también en las ruinas del castillo árabe de Hornachos y en la fortaleza que domina el perfil de Villalba de los Barros, edificada sobre una construcción anterior de origen musulmán que podría ser una mezquita. A ello hay que añadir el mudéjar que ha quedado impreso en iglesias como la de Santa Olalla, en Puebla de la Reina; Nuestra Señora de Gracia, en Palomas o Nuestra Señora de los Milagros, en Alange, por poner sólo tres ejemplos.
Joyas naturales
Tierra de Barros es también el complejo lagunar de La Albuera, uno de los conjuntos húmedos más importantes de Extremadura. Rodeado de encinares, se trata de siete lagunas naturales y cuatro charcas artificiales, en las que se pueden contemplar múltiples especies de aves, sobre todo durante los pasos migratorios.
Es el más importante espacio natural de este territorio de paisaje suave y ondulante, con bonitos pueblos de marcado sabor extremeño y el discreto encanto de lo que todavía está por descubrir.