Pitres, el puerto de mar de la Alpujarra… ¿a 1.200 metros de altitud?
Descubre la historia de esta preciosa localidad granadina.
En plena Alpujarra Granadina, junto a poblaciones tan célebres de esta comarca como Pampaneira, Bubión, Órgiva, Capileira o Pórtugos, aparece Pitres, la capital de La Taha, un lugar que conserva muchos de los elementos genuinos que tanto apreciamos de esta parte del Parque Nacional de Sierra Nevada y que atesora una historia sorprendente que ha impregnado el sentir de sus gentes hasta convertirse en todo un símbolo del municipio.
Los valores típicos alpujarreños
La Taha -un nombre que transluce la herencia nazarí- es un municipio de la Alpujarra Granadina enclavado en pleno Parque Nacional de Sierra Nevada. La serie de montañas con la cumbre a mayor altitud sobre el nivel del mar de la península ibérica aún no presenta en este municipio de la vertiente sur los pronunciados relieves que imponen en las partes más elevadas, moderándose a niveles que oscilan entre los 1.200 y los 1.300 metros.
Con el contexto de estos paisajes grandiosos del sector oriental de Andalucía es fácil imaginar que la naturaleza tiene un peso relevante en la vida de las poblaciones que aquí habitan, sin embargo, también han supuesto desde tiempos ancestrales un obstáculo para la accesibilidad.
Una solución que ha trascendido el transcurrir de la historia y que se ha convertido en un bien de interés cultural es la de los caminos reales o escarihuelas, estrechas veredas de origen medieval que se adaptan a las pendientes zigzagueando a través de las escarpadas laderas de las montañas. Herencia de épocas pretéritas que cuentan hoy en día con un valor incalculable y que, como tal, forman parte del Sitio Histórico de la Alpujarra Media y La Taha. Es aquí, precisamente, donde se han conservado mejor los valores típicos alpujarreños, con numerosos elementos que solemos identificar con esta zona.
Pitres, como capital administrativa y centro geográfico del municipio de La Taha, no escapa a estos valores alpujarreños y conserva en buen estado diversos aspectos de la vida tradicional. Fuentes, lavaderos, tinaos… nos recuerdan a cada paso ese legado. Su iglesia parroquial de San Roque, construida sobre una antigua mezquita, nos acompaña la mirada en cualquier dirección gracias a la presencia de su esbelta torre, que preside la, en otros tiempos, plaza de armas, desde donde es fácil llegar a la calle Real, con sus característicos soportales.
Es todo un placer deambular por los barrios de Pitres, como ya experimentase Federico García Lorca en 1928. Subir y bajar cuestas sin rumbo fijo, asomarse desde algún punto a las hermosas vistas de su preciado entorno y adivinar la ubicación de algunos de sus chorreones e, incluso, sorprenderse con detalles muy llamativos, como su calle El Puerto o su Paseo Marítimo.
Una petición con mucha guasa
Corrían los albores del siglo XX cuando el político Natalio Rivas, vecino de la granadina población de Albuñol, daba un mitin a los ciudadanos de Pitres. En un momento dado, en el fragor del discurso, el político preguntó al pueblo: “¿Qué queréis?”, a lo que las gentes del lugar, contestando de forma irónica y con mucha guasa, exclamaron: “¡Un puerto de mar!", volviendo a intervenir Natalio, diciendo: “Concedido lo tenéis”.
Aquella petición y aquella promesa debieron de calar hondo en la población de Pitres y no cayó en el olvido. Tal es así que durante muchas décadas permaneció en su imaginario como una reivindicación legítima que algún día debía ser satisfecha.
A finales del siglo XX, el ayuntamiento de Taha dispuso que había llegado el momento de cumplir el sueño de la población y solicitó el reconocimiento de Pitres como puerto marítimo, de forma simbólica aunque con carácter oficial, a pesar de encontrarse tierra adentro a más de 1200 metros de altitud sobre el nivel del mar.
Pocos años después la localidad costera de Motril se hermanó con Pitres para complacer el deseo de este pueblo de montaña y que tuvieran puerto, además de regalarle una enorme ancla de dos metros de altura y setecientos kilogramos de peso. Un barco, donado y llegado desde La Rábita –municipio al que pertenece la localidad de Albuñol, de donde procedía Natalio Rivas–, completa el cuadro marinero y nos recuerda, con mucho humor, que un punto de la Alpujarra Granadina consiguió ser puerto de mar.