Moratalla, o los silencios rotos
Bosques y montañas protegen a la que fuera encomienda de la Orden de Santiago, con un centro histórico a los pies de un castillo de origen árabe. Los tambores de la Semana Santa son la principal seña de identidad de esta villa.
Forma, junto con Bullas, Calasparra, Caravaca de la Cruz y Cehegín, la Comarca del Noroeste de Murcia, tierras dominadas, en sus tiempos, por los caballeros de la Orden de Santiago. Fueron ellos, en el siglo XV, los encargados de reconstruir el que pasa por ser el principal monumento de Moratalla, encaramada sobre un cerro con los montes de greda de fondo. Su castillo, construido seis centurias antes por los árabes, domina la villa.
O quizás sea mejor decir que es la Torre del Homenaje, de estilo gótico militar levantino, la encargada, con sus 22 metros de altura, de vigilar el municipio. Solo para curiosos: sobre su puerta se conserva la reja en la que en el año 1465 fue colgado el cuerpo del comendador Alfonso de Vozmediano, linchado por el propio pueblo. El recinto se completa con un patio que conserva el empedrado original y cinco torres más: la de la Magdalena, la Redonda, la Blanca, la de Los Limones o Quebrada y la de los Cuatro Vientos.
El centro histórico de Moratalla es, con sus calles empinadas y pasadizos secretos, una sorpresa continua. Su edificio principal es la iglesia de la Asunción, construida a partir de un santuario de una sola nave, con cubierta de madera, que ya existía antes del año 1468. En el siglo XVI fue proyectada como templo monumental. También cuenta con un Museo de Arte Sacro, con piezas de los siglos XVII y XVIII entre las que destacan la custodia de las Campanitas, obra de Melchor Martínez, y una cabeza de Salzillo. Atención: que nadie se marche de la iglesia sin acercarse hasta la sacristía, donde se abre un mirador desde el que es posible contemplar una fantástica panorámica del valle del río Alhárabe.
Siempre es un placer caminar por este pueblo de montaña, con casas con balcones de forja rebosantes de flores y aleros pintados de colores alegres. Probar el tradicional arroz con pollo y conejo y comprar mazapán son dos cosas que hay que hacer antes o después de conocer el resto del patrimonio artístico de la villa. En las afueras están el santuario de la Rogativa, a 1.285 metros, muy cerca del embalse de Taibilla, y el monasterio de la Casa de Cristo, que acoge el Centro de Interpretación del Arte Rupestre, imprescindible para saber más sobre los 65 abrigos de las inmediaciones que albergan pinturas que son Patrimonio de la Humanidad.
Tambores y túnicas
En Moratalla, durante la Semana Santa no hay espacio ni lugar para el silencio. Nadie se pone de acuerdo a la hora de explicar cómo y por qué surgió esta costumbre. En Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Resurrección hay toque de tambor. Los nazarenos portan túnicas muy coloridas, extravagantes algunas, estampadas con curiosos motivos. No hay pausa: la tamborrada dura desde primera hora de la mañana hasta el anochecer.
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