Un lugar del sur de Francia para soñar: la isla de Oro y el cabo Dramont
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A mitad de camino entre Cannes y Saint-Tropez y formando parte del paisaje de la preciosa “Cornisa de Oro”, encontramos una de las postales costeras más bellas de toda Francia.
El emblemático cabo Dramont nos posibilita, a través de sus senderos, una vista privilegiada de una pequeña isla que, a pesar de su carácter privado, no nos impide admirarla en todo su esplendor desde el continente, regalándonos unas instantáneas magníficas de la Costa Azul.
Pura belleza e inspiración
La carretera D559 serpentea por el litoral de la Costa Azul – mal llamada así, en realidad, a pesar de que es el nombre con el que se ha popularizado -, y alcanza la zona dominada por completo por el macizo del Estérel y sus relieves, que separa las poblaciones de Saint-Raphaël y Cannes.
En este contexto de paisajes costeros montañosos, accidentados incluso hasta el mismo momento de tomar contacto con las aguas del mar Mediterráneo, el cabo Dramont se muestra como una avanzadilla de la conocida como “Cornisa de Oro”, donde se encarnan a la perfección las idealizaciones que pudiéramos tener del típico paisaje de esta franja del sur de Francia.
Allí, en el cabo, la prominencia del relieve nos permite alcanzar a contemplar a la perfección todo el entorno circundante, descubriendo en el lado occidental una isla de apenas una hectárea de extensión. Unas dimensiones quizás más adecuadas para la categoría de islote pero que, no obstante, se han adaptado al nombre de Isla de Oro.
Una pequeña superficie cuya belleza, debida a su silueta y al color de la roca rojiza que la conforma, propia del macizo de Esterel, no debió de pasar desapercibida en su momento, pasando a ser privatizada en 1897 para continuar así hasta nuestros días.
Del mismo color, pues fue construida con el mismo tipo de roca local, es la hermosa torre que engalana la isla en su parte más elevada, formando una estampa realmente bonita desde la costa, llegando a ser reconocida por ello en toda Francia.
Situada a tan solo doscientos metros del borde del cabo Dramont, se dice que sirvió de inspiración para Hergé como escenario de una de las historias de su personaje Tintin,La isla negra.
Lo que sí está claro es que la historia de esta isla, desde que Francia la sacara a subasta, tiene bastantes tintes literarios, sobre todo desde que un médico se hiciera con ella en 1905 gracias a una partida de cartas ganada a su anterior propietario, para pasar a erigir la torre de 18 metros de altura y, posteriormente, autoproclamarse rey de su nueva posesión con el nombre de Augusto I.
Vendida en 1961, aún continúa perteneciendo desde entonces a la misma familia.
El cabo Dramont y su famoso desembarco
Al tratarse de una isla privada, todas nuestras opciones se reducen a admirar su belleza desde el cabo Dramont – si bien los bañistas o quienes utilicen embarcaciones pueden merodear sus aguas sin problema -.
El cabo Dramont, al igual que el entorno de toda la zona circundante, se caracteriza visualmente por el color rojizo de la roca, propia de todo el macizo del Estérel. Por eso y por el conocido “Semáforo de Dramont”, una estación de señalización levantada en 1860 sobre las ruinas de una mucho más antigua torre de vigilancia, datada en el siglo XVI.
Un punto elevado que impregna de personalidad a este cabo que forma parte de una reserva natural por la que discurren senderos, siendo el más transitado de ellos el Sendero Litoral, que fue en otro tiempo un camino de ronda.
A los pies del Semáforo de Dramont, en uno de sus flancos, encontramos el coqueto puerto de Poussaï y, un poco más allá, la famosa playa donde se produjo el Desembarco de Provenza por parte de las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial.
El 15 de agosto de 1944, 20000 soldados del ejército estadounidense desembarcaron aquí, haciendo que este punto pasara a los libros de Historia sin saber que, con el tiempo, se convertiría en un lugar idílico para observar justo enfrente la isla de Oro.
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