El noreste brasileño: una ciudad con sazón y salitre

“¿Para qué explicar? Nada deseo explicar, porque explicar es limitar”. Jorge Amado.

Pelouriño y esa plaza que grabó Michael Jakcson
Pelouriño y esa plaza que grabó Michael Jakcson / Istock / luoman

Salvador de Bahía se refleja en el mar, que bate al ritmo de los tambores. Más de dos millones de personas habitan una de las bahías más grandes del mundo: el sol sale por el mar, se pone por el mar, y podríamos estar en una isla. Ángeles, demonios, enamorados, corazones rotos, en el trópico brasileño caben todos.

El centro histórico, el barrio de Pelouriño, está elevado (así se protegían antes, en las alturas) y en cuesta continua. Calles empedradas y edificios coloniales y novelescos. Por estas esquinas Jorge Amado, uno de los grandes escritores brasileños, se inspiró para dar vida a sus personajes: obreros, alcohólicos, niños callejeros, trabajadores pobres. “El escritor de las putas y vagabundos”, le llamó un crítico con ganas de ofenderle. Y Amado contestó: “nunca escuche una verdad tan grande. Soy un novelista de putas y vagabundos y de los que sufren cualquier tipo de discriminación y de las causas dignas del hombre. De eso me siento orgulloso”.

Salvador con su belleza y contrastes

Salvador con su belleza y contrastes

/ Istock / Luana Almeida

El noreste brasileño es la zona más pobre de Brasil, un país que puja y empuja, que forma parte de los BRICS, que tiene la economía más grande de Latinoamérica: muy pobremente repartida. En este contexto, las ficciones que Jorge Amado rescató de las calles seguirían siendo textos de no- ficción. Pelouriño tiene el reconocimiento turístico, los locales de copas caras, los restaurantes y mucha policía. Poco más allá siguen las putas y vagabundos, los habitantes de la calle.

En Pelouriño se puede visitar la Fundación Jorge Amado y la plaza principal, inclinada y famosa: aquí se rodó uno de los videoclips más icónicos de Michael Jackson, ese que decía, con buena puntería: “All I want to say is that/ They don´t really care about us”. Desde la grabación, en 1996, hasta hoy, es fácil escuchar la canción por las esquinas de Pelouriño. Otro punto para visitar en Pelouriño es la estatua de Zumbi dos Palmares, líder guerrero de los esclavos negros. Una leyenda, un héroe, un Espartaco del Brasil.

Praia da Barra

Esta playa es bien conocida en la ciudad, porque tiene un faro y calma, tanta calma. Aquí escribí diarios y cuentos, transcribo una entrada del cuaderno: “Hoy, cuando despierte, cruzaré las tres calles que me separan del mar. Me sumergiré con la armonía del pájaro que vuela. El océano debe lavar tantos continentes, puede lavarme a mí también. Saltaré las olas hasta más allá de la rompiente. En ese lugar de serenidad, pondré respuesta a las preguntas. Y recordaré los mares que ya me han lavado. Es fácil tomar una decisión, romper algo, buscar otro camino. Lo difícil es mantener la decisión, construir algo, llegar al final del camino.

Saldré del agua con el goteo de mis pies. Tomaré sol, tomaré arena, tomaré la brisa que trae olor a guayaba y holganza. En el bar de la esquina, donde se juntan esas dos calles y me junto yo conmigo, pediré unos huevos, no tan revueltos como los últimos años, y un café con leche, bastante leche, para quitar el amargor.

Desde esta esquina, desde esta esquina de mí mismo, me doy cuenta de que la espuma del oleaje es más blanca en algún momento del día. Y de que mi piel está salada. O todo es un milagro o nada es un milagro, decía alguien. Y esta mañana creo que es un milagro que tenga piel, que además tenga sabor a sal, y que mis pies caminen Salvador de Bahía”.

Por la playa de La barra, donde la espuma es más blanca

Por la playa de La barra, donde la espuma es más blanca

/ Istock / Fred_Pinheiro

Con estos tres párrafos explico, creo, el concepto escurridizo de Saudade: nostalgia sin algia, sin dolor, lo llamaría. Del latín: nostos- regreso; algia-dolor. Añoro Salvador de Bahía, pero así está bien.

Río Vermelho y un hogar al otro lado del océano

El barrio bohemio por consenso, el barrio del río rojo, el barrio donde al caer el sol los malecones y los bares borbotonean: Río Vermelho. La recomendación sería tomar una, dos o tres caipiriñas en alguno de los muchos bares que encontrarás a tu paso, y probar suerte y piernas con la samba y el forró (música bahiana). La caipiriña se hace con un ron brasileño: la cachaza, que viene, claro, de la caña de azúcar. Si a esto le añades limón, hielo y azúcar, voilá, caipiriña y muchas ganas de que la noche no acabe.

No hay que perderse el atardecer, ni rio Vermelho, ni Salvador de Bahía

No hay que perderse el atardecer, ni rio Vermelho, ni Salvador de Bahía

/ Istock / Thales Antonio

Cuando acabe, que siempre tiene que acabar, hay que volver a casa. ¿Y dónde está la casa de uno cuando se está a miles de kilómetros, a un océano de distancia, a un idioma de por medio? Con algo de perspicacia, la casa puede estar muy cerca: para ser más exacto en el propio Río Vermelho. La plataforma HomeExchange permite hacer intercambios de casas, permite que tú te vayas a Salvador de Bahía y otro se quede en tu casa de Madrid. Al mismo tiempo o en fechas diferentes, porque también se pueden hacer intercambios a través de puntos (que acumulas cuando recibes a gente y que gastas cuando vas a otras casas). En fin, llego a casa en diez minutos, a pie, y preparo un sándwich y un té, que humea como humea cuando lo preparo en mi cocina, y me siento en el sofá, y pongo los pies sobre la mesa y leo un libro de Carrère: “conviene tener un lugar adonde ir”, se llama. Y apago la luz. 

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