Capitales Europeas de la Cultura 2024

Bad Ischl, la capital cultural europea de los Habsburgo

Por primera vez en la historia de la capitalidad cultural europea, una región rural con paisajes naturales ha merecido esta distinción. Salzkammergut y sus 23 pueblos colaboradores han propuesto en este rincón austriaco un programa amplio y peculiar de 200 actividades, donde brilla la villa de Bad Ischl.

Todo lo que debes ver en Bad Ischl, Capital de la Cultura 2024.
Todo lo que debes ver en Bad Ischl, Capital de la Cultura 2024. / Cristina Candel

Catorce años después de que Linz ostentara la capital cultural europea, otra ciudad austriaca, Bad Ischl, ha asumido en 2024 el mismo reto y en esta ocasión, por primera vez en la historia de esta distinción, lo ha hecho acompañado de otros 22 pueblos de la región de Salzkammergut. Ciento noventa proyectos originales y otros 100 asociados han figurado en la mesa de sus organizadores con tres objetivos primordiales: la vinculación histórica de la sal en esta región desde hace 7.000 años, la cultura y el arte poniendo énfasis en el gran número de obras de arte que fueron saqueadas durante la Segunda Guerra Mundial y el influjo político de la dinastía de los Habsburgo en el poder durante más de siete siglos.

Paseo por el Sisipark de Bad Ischl.

Paseo por el Sisipark de Bad Ischl.

/ Cristina Candel

Bad Ischl es en realidad una encantadora villa situada a poco más de 50 kilómetros de Salzburgo que se emplaza entre dos ríos, el Traun y el Ischl, y una cadena montañosa repleta de prados verdes y miradores. Por eso, cuando se viaja a esta villa imperial, no extraña como el emperador Francisco José pasara sesenta veranos de su vida en esta área y que no quisiera viajar a ningún otro lugar en la temporada estival, todo lo contrario que su esposa Elizabeth, la popular Sissi llevada al cine con éxito en los años sesenta del siglo XX, que prefería mover su cuidada silueta por otros rincones del mundo y si le acompañaba en alguna ocasión, era para ir a su montaña favorita, Jainzen, a ser posible a caballo, para escribir poemas y tomar fotografías.

Los padres del káiser, Francisco Carlos de Austria y Sofía de Baviera, habían llegado a Bad Ischl unos años antes con cierta desesperación porque la princesa no le había dado descendencia a su marido y buscaba desesperadamente una cura de fertilidad para asegurar la continuidad de la dinastía. Fue entonces cuando se cruzaron en el camino los doctores Götz y Wirer, que fueron capaces de descubrir a partir de 1822 los beneficios de la sal para la salud tras la llegada a la ciudad de los primeros huéspedes reales, diplomáticos y nobiliarios. Hoy Wirer tiene una destacada estatua en la ciudad, de parecido tamaño a la de Francisco José, porque la princesa, tras su visita en 1828 a Bad Ischl, dio a luz a cuatro hijos que recibieron el sobrenombre de príncipes de la sal.

Palacio de Mármol en la Kaiservilla.

Palacio de Mármol en la Kaiservilla.

/ Cristina Candel

El encuentro de Francisco José y Elizabeth

Así que Francisco José I pasó parte de su infancia y juventud en esta villa que también fue el escenario donde conoció a Sissi. Al parecer, en las salas del Hotel Austria, hoy Museo de la Ciudad, el emperador quedó prendado de la belleza de la princesa bávara a sus 15 años y medio, cuando la indicada para el enlace era en principio su hermana Elena, apodada Néné.

También existe la Residenz Elizabeth, donde Sissi aceptó la propuesta de matrimonio del emperador, y la puerta de la iglesia parroquial de San Nicolás para visualizar la escena en agosto de 1853, cuando la archiduquesa Sofía se retiró a un lado para permitir que Sissi tuviera prioridad, antes de que el compromiso se hiciera público por primera vez.

Puente Richard Tauber sobre el Traun.

Puente Richard Tauber sobre el Traun.

/ Cristina Candel

De ahí que si uno pasea por Bad Ischl se percata inmediatamente del halo imperial de una ciudad con casi 300 edificios, como el Post, que podía albergar a 120 caballos para el servicio de correos, o el Trinkhalle, que es hoy utilizado para eventos sociales, repletos de elegancia y florituras. No encontrarás en Bad Ischl una discoteca o un discopub, naturalmente sí cafés lujosos como el Zauner, con exquisita pastelería, o el Café Elizabeth, todos en el pequeño casco viejo presidido por unas calles que han sido liberadas por la Capitalidad Cultural de Bad Ischl para mejorar su transporte público.

“El objetivo es buscar un turismo más sostenible, con ayuda de los medios audiovisuales y de internet, construyendo un futuro para no dañar el suelo cada vez más sellado por las construcciones, sin olvidarnos de la cultura muy vinculada en esta región con la sal y la dinastía de los Habsburgo”. Lo comenta Noelia Torres de Glasser, una guía nacida en Guatemala residente en Bad Ischl que lleva casi veinte años mostrando la ciudad a los turistas.

Calle Adalbert-Stifter-Kai de Bad Ischl.

Calle Adalbert-Stifter-Kai de Bad Ischl.

/ Cristina Candel

La mayoría de esos visitantes actuales siguen buscando los beneficios de la sal que atrajeron a la aristocracia del XIX y a personajes ilustres como Strauss, Brahms, Freud o Lehár, este último con una villa residencial excepcional junto al Traun, aunque en realidad solo hay unas aguas termales en Bad Ischl. Se encuentran en el Hotel-Resort Eurothermen, que propone piscina, bañeras de hidromasaje y gruta, todas de agua salada, porque sí parece demostrada su eficacia para tratar los problemas respiratorios, cardíacos, reumáticos y de piel.

Esplanade y río Traun en Bad Ischl.

Esplanade y río Traun en Bad Ischl.

/ Cristina Candel

Kaiservilla, la residencia privada de los Habsburgo

Esa fama de villa balnearia creció en paralelo a la de la Kaiservilla, regalo de la archiduquesa Sofía de Habsburgo a su hijo Francisco José, para el que su residencia de verano era como disfrutar del cielo en la tierra y todavía hoy conserva el ambiente de una época pasada enclavada en el siglo XIX, en la que resulta fácil imaginar al emperador rodeado de compositores, escritores y artistas de fama mundial.

El káiser era en realidad un hombre muy tradicional que se levantaba de su cama diariamente a las 3:30 para enfundarse su chaqueta tradicional de lana con sus bombachos cortos y cazar por los alrededores. Y se cuenta que llegó a abatir a más de 2.500 rebecos. Muchas de sus cabezas embellecen la escalera principal de este palacio que pasó a la historia porque el 28 de julio de 1914 Francisco José firmó en su estudio el célebre manifiesto A sus ciudadanos, la declaración formal de guerra contra Serbia que acabó siendo la espoleta del inicio de la Primera Guerra Mundial.

Torre Franz-Josef en la montaña Siriuskogl.

Torre Franz-Josef en la montaña Siriuskogl.

/ Cristina Candel

Este documento se firmó en la mesa de su despacho, muy cerca de la estación meteorológica que había instalado en el balcón de su estudio con barómetro y telescopio. Kaiservilla sigue siendo una residencia privada de los Habsburgo ocupada por descendientes directos, como su tataranieto Mag. Markus Salvator Habsburg-Lothringen, de 77 años, pero se puede visitar (27 euros cuesta la entrada conjunta de la residencia y el Palacio de Mármol) y el 18 de agosto de cada año se celebra públicamente el cumpleaños del emperador para sentir que este edificio no es solo un museo, sino una parte de la historia viva del Imperio austrohúngaro.

El ocio de Sissi

Francisco José construyó muy cerca de la Kaiservilla una cabaña personal para Sissi en el Parque Imperial en estilo inglés del siglo XVI. La villa y su finca todavía están impregnadas de recuerdos de Elizabeth, donde la emperatriz dedicaba su tiempo a otras pasiones más bucólicas y deportivas. En sus habitaciones se pueden leer muchos de los poemas que escribía, observar sus dibujos y pinturas y ver los espejos que utilizaba para realizar sus ejercicios de gimnasia porque su objetivo, ante todo, era mantener su figura perfecta, aunque algunos consideraban esta actitud escandalosa.

Pastelería Zauner.

Pastelería Zauner.

/ Cristina Candel

Sissi montaba a caballo, practicaba la esgrima, caminaba a su montaña mágica (Jainzen), y paseaba por el Parque Imperial y el Palacio de Mármol, su salón de té, lo suficientemente alejado del edificio principal para disfrutar de la soledad. Hoy este palacete se ha convertido en el PhotoMuseum, un museo dedicado a la fotografía que perteneció al profesor Hans Frank. La colección fue adquirida en los años 70 del siglo XX, pero sus visitantes disfrutan especialmente con las imágenes de la vida de Sissi, como la de su encuentro con el joven emperador cuando solo tenía 15 años y se quedó prendado de su belleza, hasta que en 1879, deprimida por sus problemas familiares, se negó a ser retratada. Tenía entonces 42 años. Bad Ischl cuenta con otro jardín que lleva el nombre de la emperatriz. Se abrió en 2015 muy cerca del curso del Traun y los vecinos pueden alquilar algunas partes de este complejo verde para plantar verduras y frutas. Casi siempre hay lista de espera.

Tienda de antigüedades en Gmunden.

Tienda de antigüedades en Gmunden.

/ Cristina Candel

Capitalidad cultural

En la actualidad viven en Bad Ischl 14.000 habitantes, a los que hay que añadir otros 3.000, la mayoría alemanes, que cuentan en esta ciudad con una segunda residencia. Todos ellos están orgullosos de su rica historia, pero en el ambiente se respira el deseo de salir de esa burbuja imperial muy marcada para entrar en un nuevo tiempo, sin renunciar a su alto nivel de vida, y para sus gobernantes la capitalidad cultural europea representa una gran oportunidad para conseguir ese fin.

Intercambio de libros en las cabinas de Bad Ischl.

Intercambio de libros en las cabinas de Bad Ischl.

/ Cristina Candel

“Nosotros carecemos de infraestructuras, pero no hemos tenido que crear nuevos edificios para este reto —comenta nuestra guía Noelia—, solo hemos revivido a los que estaban olvidados como si se trataran de una bella durmiente”. De ahí que muchas construcciones, como la Villa Lehár, hayan sido renovadas y modernizadas para llegar a esta cita, e incluso todos los museos de Salzkammergut están conectados digitalmente para que el visitante pueda conocerlos desde cada uno de ellos.

Esta opinión coincide con la de la doctora Elisabeth Schweeger, directora artística del proyecto más importante de Bad Ischl en el siglo XXI: “En nuestra oferta cultural no contamos con teatros importantes o grandes museos, los que hay son regionales, pero sí destacamos por nuestra historia vinculada a la sal y a los Habsburgo, por eso hemos abierto la puerta a un gran número de artistas austriacos y extranjeros para que profundicen a través del arte en los problemas del planeta, como, por ejemplo, el cambio climático que también afecta a nuestro país. Cada vez llueve menos y algunas regiones austriacas se van a ver muy afectadas si todo sigue igual”.

Monumento a Francisco Carlos de Austria.

Monumento a Francisco Carlos de Austria.

/ Cristina Candel

De ahí que el programa de Salzkammergut 2024 se haya centrado también de manera importante en la artesanía. Los proyectos en Gmunden o Bad Goisern están muy ligados a la vinculación histórica con materiales como la madera, la piedra, la sal, la arcilla o el yeso, elementos que hoy podrían utilizarse para la construcción de manera sostenible. Por otra parte, también se han organizado jornadas temáticas exclusivas dedicadas al teatro o la música, el 21 de junio, en la que el centro de los 23 municipios que componen la capitalidad cultural quedarán cerrados al tráfico de coches para disfrutar de la música, no solo tradicional. El pop, el soul o el jazz se escucharán también en esas calles.

En Bad Ischl, una antigua cervecería, la Sudhaus-Kolowrat, ha sido elegida como faro principal de todas las exposiciones culturales que se han repartido en la región de Salzkammergut y cuando termine la capitalidad seguirá su actividad como centro cultural con biblioteca. La muestra más importante en esta sede, Arte con sal y agua, incide en cómo estos dos elementos son claves en el bienestar del cuerpo y de la mente y se desarrollará hasta el 31 de octubre para profundizar en estos dos elementos vitales. En esta muestra queda patente cómo comenzó la historia de la extracción de sal hace 7.000 años en Hallstatt.

Interior de la pastelería Zauner.

Interior de la pastelería Zauner.

/ Cristina Candel

El comercio de la sal alimentó la región, la enriqueció y le permitió conectarse internacionalmente atrayendo a ricos y poderosos y a muchos artistas que fueron expulsados y han terminado regresando en una gran mayoría. De alguna manera se puede profundizar en este hecho en Die Reise der Bilder (El viaje de las imágenes), que analiza cómo cientos de pinturas y obras de arte, que pertenecían a familias judías, fueron robadas, recopiladas y almacenadas en Salzkammergut durante la Segunda Guerra Mundial para el Museo del Führer de Hitler. Algunos museos de Austria y otro amplio grupo de comerciantes de arte utilizaron también algunas villas y túneles como almacenamiento temporal de estos tesoros, que en algunos casos salieron fuera del país. En Bad Ischl y Lauffen se ha abordado el robo sistemático del arte que se ha conocido desde la antigüedad y como un medio para legitimar el dominio cultural de algunos países. Esta muestra se inauguró el 19 de abril y cerrará sus puertas el 31 de agosto.

Calle de Bad Ischl.

Calle de Bad Ischl.

/ Cristina Candel

La cerámica de Gmunden

A poco más de media hora en coche de Bad Ischl, en la orilla norte del lago Traunsee, surge Gmunden, otro de los pueblos del proyecto cultural europeo de Salzkammergut. Este antiguo centro neurálgico del comercio de la sal es hoy la ciudad más poblada de esta región, con un conjunto histórico que concentra algunos edificios y patios interesantes.

En estos encantadores rincones resulta sencillo descubrir talleres artesanales donde se fabrica una cerámica tradicional surgida hace 500 años, denominada Gmundner Keramik, e incluso existe la posibilidad de que el visitante pinte su propia pieza que puede llevarse de recuerdo. Esa pasión por la cerámica queda patente también en el Ayuntamiento del municipio, que exhibe un lustroso carillón de 24 campanas de porcelana de Meisen.

La ciudad propone otras experiencias, como la de visitar un original museo histórico de inodoros con piezas originales de Francisco José y Sissi o la de dar un paseo por las copas de los árboles en la montaña Grünberg a través de una pasarela que culmina en una torre de madera emplazada a 39 metros de altura. También ha alcanzado fama su hermoso castillo en el lago, el Seeschloss Ort, levantado sobre una antigua fortaleza romana al que se accede a través de un puente de madera de 120 metros de longitud.

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