Capitales Europeas de la Cultura 2024
Bodø, la refrescante cultura del Ártico
La primera Capital Cultural Europea por encima del círculo polar ártico reivindica y comparte su remozado panorama artístico, dejando a un lado su pasado como base aérea militar. Más que una ciudad, nos encontramos ante un conjunto de paisajes delineados por el litoral salvaje de Nordland, un condado noruego desbordado de vertiginosos picos vestidos de blanco.
The Arctic is Waiting.” El pequeño aeropuerto de Bodø —pronunciado “bou-dah”— nos da la bienvenida con una promesa de naturaleza indómita en el remoto norte noruego. Situada sobre el Círculo Polar Ártico, concretamente a 67 grados al norte, esta compacta metrópolis se desarrolló alrededor de su puerto pesquero.
Impregnada por una embriagadora brisa salina, Bodø parece navegar por el fiordo de Salten, del que se elevan poderosas montañas. Entre ellas destaca Keiservarden, punto de referencia al que suben los locales en busca de panorámicas, un placer para los sentidos donde la vista alcanza las islas Lofoten en días despejados, y aún más si acompaña la aurora boreal o algún festival veraniego, como el de música clásica Nordland Musikkfestuke. Fiordos e islitas se suceden configurando la accidentada costa de Salten, que une el sur con el norte del país.
Definido por una fuerte conexión con el territorio, este es el emocionante escenario de la tercera ciudad del país en ser nombrada Capital Europea de la Cultura, después de Bergen y de Stavanger, y la primera que se sitúa por encima del círculo polar ártico. Exposiciones, conciertos, festivales, campeonatos, conferencias y actuaciones dan forma al programa de más de mil eventos inspirados en las cinco estaciones árticas, la conciencia ambiental y la cultura sami (pueblo asentado en estas tierras hace más de 3.000 años).
Jugando con el lema ARTICulación, Bodø invita a tomarle el pulso al Ártico, dando a conocer la cultura costera de Nordland y celebrando el arte de sus pueblos de pescadores, esos donde el tiempo transcurre a un ritmo sosegado durante las infinitas noches invernales y casi frenético en sus interminables días de verano.
“Aquí siempre hay luz”, nos cuenta con entusiasmo Marie Peyre, directora internacional de Comunicación de Bodø 2024, “bien sea por el sol de medianoche o por el reflejo de la nieve y las auroras boreales en invierno”. A esa luz hará honor Nordland by Light, un festival que tendrá lugar entre noviembre y diciembre. En el programa también predominan actividades de pesca y proyectos gastronómicos con los que dar a conocer la cocina y los chefs de la zona, así como otros eventos que servirán para abrir un nuevo mundo de oportunidades al talento joven de la región. Asimismo, se celebrarán actividades en los más de 500 refugios repartidos por las montañas, recalcando la importancia del senderismo para la provincia.
El centro cultural de Bodø gira en torno a la premiada biblioteca Stormen, catalogada como una de las más bellas del mundo. Las líneas rectas de sus estanterías, recortadas contra el melancólico puerto, nos hacen fantasear con la literatura sami y noruega ante una noche que no termina de caer. Construida en 2014 con una fachada de cristal, cuenta con una amplia planta diáfana en la que trabajar, leer o simplemente relajarse ante los barcos. En el último piso, los niños juegan entre libros, mostrándonos los límites inagotables de la cultura en Noruega, un país donde, por ley, hasta el municipio más pequeño cuenta con una biblioteca, ya sea en una moderna edificación o en una parada de autobús.
Justo enfrente, un auditorio construido por el mismo estudio de arquitectura, DRDH Architects, acoge artistas internacionales bajo una excelente acústica que garantiza las mejores condiciones para escuchar todo tipo de música. Además del auditorio principal, con un diseño rompedor y capacidad para 900 personas, el Stormen Concert Hall dispone de varias salas repartidas por sus diferentes niveles, cada uno con su propio bar para fomentar la vida social. Algunos de los conciertos más esperados son los que ofrece la Filarmónica del Ártico, la orquesta más septentrional del mundo con sedes en Bodø y Tromsø. En medio del puerto, la sauna flotante Pust es otro espacio donde socializar y recuperar la temperatura después de saltar a las gélidas aguas árticas.
El arte urbano colorea la ciudad con auroras boreales, mariposas y extrañas criaturas gracias a acciones como el Festival UpNorth de 2016. Por su parte, los ángulos de la fachada del ayuntamiento se conectan con el sobrio edificio original al que se encuentra anexado. Además de la luminosidad latente en todas las construcciones contemporáneas de la ciudad, contar con un espacio dedicado al arte es una de las premisas de los edificios públicos noruegos y, en este caso, llaman la atención las 36 sillas y mesas de oficina que cuelgan sobre la pared de su vestíbulo de madera. Bajo el nombre Poesía para la Burocracia, la obra del artista Per Kristian Nygård da paso a las panorámicas de la última planta, donde también hay una cantina.
Un renacimiento creativo y artístico
En los menús de los restaurantes son típicos los platos de carne de reno y bacalao ártico, conocido como skrei, este último sobre todo entre los meses de enero y abril, durante su migración por estas aguas. Pero es en los cafés o en animados clubes, como DamaDi Bar, decorado con muebles y objetos de mercados de segunda mano, donde es posible mezclarse con el ambiente hipster y excursionista local.
Un ambiente que contrasta con el de áreas tradicionales, más alejadas del núcleo urbano, como el barrio de Pelle Moin, llamado así en honor al poeta que está enterrado en el antiguo cementerio sustituido, en parte, por una zona de baño con cabañitas de techos cubiertos por un manto vegetal y por un museo sobre la historia de la zona que se remonta a la época vikinga.
En el barrio sueco Svenskebyen, las casitas pintadas en tonos rojos, verdes y blancos fueron construidas para quienes se quedaron sin hogar durante la Segunda Guerra Mundial, cuando la ciudad portuaria fue destrozada casi en su totalidad. El reciente pasado como base aérea militar y antiguo hogar de la Fuerza Aérea Noruega no le ha permitido a Bodø destacar entre los destinos del país, pero, desde 2022 renace como un imparable puerto creativo y artístico.
Para indagar en este episodio de su historia, conviene visitar el Museo de la Aviación, que festeja su trigésimo aniversario. Más de 40 aeronaves, desde biplanos de 1920 hasta modernos aviones de combate, cuentan la historia de la aviación civil, militar y ártica de Noruega, primordial para el desarrollo de asentamientos, industrias, negocios y medicina. “Es un país de complicada orografía debido a los fiordos y a las regiones árticas, por lo que los aviones siempre han desempeñado una función primordial”, comparte Rolf Liland, director del museo y apasionado de la aeronáutica.
El edificio, en forma de gigantesca hélice, muestra los intentos de llegar al Polo Norte en globo y exhibe, entre otros, un avión espía restaurado a su estado original antes de estrellarse en el Ártico durante operaciones de la Guerra Fría y el helicóptero Westland Sea King MK de 1972, encargado de la búsqueda y los rescates en el hielo. Junto al museo, la Newton Flight Academy permite sentirse piloto en un simulador de vuelo.
La Segunda Guerra Mundial también marcó la vida del controvertido Nobel de Literatura Knut Hamsun, premiado en 1920. Simpatizante de los invasores nazis en Noruega, y conocido como padre de la literatura moderna, cuenta con un museo en el municipio de Hamarøy donde poder reflexionar sobre su obra y dialogar sobre sus polémicas convicciones políticas. En forma de torre, el museo fue concebido en 2009 por el arquitecto estadounidense Steven Holl como un lugar para crear conciencia, debatir y escuchar. Tanto la particular arquitectura como la decoración interior pretenden reflejar el carácter provocador y complicado de Hamsun y de su obra (Vagabundos, La bendición de la tierra…). Seis plantas que también exponen exhibiciones temporales y que esconden terracitas secretas sobre los paisajes que inspiraron al escritor noruego.
Cultura sin tiempos en el remoto norte noruego
Acompañados por un aguacero primaveral, ponemos rumbo a este territorio ubicado a tres horas al norte de Bodø, con el que la ciudad comparte su prestigioso título, para descubrir la naturaleza ártica de la región de Salten. Una impresionante carretera panorámica se abre paso entre parques nacionales protagonizados por glaciares y playas de arenas rosadas en las que naufragar, como la de Brennviksanden, una de las más bellas del país, enclavada en Steigen. A medida que continuamos hacia Hamarøy, los paisajes se tornan cada vez más salvajes y solitarios. Los perfiles montañosos duplican su reflejo en fiordos y lagos, algunos aún tan helados como las cumbres que en ellos penetran.
Los escasos habitantes con los que nos cruzamos manifiestan sus deseos de lluvia. Será la que termine de provocar el deshielo, bien avanzado mayo, aunque ya se escuchan atronadoras cascadas, cuyas aguas van a desembocar a los fiordos aún medio helados que engullen escarpados acantilados. Agua por todos lados, kilómetros y kilómetros de plenitud.
Como la que rodea la costa del pueblecito de Tranøy, a 20 minutos de Hamarøy, a la que se asoman las esculturas de un pequeño museo de arte al aire libre. Desde él parte una carretera que parece conducir al fin del mundo. Los confines de la tierra se manifiestan en un islote gobernado por un solitario faro de 1864. Una pasarela de 250 metros lo comunica con tierra firme, invitándonos a experimentar la autenticidad de alojarnos en su historia. Electrificado en 1959 y completamente automatizado en 1991, el faro de Tranøy fue declarado Monumento Histórico en 1997.
Desde el mirador de su linterna avistamos Vestfjord, un falso fiordo a mar abierto, y casi podemos tocar las islas Lofoten. El rugido del Atlántico se pelea con el azote del viento, especialmente durante los días de tormenta, los más apreciados para admirar este fenómeno de la naturaleza, junto a la aurora boreal. Vivir aquí un vendaval parece detener nuestros tiempos y devolvernos ese momento en que cuatro familias, tres ovejas y una cabra habitaban el lugar guiando a las embarcaciones en la tempestad.
Nueve cabañas, con paredes de cristal suspendidas sobre el mar, ofrecen alojamiento más sofisticado, con un estilo minimalista pero acogedor, y todo lo necesario para vivir la noche boreal y profundizar en la zona mediante actividades de escalada, pesca, piragüismo o avistamiento de aves. Se encuentran localizadas en la isla de Manshausen, una rica zona de pesca desde tiempos inmemoriales e importante puesto comercial que fue adquirida por el explorador polar Børge Ousland en 2010.
En el edificio principal, un placentero restaurante sirve platos típicos que degustar siguiendo en contacto con la naturaleza, también por sus ingredientes. Nadar en la piscina natural y relajarse en la sauna con jacuzzi es garantizar el mejor descanso, aunque, si de lo que se trata es de resistir despierto para tratar de cazar una aurora boreal, mejor hacerlo desde la cabaña con vistas directas al firmamento. Y allí, ante un improbable cielo encapotado, una mágica estela pinta de verde la noche. La promesa del Ártico hace desaparecer las nubes a pesar de que la primavera se encuentre avanzada. Vibra y se balancea, irradiando emoción en un hipnótico baile cósmico testigo de otra noche fuera del tiempo.
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