El precioso pueblo de La Rioja rodeado de aguas termales gratis
No son las únicas de acceso libre en España, pero sí unas de las más impresionantes.
Menos de 500 vecinos habitan este pequeño pueblo riojano amparado por las montañas en el valle del Cidacos, zona declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO. A los pies de este municipio de nombre Arnedillo se extiende el río Cidacos que conforma unas pozas de aguas termales cuyas temperaturas oscilan entre los 30 y los 42 grados centígrados. La mayoría están abiertas al público las 24 horas del día, aunque también hay otras privadas que pertenecen a balnearios. ¿A qué se deben estas formaciones en un entorno tan paradisíaco?
El agua se calienta en la profundidad de la tierra, superando los 50 grados de temperatura. Asciende a la superficie por un plano de discontinuidad de la falla hasta asomar al exterior. Se ha descubierto que son clorurado sódicas, sulfatado cálcicas, bromuradas, con iones de magnesio, hierro, silicio y rubidio, radiactivas e hipertermales; por lo que sus beneficios son numerosos y se conocen desde la época romana. Desde estimular las defensas del sistema respiratorio hasta favorecer la movilidad articular. Además, el balneario spa privado es un símbolo y alojamiento favorito para los burgueses de la zona desde el siglo XIX.
Mucho más que aguas termales
Los verdes montes, senderos en las laderas, puentes de piedra y el Mirador del Buitre se unen al paraíso termal de Arnedillo, conformando un paisaje natural muy difícil de encontrar en cualquier otro rincón de España. Un típico pueblo de La Rioja Baja, aunque con alguna curiosidad que otra. Si no era suficiente con la protección ante los resfriados por parte de las pozas, el último domingo de noviembre se celebra la Procesión del Humo en torno a San Andrés. La imagen se guarda en la ermita del mismo nombre y se hace en memoria de los habitantes que murieron durante la epidemia de viruela negra en 1888.
Igual que hicieron los curanderos en aquella época, se purifica el aire quemando ramas de grojo y romero para proteger a los vecinos de todo mal. De mucho antes, del siglo X, es el castillo que se ubica al norte de la villa y del que se conserva un torreón y una parte de la muralla que queda adherida a la montaña. Este perteneció en su día a los Obispos de Calahorra, lugar que 'posee' tanto el pueblo como el castillo, puesto que el rey Alfonso VIII de Castilla los donó en el siglo XII. El pueblo que se cobija en la montaña, protegido por el río y defendido a capa y espada por sus vecinos. Donde está claro que las termas son de todos, pero la villa, muy de ellos.