El parque secreto al lado del Palacio Real de Madrid: alucinarás con sus jardines

Huye de la multitud, del bullicio, del jaleo de la capital de España para refugiarte en estos preciosos jardines que solo conocen los madrileños de verdad.

Están siempre mucho menos concurridos que otros jardines como El Retiro
Están siempre mucho menos concurridos que otros jardines como El Retiro / Istock / Jose Miguel Sanchez

Que Madrid está lleno de rincones ocultos repletos de magia no es ningún secreto. Lo que sí es un misterio para muchos es dónde se encuentran esos lugares. Espacios como la Montaña Artificial del Retiro, el Parque El Capricho, la estación de metro fantasma o la Capilla Sixtina madrileña resuenan en los oídos de autóctonos y extranjeros. Son lugares poco concurridos, donde aún reside ese encanto de villa que siempre ha sido tan característico de la capital española.

Un paseo por la Capilla Sixtina de Madrid

La llamada Capilla Sixtina de Madrid

/ Istock / diegograndi

Tras el famosísimo Palacio Real y conectando con Madrid Río, se extienden unos de los jardines más especiales de Madrid. Cuentan con más de 20 hectáreas y fueron declarados Monumento Histórico Artístico en el año 1931. Felipe II fue su artífice en el siglo XVI, cuando compró los terrenos colindantes al Alcázar para que fueran zona de ocio de la Corte. Se conoce como el Campo del Moro y, aunque perdió protagonismo a causa del incendio del Alcázar en 1734, ahora retoma el protagonismo que merece.

Una de las fuentes centenarias que se conservan en los jardines

Una de las fuentes centenarias que se conservan en los jardines

/ Istock / quintanilla

Su nombre hace referencia al episodio que ocurrió en el año 1109. El caudillo musulmán Alí Ben Yusuf intentó reconquistar Madrid a la muerte del rey Alfonso VI atacando el Alcázar. Se dice que acamparon justo en aquellos jardines y que allí era donde la muralla musulmana encontraba sus límites. De ahí derivó su nombre oficial, que aparece documentado por primera vez en 1809. Desde entonces ha sufrido dos grandes reformas que comenzaron a darle la forma que ha llegado a nuestros días.

El chalecito de la reina

El chalecito de la reina

/ Istock / Jose Miguel Sanchez

Las dos reformas integrales

Unos años más tarde, en 1844 y durante el reinado de Isabel II, Narciso Pascual y Colomer construyó los jardines de los que todavía subsiste el trazado de las principales avenidas y sendas fuentes que se alinean en el eje central: la de las Conchas -obra de Felipe Castro y Manuel Álvarez en 1775 para el Palacio del Infante don Luis en Boadilla del Monte- y la de los Tritones -procedente del jardín del jardín de la Isleta en Aranjuez, obra italiana del siglo XVI y colocada frente a la Gruta Grande o invernadero-.

Dos estatuas de los jardines al atardecer

Dos estatuas de los jardines al atardecer

/ Istock / dhdezvalle

La siguiente reforma integral tuvo lugar en 1890, con diseño seudopaisajista de Ramón Oliva, durante la Regencia de María Cristina de Habsburgo. Esto que hoy llamamos jardines, no se ajardinaron antes porque era imposible conectarlos con el Palacio Real, ubicado a una altura mucho mayor. Sin embargo, esa colocación estratégica se aprovechó para crear una perspectiva única del Palacio detrás de un enorme campo verde coronado por fuentes monumentales en un amplio jardín romántico.

Desde la avenida central se observa el edificio Sacchetti, en las antiguas posesiones de la Casa de Campo o de la montaña del Príncipe Pío. Está plagado de tesoros perfectamente conservados y aislados, ajenos al paso del tiempo, como el túnel de Bonaparte que conectaba con la Casa de Campo sin necesidad de salir a la calle, el chalecito de la reina que utilizaban los monarcas para pasar las tardes, el chalet de corcho que fue la casa del guardia o el antiguo museo de los carruajes.

Chalet de corcho en los Jardines del Campo del Moro

Chalet de corcho en los Jardines del Campo del Moro

/ Istock / Marlene Vicente

A todo el conjunto se añadieron servicios de restauración y aseos públicos. Además, a la entrada -gratuita- por el Paseo de la Virgen del Puerto, recientemente se han añadido dos, una desde la Cuesta de la Vega y otra desde la de San Vicente, más cerca del centro de la urbe. Más allá de su condición de refugio escondido, está el hecho de que es uno de los lugares más frescos de Madrid, alcanzando hasta cinco grados menos que en el resto de la ciudad, por lo que con la llegada del buen tiempo es uno de los escondites ideales en toda la urbe.

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