Ylläs: el paraíso de Laponia con el que soñarás este invierno

115 kilómetros al norte del Círculo Polar Ártico, este destino de Laponia finlandesa aúna naturaleza sublime, actividades al aire libre, auroras boreales y una deliciosa gastronomía. Descubrimos su esencia más auténtica a través de quienes la hacen, además, hospitalaria. Un verdadero paraíso invernal en el que desconectar. 

Vista aérea de la sauna del Arctic Skylight Lodge.
Vista aérea de la sauna del Arctic Skylight Lodge. / Cristina Candel

El sonido de las bicicletas eléctricas al rodar sobre el grueso manto de nieve se funde con el de nuestra respiración, por momentos acelerada. Pedaleamos dejando atrás estampas que, más que ver, podemos intuir: la oscuridad gobierna el paisaje lapón haciendo que la imaginación juegue a sus anchas. En cabeza, Pete Sipiläinen, nuestro guía en esta incursión nocturna al Parque Nacional Pallas-Yllästunturi, el tercero más grande de Finlandia, avanza iluminando la senda con el foco de su bici. La noche es cerrada, apenas se ven las estrellas. ¿Estará el universo regalándonos auroras boreales, y nosotros sin saberlo? Muy probablemente, aunque parece que hoy no lo vamos a descubrir.

Trineo tirado por huskies

Trineo tirado por huskies.

/ Cristina Candel

Porque resulta que, aunque durante los meses de invierno se acentúa la actividad solar que provoca que, por estas latitudes, el cielo tiña la noche de colores imposibles, también son muchas las ocasiones en la que las nubes no permiten contemplar el espectáculo: toparse frente a frente con auroras boreales es, simplemente, cuestión de suerte. Nos hallamos en la municipalidad de Kolari, en el oeste de Laponia, la región más al norte del país. Esta zona, bautizada como Ylläs, es conocida por las siete montañas que la rodean y por los dos pueblos, Ylläsjärvi y Äkäslompolo, en los que se concentra su escasa población autóctona. Los apenas 1.200 habitantes que viven aquí de manera permanente se multiplican llegada la temporada de nieve y, sin embargo, el número continúa siendo tan insignificante que practicar cualquier actividad en total soledad es lo habitual.

Columpio junto al lago Äkäslompolo

Columpio junto al lago Äkäslompolo.

/ Cristina Candel

Con lo que sí es fácil toparse es con un laavu, como se denomina a los refugios de madera ubicados en los lugares más recónditos del parque. Dejamos las bicis a un lado mientras Pete, en su interior, se afana en encender la chimenea. Enseguida el calor de las llamas hace que los -16 grados del exterior resulten lejanos. “Muchos de quienes llegamos hasta Ylläs acabamos quedándonos aquí”, nos confiesa, y acto seguido nos ofrece un bocadillo de queso y reno ahumado para reponer energías. Él, que dirige una cadena de barberías con más de 500 establecimientos repartidos por toda Europa, lo tuvo muy claro cuando le brindaron la oportunidad de pasar temporadas como guía de la empresa Sisu Outdoor en Ylläs. “Normalmente somos personas a las que nos gusta estar en contacto con la naturaleza, tenerla a un paso de casa. Este es un lugar que invita a relajarse, a estar con uno mismo… Si paras un segundo, verás que todo es silencio.” 

Aparece así por primera vez una palabra que se repetirá en incontables ocasiones a lo largo de esta incursión al país nórdico. La ausencia de sonidos más allá de los de la propia naturaleza: el suave roce de las ramas de los árboles movidas por el viento polar; el crujir de la nieve bajo los pies. El ruido seco al precipitarse al suelo, repentinamente, desde la copa de un abeto. No queremos —ni necesitamos— más para saber que, como al resto, Ylläs nos ha empezado a conquistar.

'Slow-life' como filosofía de vida

De nuevo es la calma la protagonista cuando, con el sol brillando en el horizonte —que en invierno se deja ver apenas cuatro horas al día—, Inka Kuisma y Esa Tuokko lideran la ruta sobre raquetas de nieve que nos adentra en la Laponia más auténtica. Para Inka es el último día de prácticas como guía de naturaleza en Ylläs Experiences, la empresa local que ofrece, entre otras actividades, tranquilos paseos por los bosques del parque nacional. En el declaradopaís más feliz del mundo”, el contacto con el medio ambiente de manera lenta, sin prisas, forma parte de la idiosincrasia de los finlandeses. “Hay estudios científicos que han demostrado que en Ylläs tenemos el aire más limpio del mundo”, nos desvela orgullosa. Y una prueba de ello la tenemos delante. “Este tipo de liquen que crece en los árboles es la usnea cavernosa y solo puede verse en lugares con una atmósfera tan pura como esta. Además, es una golosina para los renos”, nos cuenta.

Parque Nacional Pallas-Yllästunturi

Parque Nacional Pallas-Yllästunturi.

/ Cristina Candel

Pisada a pisada, en fila india y con la ayuda de bastones, avanzamos por la senda que marca la ruta a seguir por los caminantes, que es diferente a la completa red de pistas de esquí de fondo —en total, 500 kilómetros—, que hay por toda la región. Además, las bicicletas y motos de nieve, los trineos tirados por huskies e incluso por renos, tienen sus propios caminos y señales: aquí los coches brillan por su ausencia, pero existe todo sistema de autovías alternativo. Hay momentos en los que atravesamos lagos helados, páramos nevados y densas arboledas. De hecho, el 75 % de Finlandia está cubierto por bosques de los cuales algunos de los más antiguos, con más de tres mil años, se hallan en Ylläs.

De tanto en tanto, un wilderness cafe o cafetería en la naturaleza aparece para aliviar el frío. Una de las más populares es Karilan Navettagalleria, regentada por Lea Kaulanen, nacida en Ylläs: sus padres comenzaron a acoger a turistas en su propia casa ya en los años 60. Solo traspasar la puerta atrapa el aroma a munkkis recién horneados por su compañera Jaana, una especie de dónut finlandés que tomamos junto a un reconfortante chocolate caliente. Mientras le hincamos el diente, nos hablan de su firme creencia en que los bosques de Laponia están habitados por almas mágicas que velan por ellos. Pequeños seres que nos observan, pero a los que no podemos ver. 

Tomi Oulujärvi, conductor de trineos con renos

Tomi Oulujärvi, conductor de trineos con renos.

/ Cristina Candel

Quizás esos personajes medio mitológicos nos acompañan hasta alcanzar, aún con las raquetas puestas, las aguas heladas del lago Äkäslompolo. Con la ayuda de un berbiquí, Esa, el guía, realiza un agujero en el hielo para enseñarnos otro de los pasatiempos más populares en Ylläs: la pesca. “Para los finlandeses esta es casi una manera de meditación. Vamos de pesca en grupos de amigos o familia, pero después cada uno tiene su propio orificio. Hay que quedarse en silencio y ser paciente. Da mucho tiempo para pensar.” El arte de la pesca en estas circunstancias tiene su ciencia: hay que agitar con suaves toques la caña, que en el extremo del sedal cuenta con un anzuelo, para intentar captar la atención de los peces que dormitan en el fondo. Si hay suerte, se regresará a casa con algún ejemplar de trucha, de perca o de grayling ártico, una especie parecida al salmón. 

No nos hace falta movernos del sitio para contemplar algunas de las siete colinas de Ylläs. La más llamativa es la que le da nombre al lugar: se puede alcanzar la cima del Yllästunturi, de 719 metros de altura, desde ambas laderas, delicadas pendientes que en invierno se convierten en el patio de juego de esquiadores y aficionados al snowboard. Nosotros elegimos subir en el telecabina de la estación de esquí de Ylläs, la más grande de Finlandia. En siete minutos estamos arriba disfrutando de la inigualable panorámica que, en días claros, alcanza los 100 kilómetros a la redonda. 

Pescando en las aguas heladas del lago Äkäslompolo

Pescando en las aguas heladas del lago Äkäslompolo.

/ Cristina Candel

Precisamente allí, una pequeña construcción en madera alberga el popular café Ylläskammi, “el situado a más altura de todo el país”, nos asegura Elisa Rytkönen, encargada del negocio. Pero su fama se debe, además, a las cientos de peculiares tazas que cuelgan de sus paredes. “Se llaman Kuksas, son tradicionales de Laponia y las usamos cuando vamos a pasar un día en la naturaleza porque son fáciles de llevar y se pueden lavar en el agua o la nieve”, nos comenta. Estas, sin embargo, nunca salen de la cafetería: al comprarlas graban el nombre del dueño, que siempre encontrará su Kuksa esperándole en la pared al regresar. 

Gastronomía que marida con nieve

Lo comprobamos a 20 kilómetros de distancia, en el lugar donde cada año abre sus puertas el popular SnowVillage, una atracción a modo de aldea efímera levantada únicamente con nieve y hielo que es también restaurante y hotel. Cada mes de noviembre, todas las instalaciones vuelven a reconstruirse con una temática diferente. En 2023, sus estancias y figuras invitan a hacer un recorrido por los monumentos más famosos del mundo, desde el Tesoro de Petra al Palacio de Buckingham o la Estatua de la Libertad. Entre 30 y 50 personas trabajan cada temporada en dar forma a este proyecto que ha cumplido 22 años y que ocupa un espacio de 3.000 metros cuadrados en el que no se utiliza ningún material de construcción tradicional.

Cafatería Karilan Navettagalleria

Cafetería Karilan Navettagalleria.

/ Cristina Candel

Caminamos entre figuras de hielo hasta toparnos con las 12 habitaciones del hotel, que se mantienen a un temperatura constante de -5 grados. A aquellos que se animan a plantar cara al frío y pasar la noche en ellas, les entregan un diploma al completar la estancia que acredita haber superado con éxito la experiencia. Quienes únicamente quieren visitar la atracción y probar algo nuevo, pueden tomar un refrigerio en el icebar —hasta los vasos están elaborados en hielo— o cenar en su restaurante, cuyas mesas y sillas están hechas, también, con agua helada. El menú incluye tres platos elaborados con productos estrella de Laponia como el salmón, el reno o el grayling ártico, claro. Ingredientes locales que se repiten, para nuestro gozo, en muchos de los negocios de la zona como el Jolie Lounge & Café, el acogedor café de aires europeos que Jo Ormós y Eija Pakkanen abrieron en una de las principales calles de Äkäslompolo. En su despensa, bayas, setas y hierbas aromáticas que ellas mismas recolectan cada temporada. “Es curioso cómo ha crecido el pueblo en los últimos años. Cuando llegué en 2007 había solo 300 habitantes viviendo. Ahora los colegios están llenos de niños”, nos comenta Jo. Y, mientras, nos sirve una apetitosa crema de zanahorias.

Uno de los monumentos de hielo del SnowVillage (el León de Lucerna)

Uno de los monumentos de hielo del SnowVillage (el León de Lucerna).

/ Cristina Candel

Una vida dedicada a los animales

Vuelve a repetirse la palabra silencio cuando le preguntamos a Tomi Oulujärvi qué le sedujo a la hora de mudarse a Ylläs. Eso, y el amor: tras venir una temporada a probar suerte hace 15 años, conoció a Miriikka Areva, su mujer, que de aquellas regentaba una granja con más de 300 animales. Hoy, la granja, Konijänkkä, sigue existiendo, solo que, en vez de llamas o camellos, la habitan caballos, renos y perros. Estas son sus pasiones, y desde aquí las comparten con el resto del mundo. 

Tomi nos relata su historia mientras prepara lo necesario para un paseo en trineo tirado por renos. “Ahora muchos están mudando sus cuernos, les ocurre cada año”, nos comenta. “Cuando comienzan a crecer de nuevo, pueden llegar a aumentar hasta dos centímetros cada día.” Antes de iniciar la ruta, es posible dar de comer a los animales, interactuar con ellos y, de paso, aprender algunas curiosidades. Detalles como que, en solo un centímetro cuadrado de su piel, se concentran 1.700 pelos —en los recién nacidos, la cantidad se multiplica por dos—, lo que les ayuda a soportar temperaturas bajo cero. El paseo de 30 minutos en absoluta soledad lleva a descubrir los senderos del bosque vecino, donde de nuevo el blanco de la nieve conquista el paisaje. A mitad de camino Tomi para el trineo y nos invita a escuchar. Sí: el silencio es sobrecogedor. 

Paseo en trineo tirado por renos

Paseo en trineo tirado por renos.

/ Cristina Candel

Sin embargo, todo se altera cuando los 26 huskies que esperan en la granja ven aparecer a sus próximos aventureros: la emoción de intuir que están a punto de salir a correr por las pistas nevadas les hace ladrar sin cesar. Miriikka tiene todo listo para probar otra de esas experiencias tan arraigadas a Laponia. “La ruta en trineo tirado por huskies puede ser de uno o cuatro kilómetros, así que puede durar entre 10 minutos y 30, depende del clima y de la pericia guiando a los perros”, nos avisa. También —añadimos nosotros— del dominio que se tenga para, entre curvas, rectas y cruces, controlar la velocidad pisando el freno, una estructura de hierro que se clava en la nieve. Hoy nos acompañan huskies siberianos, pero también de Alaska y mixtos: Piri-piri, Teriyaki, Tandoori o Wasabi son algunos de ellos. “A esta camada les pusimos nombres de salsas”, bromea Tomi. 

La sensación de libertad y la adrenalina se unen a la emoción de deslizarse entre esos paisajes a los que no logramos acostumbrarnos: todo resulta marciano aquí, aunque de belleza, van sobrados. Árboles cubiertos de nieve entre los que, en ocasiones, parece imposible pasar. Páramos donde el blanco del suelo se fusiona con el del propio cielo. Caminos que volvemos a recorrer, unas horas más tarde, motorizados: las excursiones sobre moto de nieve resultan distintas en forma, pero similares en espectacularidad. Optamos por la más corta aunque, nos informan, se pueden realizar rutas de varios días acampando en plena naturaleza. 

Casas en Äkäslompolo

Casas en Äkäslompolo.

/ Cristina Candel

Dormir bajo un manto de estrellas

No discutimos que la experiencia de pernoctar en tiendas de campaña en la nieve sea única, pero nos decantamos por la exclusividad de hacerlo al calor de una de las 10 cabañas de cristal del Arctic Skylight Lodge. Este fascinante proyecto, liderado por el sudafricano Brian Stockil, abrió sus puertas en 2020 para tratar de ofrecer un tipo de alojamiento hasta entonces inexistente en la zona. ¿La propuesta? Un refugio inmerso en un bosque milenario frente al Parque Nacional Pallas-Yllästunturi en el que reconectar con la naturaleza y con uno mismo: dormir bajo las estrellas o, si hay suerte, envueltos por el increíble espectáculo de la aurora boreal, resulta de lo más tentador. 

“Lo bueno de este lugar es que aquí puedes venir y pasar una estancia estupenda sin tener que ir a ningún otro sitio.” Quien nos habla es Joanna Kinnunen, CEO de la empresa. Sentada en un acogedor sofá junto a la chimenea de recepción, nos desvela que ella es otra de esos nuevos vecinos de Ylläs: “Llegué para trabajar con los huskies una temporada y aquí sigo, 10 años después”. Le hacemos caso y, tras una deliciosa cena de tres platos con maridaje en su restaurante, y con la noche bien presente, participamos de la gran tradición finlandesa que es su sauna: lo de la inmersión en el agua helada del río queda para los más atrevidos. Después, como si todo estuviera orquestado, la magia sucede en Ylläs: el baile de luces verdes se adueña de repente del cielo. 

Sí, es la aurora boreal, que se despliega ante nosotros en todo su esplendor. Qué mejor despedida podíamos tener para nuestro viaje. Y qué mejor final podía existir para estas líneas. 

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