Tabarca no es única: esta es su curiosa historia (y actual guía de visita)

La única isla habitada de la Comunitat Valenciana, que fue en el pasado refugio de piratas berberiscos, es hoy un enclave turístico de primer nivel en el que los viajeros disfrutan de calas y playas de aguas transparentes y de un pintoresco puerto marinero.

Isla de Tabarca

Tabarca es la única isla habitada de la Comunitat Valenciana.

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La isla de Tabarca no es única; de hecho, su nombre oficial es el de Nueva Tabarca, ya que hay otra isla de Tabarka (sí, esta con k) en la costa de Túnez. Pero volvamos a la española, la que se encuentra situada frente a la ciudad de Alicante, a once millas náuticas y cerca del cabo de Santa Pola. 

Según datos del INE, actualmente residen en Tabarca 51 personas, pero a lo largo del año la isla acoge hasta 230.000 visitantes. En época estival, de hecho, pueden llegar a los 10.000 diarios.  ¿Y qué ofrece Tabarca para que tanta gente quiera ir allí? Sigue leyendo para descubrirlo, puesto que te vamos a contar sus principales atractivos y su peculiar historia.

Playa Nova Tabarca

Las playas de Tabarca constituyen uno de sus principales atractivos.

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Para descubrir Tabarca lo primero es acercarnos a su geografía. Es una isla de 1.800 metros de longitud por una anchura máxima de 400 metros. Sí, una isla pequeñita que tan solo cuenta con dos calles principales, unos cuantos callejones y una plaza cuadrada que actualmente alberga diferentes tiendas de regalos y locales de restauración.

Antes de ser Nueva Tabarca, esta isla (que en realidad forma parte de un archipiélago junto a otros islotes de menor tamaño) fue Planisia (su relieve es plano, con un desnivel máximo de 15 m con respecto al nivel del mar), San Pablo (cuentan que en la isla desembarcó el apóstol), Alones (proveniente del latín medieval) o el islote de Santa Pola (debido a su cercanía con el municipio).

Barcos de pesca en Tabarca

Pasear por el puerto pesquero es una de las citas imprescindibles si visitas Tabarca.

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Las dos Tabarcas

Viajamos al pasado y nos trasladamos a la isla de Tabarka, a 300 metros de la costa de Túnez. Allí se establecieron varias comunidades de genoveses hasta que en 1741 la isla fue ocupada por tunecinos. Las familias que vivían allí fueron esclavizadas durante casi 30 años en los territorios de Túnez y Argelia.

Gracias a la mediación del monje Juan de la Virgen, el rey español Carlos III consiguió la redención de las personas que se habían establecido en Tabarka y promovió el rescate y posterior traslado a España de las familias que habían sido esclavizadas. Así, el 19 de marzo de 1769, el Conde de Aranda consiguió trasladar a la entonces conocida como isla de San Pedro a 296 italianos.

Estos pudieron retomar su antigua forma de vida en un lugar creado en exclusiva para ellos y se dedicaron a la pesca, mientras que España respiraba tranquila, ya que, gracias a la creación de una pequeña fortaleza y la presencia de habitantes en la isla, se hacía mucho más inviable la llegada de piratas. Entonces, se rebautizó a la isla con el nombre de Nueva Tabarca.

Patrimonio cultural y natural

Las murallas que rodean el núcleo urbano de Nueva Tabarca han sido declaradas Conjunto Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural. Además, sus aguas son Reserva Marina del Mediterráneo por su excelente calidad y por la biodiversidad de su flora y fauna.

Vista aérea Tabarca

Tabarca es un destino de primer nivel gracias a sus playas de aguas cristalinas y su coqueto puerto marinero.

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Actualmente, Tabarca también es un enclave fundamental para el astroturismo. La isla cuenta con la certificación como Paraje Starlight, ya que desde la parte conocida como Punta Falcón es posible observar el cielo nocturno con unas buenas condiciones de calidad de imagen y nitidez del cielo al no existir apenas contaminación lumínica.

La ciudad se encuentra en la parte oeste de la isla, mientras que en la parte este solamente se encuentran una antigua casa-cuartel de la Guardia Civil, la torre de San José, el faro, el cementerio y campos de cultivo.

Paisaje con acantilados Tabarca

Algunas zonas con pequeños acantilados están valladas para impedir que la gente salte.

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A Tabarca se va a pasar el día. O al menos eso se desprende de la cantidad de visitantes que llegan en las primeras tabarqueras de la mañana y se van cuando cae el sol. Aun así, hay quien quiere disfrutar de la tranquilidad de este paraíso natural y decide hospedarse en alguno de los alojamientos de la zona, como la Casa del Gobernador, edificio emblemático del siglo XVIII y reconvertido en hotel boutique.

¿Qué hacer en Tabarca?

Lo primero que descubre el viajero cuando llega a Tabarca es un coqueto puerto en el que podemos encontrar desde pequeños barcos pesqueros hasta embarcaciones de recreo. A pocos pasos se encuentra la playa principal. Eso sí, a pesar de tener 200 metros de largo, en época estival no es un lugar especialmente paradisiaco debido, en gran medida, a la importante masificación que sufre.

Si nos adentramos en el interior, descubriremos la Torre Sant Josep, antigua torre militar que se construyó en el año 1790 y conocida durante años como Castillo de Tabarca. Durante años también cumplió la función de prisión estatal. No se puede visitar su interior, pero bien merece alguna que otra foto. Seguimos nuestra ruta hasta llegar al faro construido en 1854. Destaca su base cuadrada y, sobre todo, el espectacular entorno en el que se encuentra, rodeado de acantilados y pequeñas calitas.

Iglesia Nova Tabarca

El verdadero nombre de esta iglesia es San Pedro y San Pablo.

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La única iglesia que hay en Tabarca es la de San Pedro y San Pablo, de estilo barroco de finales del siglo XVIII. Solo en horarios de misas podrás descubrir su interior, pero su situación, al borde del mar, hace que sea una parada obligatoria para el explorador. Y, de ahí, a conocer las murallas, que son un Bien de Interés Cultural.

La muralla rodea el núcleo urbano y cuenta con tres puertas de acceso: la puerta de Levante o de San Rafael, que da acceso al casco viejo y suele estar decorada con banderines de colores. La puerta de Tierra o de San Miguel, cercana a la iglesia. Y, por último, la de San Gabriel.

Cueva del lobo marino, Tabarca

La cueva del Lobo Marino es perfecta para practicar submarinismo.

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Y, para ir cerrando la visita a Tabarca, no hay que olvidar que uno no puede irse de esta maravillosa isla sin probar su tradicional caldero, acompañado de arroz preparado con el caldo del propio guiso. Un imprescindible para entrar en calor. Y si apetece algo más liviano, los arroces o la paella tampoco defraudarán al viajero.

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