Descubre Bélgica en tren, un país pequeño y con muchas facilidades para los jóvenes
La capital de Europa cuenta con una red de trenes muy potente y eficaz, por lo que recorrerla es bastante sencillo.
Bélgica es un país algo más grande que Galicia y más pequeño que Cataluña. Su tamaño se presta a recorrero (casi) entero en relativamente poco tiempo. La mejor manera de viajar por el país medio flamenco medio francófono es, indudablemente, el tren. Brujas, Gante, Amberes, Bruselas, Lieja, Dinant y muchas más ciudades que descubrir en la cuna del cómic. Además, también es muy sencillo viajar a los países vecinos -Francia, Luxemburgo, Alemania y Países Bajos-, así que prepárate para descubrir Bélgica y sus alrededores... en tren. Lo más asequible es el pase 'Multi', el estándar cuesta 96 euros y el joven 59 euros y cubren 10 viajes. Si se adquieren a través de la aplicación de SNCB cuestan hasta 3 euros menos.
Región de Flandes
Bruselas
No se tarda mucho más de tres horas en ir de una punta a otra del país, aunque lo más recomendable es situar Bruselas como referencia; una capital que cuenta con seis estaciones y conexión directa con el aeropuerto de Zaventem. Aunque sea punto de partida, tampoco hay que pasar esta primera parada por alto. La ciudad de la cerveza y el chocolate, las patatas fritas y los gofres y un gran patrimonio de la humanidad. Dividida claramente en la zona antigua y la moderna, quizá hace falta más de un día para descubrir la ciudad entera.
Alberga una impresionante arquitectura Art Nouveau, pues fue donde se inició el movimiento de la mano de Víctor Horta. Aquí también se popularizó el cómic, con personajes autóctonos como los Pitufos o Tintín y los murales de sus calles dan fe de ello. La impresionante Grand Place, con el Ayuntamiento y la Casa del Rey, contrasta en gran medida con el Parlamento Europeo o el Atomium, dos de los monumentos más emblemáticos de la zona moderna. La siguiente parada es Amberes, famosa por su relevante puerto a nivel europeo y su producción de diamantes (el 85% del total mundial).
Amberes
Es llegar a Amberes Central y quedarte embelesado con su impresionante estación de tren. Desde allí hay un agradable paseo hasta la calle de los comercios, De Meir -también se puede ir en tranvía, metro o bicicleta-, donde tiendas, restaurantes, cafés y gofrerías aparecen por doquier. Al final de la calle está el casco antiguo, con los típicos edificios belgas y la plaza del ayuntamiento presidida por la Fuente de Brabo. La estatua representa la leyenda de la ciudad que cuenta que Silvio Brabo le cortó la mano al gigante que amenazaba a todo aquel que quería atravesar el río Escalda y la arrojó a ese mismo río. Por ello, la mano es el símbolo más popular de Amberes.
Repleta de museos -de moda, de arte, de chocolate-, destaca en su conjunto arquitectónico la imponente catedral, en una de las plazas más bonitas, Groenplaats. Dejarse llevar por esas calles es sentirse en un auténtico cuento. Por mucho que se diga de la belleza medieval de otras ciudades como Gante o Brujas, Amberes posee un encanto peculiar, distintivo. Terminar el día dando un paseo por la orilla del río o incluso montar en la noria y observar la panorámica comiendo patatas fritas o un gofre es el mejor plan antes de llegar a la siguiente parada.
Malinas
Entre Amberes y Bruselas hay una pequeña ciudad que, aunque no termine de destacar entre los viajeros, merece un paseo. Una torre de casi 160 metros de altura corona la ciudad de Mechelen (o Malinas en castellano). La leyenda cuenta que unos 200 años después de colocar la primera piedra de la Torre de San Rumoldo, en la noche del 27 al 28 de enero de 1687, un borracho del pueblo puso el grito en el cielo al ver la torre arder. Los vecinos creyeron perder su principal reclamo y, como locos, se agolparon para tratar de apagar el incendio.
Tardaron varios minutos hasta que se dieron cuenta de que lo que habían creído fuego era el sol ocultándose, al ver la Luna salir. Es por eso que la bandera lleva los colores del fuego y a sus habitantes se les conoce como apagalunas. Este oasis de tranquilidad en mitad de dos de las ciudades más importantes de Bélgica es para caminarlo. Desde lo alto de su torre se puede avistar toda la ciudad y a pie de calle descubrir todos sus rincones con la ayuda de la app Visit Mechelen.
Gante y Brujas en eterna disputa
Gante es probablemente una de las ciudades más animadas del norte de Europa, puesto que el 20% de su población son estudiantes. Para muchos es también la más bonita del país, compitiendo contra Brujas en un duelo que no termina de encontrar un ganador. Posee una importante red de canales y un centro urbano medieval entre lo contemporáneo y lo antiguo que hace las delicias de todo viajero. Un recorrido por la ciudad no puede hacerse sin ver la catedral Sint-Baafskathedral, el castillo Gravensteen, el ayuntamiento, el campanario de Belfort, la iglesia de San Nicolás o la plaza Korenmarkt.
En la misma línea de tren, pocas paradas más adelante se encuentra Brujas que, aunque más pequeña que Gante, cuenta con más canales. Posee el mayor centro medieval de Europa, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que puede recorrerse tanto a pie como en bicicleta o incluso en barca. Su colorida Grote Markt, la plaza principal, es el corazón de la Brujas medieval. Para adentrarse aún más en la historia de la ciudad se puede visitar el museo Gruuthuse, que conserva tesoros desde el siglo XIII. Sea como fuere, si no se pasea en barco por Gante, Brujas es una muy buena opción. Desde Brujas también se puede llegar al pintoresco pueblo de Damme, pero en bicicleta o barca.
Lovaina
Esta pequeña ciudad universitaria pasa desapercibida entre las más famosas de la región flamenca, pero a tan solo media hora de Bruselas, merece la pena detenerse. Para empezar, su ayuntamiento se ha postulado para ser el más bonito del mundo. Es un antiguo edificio gótico con 236 estatuas añadidas en el siglo XIX y cientos de ornamentos más. La Universidad Católica de Lovaina es la más antigua de Bélgica, con profesores de la talla de Erasmo de Rotterdam.
Además desde su biblioteca, que posee más de un millón de libros, se puede disfrutar de las vistas más completas de la ciudad. La plaza principal, Oude Markt, se conoce como 'el bar más grande del mundo', ya que en verano se llena de terrazas y los que un día fueran los puestos del mercado, hoy son bares y cafés. Las calles están cubiertas de estatuas, lo que hace que patearlas sea aún más atractivo.
Región de Valonia
Namur
La región más al sur de Bélgica también posee un gran número de secretos por descubrir, aunque muchas veces caiga en el olvido. Desde Bruselas, antes de llegar a la famosa Dinant, se halla Namur, la capital de Valonia. Pese a su cercanía con el otro lado del país, se percibe un ligero cambio de estética y ambiente. Esta ciudad se abre paso entre los ríos Mosa y Sambre y en lo más alto de su paisaje se observa la ciudadela, que fue una de las fortificaciones más importantes de Europa y hoy funciona como parque público con cinco rutas señalizadas.
Es una ciudad ecléctica, que engloba diversos estilos desde el Clasicismo hasta el Art Déco y el Modernismo. Así, tanto sus edificios como sus gentes son de lo más variados. El Teatro Royal, por ejemplo, es de estilo italiano, mientras que la iglesia de Saint Loup es barroca. Los lugareños cuentan que la patata frita nació en este lugar, un frío invierno del siglo XVIII en el que no se pudo pescar porque el río se heló y no podían comer su morralla frita, por lo que decidieron freir patata en forma de pescado.
Dinant
Dejando atrás Namur, entre montañas escarpadas y con un paisaje rocoso muy característico a los pies del río Mosa aparece Dinant, cuyo nombre deriva de 'Divo Nanto' ('Valle Sagrado'). Es una ciudad conocida por la artesanía que trabaja piedra azul y mármol y por la dinanderie, candelabros para altares, cálices y patenas de plata y latón. Los talleres pasaron de moda y acabaron convirtiéndose en fábricas de cuero y naipes. Tiene otra ciudadela, aunque menos imponente.
En la ciudad se disputaron algunas batallas de la Gran Guerra y se refugió un teniente francés que logró huir ileso, Charles de Gaulle, que más tarde sería presidente de Francia. Aquí también nació el inventor del saxofón, Adolphe Sax, y los monumentos en su honor no escasean. Además, cada noviembre se celebra una competición internacional de este instrumento. El río y las colinas limitan esta pequeña ciudad que se extiende a lo largo del caudal de agua.
Lieja
La última parada en este trayecto es la Ciudad Ardiente, la ciudad que no descansa. En Bélgica hay dos tipos de gofres y uno de ellos es el de Lieja, más dulce y con aromas de canela, caramelo y vainilla. Su estación de tren está firmada por el español Santiago Calatrava, con una estructura aérea y abierta que recuerda a sus obras en Valencia, como la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Antiguamente también se la denominaba la 'ciudad de los cien campanarios'. Símbolo de libertad es la Place du Marché, el centro comercial de la ciudad donde derivan callejones y callejuelas repletas de construcciones antiguas como las escaleras de Bueren o la Catedral Saint-Paul.
Partiendo desde Bruselas realmente se puede crear el itinerario que se prefiera, puesto que el tren llega prácticamente a todos los rincones. Un poco más allá de Brujas se vislumbra el mar del Norte, Valonia hace frontera con Luxemburgo, al Oeste con Lille y al Este con Alemania y Países Bajos. A todos estos lugares también es posible llegar en tren y en menos de tres horas, por lo que se puede ir y volver en el mismo día sin mayor problema. Los trenes son puntuales, limpios, rápidos y baratos, así que no hay excusa para conocer Bélgica de punta a punta.
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