Bruselas: la ciudad de la cerveza, el chocolate... y un impresionante patrimonio Unesco
Bonita, histórica y con un ambiente cosmopolita. Bruselas es el destino perfecto para cualquier época del año por su cerveza, su chocolate o por sus cientos de cómics estampados en las paredes. Pero también es un lugar al que se acude por su rico patrimonio y su sinfín de museos.
Conocida por ser la sede de la Comisión Europea, Bruselas siempre está en el punto de mira por ser el epicentro de la vida política y las decisiones que se toman para toda Europa. Un organismo que copa la ciudad de personas trajeadas que recorren sus bellísimas y cuidadas calles. Pero Bruselas, lejos de parecer una ciudad únicamente ligada a la política, es uno de esos lugares que conquistan nada más pisar sus calles.
Y es que ir a Bruselas siempre es una buena idea. Lo es por sus atractivos imprescindibles como la Grand Place, considerada una de las plazas más bellas de todo el planeta y donde encontramos la casa de los gremios, la Casa del Rey o el ayuntamiento. Pero también por su Manneken Pis, el niño meón, o su icónico Atomium.
Aunque, con un breve paseo por su centro, no es difícil caer rendido al encanto de la Place du Grand Sablon, donde encontramos la imponente Iglesia de Nuestra Señora del Sablon, de estilo gótico, que comparte protagonismo con sus acogedoras terrazas y las tiendas de algunos de los mejores maestros chocolateros de todo el planeta.
De hecho, uno de los puntos fuertes de la capital de Europa es su gastronomía repartida entre restaurantes, cervecerías o bares. Y es que no puedes irte de Bruselas sin probar algunos de sus cuatro productos estrella: el chocolate (considerado el mejor de todo el planeta y una auténtica joya culinaria), las patatas fritas, sus deliciosos gofres y la cerveza belga, declarada patrimonio de la Unesco.
Pero más allá de sus conocidos atractivos, en una visita a la ciudad descubrirás que Bruselas es una ciudad repleta de arte. Tanto que es la Capital del Art Nouveau y el lugar donde se inició el movimiento arquitectónico con Víctor Horta. Es, precisamente, desde el Museo Horta donde empieza nuestro recorrido por el patrimonio Unesco de Bruselas.
Museo Horta
Sin duda, uno de los museos imprescindibles en una visita a Bruselas que nos muestra el domicilio particular y el taller en el que trabajaba el arquitecto Víctor Horta, un lugar construido entre 1898 y el 1901. Un edificio concebido para que tanto su vivienda familiar como su taller estuvieran unidas, pero a su vez lo suficientemente alejadas como para poder separar su vida profesional y su vida privada.
Para ello, Horta creó una serie de estancias, puertas y escaleras que a pesar de que conectaban con todas las plantas, también las mantienen fácilmente separadas. Y es por eso que en su interior encontraremos un verdadero laberinto de escaleras de caracol que suben y bajan descubriendo algunas estancias como por arte de magia.
Pero, sin duda, una de las cosas que más llama la atención al llegar a este museo son la gran cantidad de detalles en su interior: desde los pomos de las puertas, a los detalles del mobiliario o las vidrieras pensadas hasta el más mínimo detalle. Y es que el interior de este museo forma un conjunto armonio y refinado en el que fijarse en los detalles es imprescindible para entender las creaciones de Horta.
Casa Solvay
Bruselas se consagró definitivamente como la capital del Art Nouveau con la apertura de la Casa Solvay como museo en el 2021. Este lugar, inscrito en el Patrimonio Mundial de la Unesco, fue construido por Víctor Horta entre 1894 y 1903 por encargo del rico industrial Armand Solvay y su mujer.
Para su creación, el arquitecto contó con un presupuesto ilimitado para la que sería la residencia privada de la rica familia Solvay. Y con todo el dinero del mundo, podemos ver una de las obras más espectaculares de Horta en el que tuvo la posibilidad de incorporar a la vivienda todas las innovaciones arquitectónicas de la época.
Tales fueron las innovaciones que este lugar se consolida como la primera casa que contó con electricidad de toda Bélgica, alimentada por un generador. Pero también fue una de las primeras en contar con calefacción y con la utilización del acero para la construcción tanto de la estructura como para la estética de la casa.
Aunque sin duda, lo más impresionante de este lugar es su gran preciosa escalera que conduce desde la planta baja a la parte noble de la vivienda, el lugar donde se encontraban los espacios de recepción. Esta escalera está presidida por una impresionante vidriera que evita la pérdida de aire caliente en invierno y que se deja ver como una joya arquitectónica de una grandísima belleza visual.
Su planta principal, de hecho, no se encuentra distribuida entorno a un pasillo, porque Horta se caracterizaba por prescindir de ellos dejando paso a un espacio más diáfano, que contaba con mamparas modulables que permitían crear diferentes espacios. Sin duda, es una de visita obligada en la que deleitarse con sus más de 2000 metros cuadrados de puro Art Nouveau.
Grand Place
Considerada la plaza más bella del mundo y nombrada Patrimonio Mundial de la Unesco, la Grand Place es el lugar por excelencia en una visita a Bruselas (con perdón del Manneken Pis). Pero, lo cierto, es que el epicentro de Bruselas es verdaderamente impresionante, consagrándose como uno de los conjuntos arquitectónicos más bellos de toda Europa.
Una vez aquí es imprescindible pararse en el Ayuntamiento, la joya arquitectónica más importante y antigua de la plaza. Concretamente data de 1459 en el que destaca una torre de 96 metros de altura rematada con una estatua de San Miguel.
También merece una para la Casa del Rey, construida en el 1536 y reformada nuevamente en 1873. En la actualidad acoge el Museo de la Ciudad, en el que se exponen pinturas del siglo XVI y los pequeños trajes que forman parte del guardarropa del Manekken Pis.
Ommegang
Es, precisamente, en la plaza más famosa de Bruselas donde tiene lugar uno de los acontecimientos más espectaculares y alucinantes que puedas ver: el Ommegang, una recreación histórica en plena Grand Place con miles de espectadores que cuenta la historia de Bruselas con una impecable magia visual y que, por supuesto, está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
No es para menos... pues participan más de 1.400 personas ataviadas con trajes de época que recorren las calles de Bruselas en una impresionante procesión folclórica que es capaz de transportarnos cientos de años atrás en la historia.
El Ommegang, concretamente, recrea una famosa celebración organizada en 1549 en la Grand Place en honor a Carlos V y a su hijo, Felipe II. Y es que aquí podemos ver un auténtico desfile de la corte real con más de 1.000 extras, decenas de caballos, carros, gigantes, cantantes de ópera, lanzadores de banderas... e incluso dragones.
Esta recreación se puede ver únicamente dos días al año, que suelen coincidir con los fines de semana de finales de junio y primeros de julio. Te recomendamos que, antes de ver este impresionante espectáculo acudas a la exposición Ommegang Woluwé, donde podrás aprender y empaparte de toda la historia que envuelve a este espectáculo.
Bosque de Soignes
Lejos de la urbe, y a no muchos kilómetros, encontramos un verdadero remanso de paz que es perfecto para completar una visita a Bruselas. Hablamos del Bosque de Soignes, que se extiende por la Región de Valonia, la Región Flamenca y la Región de Bruselas-Capital, con la zona boscosa de Grippens delle. Un impresionante paraje repleto de hayedos que se conforma como una visita imprescindible para entrar en contacto con la naturaleza.
Es en su parte más salvaje donde encontramos una zona de este bosque declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, cuyos orígenes se remontan a finales de la última Edad de Hielo, hace 12.000 años. En ese momento, una gran área de Eruopa estaba cubierta por una gruesa capa de hielo.
Debido al calentamiento durante el periodo posglacial, los hayedos fueron conquistando poco a poco todo el continente de nuevo. Y es precisamente el valor universal de que una especie de árbol haya recolonizado poco a poco todo el continente el que le ha valido que fuera inscrito en la lista de los sitios Patrimonio Mundial de la Unesco.
Este lugar, de una imponente y relajante belleza, forma parte de una red de 94 bosques de hayas repartidos por 18 países europeos y, debido a su vulnerabilidad, el acceso a estas reservas debe hacerse con una mirada sostenible y en la que seamos meramente unos observadores de la portentosa naturaleza.
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