Un paseo por Braganza, la Ávila portuguesa

Nos trasladamos hasta una de las ciudades más septentrionales del Portugal continental y fundada por los celtas en el siglo II a.C. con el nombre de Brigantia.

Braganza tiene mucho que ofrecer, además de sus murallas.
Braganza tiene mucho que ofrecer, además de sus murallas. / Istock / Luis Fonseca

Hace mucho, mucho tiempo (bueno, quizá no tanto) los viajeros más longevos, aquellos que vieron como España se adhería a la Unión Europea allá por 1986, cruzaban los poco más de 20 kilómetros que separan el noroeste de la península, a través del Parque Natural de Montesinho, para disfrutar de Braganza. No lo hacían, en su mayoría, para descubrir un enclave con muchos años de historia; tampoco porque les recordara a ciudades como Toledo o Ávila, con sus imponentes murallas… el principal atractivo turístico durante los 80 y 90 en Braganza no fue otro que la venta de productos para el hogar. Sábanas, toallas, y paños de calidad excepcional y a precios irrisorios cuando aun se pagaba en pesetas, dieron fama a este pueblo que muchos han apodado como la Ávila portuguesa.

Rincones de Braganza, Portugal.

Rincones de Braganza, Portugal.

/ Istock / mehdi33300

Braganza: ciudad amurallada

Braganza recibe al viajero y lo abraza con su muralla. La ciudad conserva su encanto medieval con calles empedradas, casas señoriales y coloridas tiendas en las que no detenerse a mirar debería ser constitutivo de delito.

Hoy en día, Braganza desafía al paso del tiempo y se muestra en un estado de conservación increíble, aunque esto no ha sido siempre así; de hecho, la ciudad quedó totalmente arrasada cuando los musulmanes entraron en la península ibérica.

El castillo de Braganza domina toda la ciudad.

El castillo de Braganza domina toda la ciudad.

/ Istock / teddiviscious

La Ávila portuguesa

La villa de Braganza se levanta en lo alto de un cerro. El explorador debe hacer acopio de fuerzas puesto que para acceder a la Ciudadela hay que subir cuestas de impacto. Eso sí, el espectáculo compensa: casas de blancas fachadas, grandes vidrieras y rematadas con azulejos que bien merecen unas cuantas fotografías. Si necesitas consejos de experto, puedes leer algunos aquí.

Las murallas de Braganza se levantaron en torno al año 1377, aunque un siglo después fueron fruto de una intensa remodelación. Y, dentro de ellas, nos topamos con el castillo de la ciudad, que se erige majestuoso gracias a la voluntad de Sancho I de Portugal, monarca luso que luchó por repoblar territorios portugueses cuando inició su reinado.

Largo do Principal con la Iglesia de São Vicente y el edificio Do Principal al fondo, Braganza.

Largo do Principal con la iglesia de São Vicente y el edificio Do Principal al fondo, Braganza.

/ Istock / Luis Fonseca

El castillo de Braganza

Destaca la buena conservación del castillo; de hecho, es uno de los monumentos nacionales portugueses mejor conservados y descubrir su interior es un auténtico placer. Así, el explorador podrá pasear por su patio de armas, o la Torre del Homenaje, lugar que acoge el Museo Militar, con una variada colección de armas, condecoraciones y ropajes militares. Además, es uno de los puntos más interesantes para sacar panorámicas de infarto en las que, si está despejado, se puede divisar hasta la comarca zamorana de Sanabria.

También resulta imprescindible la Torre de la Princesa y antigua casa del gobernador (enclave de trágicas leyendas de princesas cautivas al estilo Rapunzel). Y ya, de vuelta a la ciudad, se puede coronar la visita con un recorrido por algunos templos espectaculares. Destacan, por ejemplo, el convento de San Francisco, las iglesias de San Vicente y la Misericordia (hay que admirar el revestimiento de azulejos azules de su fachada), y la antigua catedral de Braganza, con un claustro renacentista y una sacristía que también se puede visitar.

Si el viajero va con tiempo también merece la pena hacer parada en la Domus Municipalis, edificio románico que data del siglo XII y que en su momento albergó el primer aljibe de la ciudad.

Braganza, conocida por muchos como la Ávila portuguesa, es una ciudad que merece la pena visitar, ya que conjuga a la perfección historia y modernidad. Descubrir su Ciudadela nos trasladará a épocas medievales, mientras que, si se pasea por la parte nueva de la ciudad, se puede disfrutar de grandes avenidas, centros de ocio y lo mejor de todo, la calidez de sus gentes.

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