Croacia, poco paraíso, por Jesús Torbado
La cordialidad y la hospitalidad parecen virtudes fundamentales en todo país que se presente como destino turístico. Especialmente si, como suele ocurrir, se cuelga enseguida el manido eslogan de "paraíso".
Es evidente que ni los croatas ni sus vecinos balcánicos -sean de fidelidad eslavo-germánica o de tradición otomana- tienen muchas razones para sonreír o para ser amables los unos con los otros. Ni con los forasteros, claro. Apenas han transcurrido cinco años del final teórico de las últimas tragedias bélicas que en su solar se escenificaron y las heridas siguen abiertas. En las afueras de cada pueblo, como jóvenes jardines tristes, las lápidas negras de los cementerios siguen llenas de flores frescas, de lamparillas y de otros símbolos del dolor. Mas la cordialidad y la hospitalidad parecen virtudes fundamentales en todo país que se presente como destino turístico e irresistible tentación del viajero. Especialmente si, como suele ocurrir, se cuelga enseguida el manido eslogan de " paraíso ". Así anda proclamándose la renacida Croacia, incluso con algún éxito de público, pero la experiencia y los hechos objetivos arruinan mucho tan justa pretensión.
Ciertamente, el país ofrece atractivos numerosos, sobre todo para la vacación veraniega. No sus playas -escasas o formadas por ásperos pedregales o por largos corredores de hormigón-, pero sí la limpidez del agua, la belleza de los paisajes costeros, insulares -más de mil preciosas islas a escasa distancia de tierra firme- o del interior, más unas cuantas ciudades y pueblos espléndidos del litoral dálmata y sus montañas vecinas.
Otra cosa es la hospitalidad que el viajero aguarda y merece. En general, no aparece por ningún lado entre los empleados turísticos oficiales, ni entre los trabajadores relacionados con aquella provechosa industria: recepciones de hotel, camareros, informadores, empleados de las tiendas más comunes, de los ferries , de los bancos, de las agencias de viaje... Los policías sobre todo parecen obedecer aún los reglamentos y usos totalitarios y caprichosos del antiguo régimen comunista. Y no me refiero aquí al espectáculo de las lesbianas vascas, las que dieron el cante " feministaliberal " en una playa de Split no nudista en septiembre pasado; la verdad de lo ocurrido quedó finalmente arropada por la bruma de las contradicciones y el interesado silencio.
Como sencillo ejemplo del feo trato podrían responder los tres automovilistas españoles que fueron multados (45 euros cobrados en el acto, bajo amenaza de detención, y con malos modos) en Korcula por dejar sus coches estacionados sobre una indecisa raya blanca pintada en un muelle, sin señal alguna de prohibición. Discutir este detalle bajo el calor de mediodía con una ruda policía croata que sólo habla tres palabras de inglés y destila mala leche a raudales, como ingenuamente pretendió este cronista en aquella hermosa ciudad, no se recomienda a ningún viajero sensato.
Precios exagerados, retenciones de horas en una única y peligrosa carretera, imposibilidad de estacionar por la angostura de la franja litoral y de las calles de los pueblos, más la falta general de espacio, que impide casi siempre bajar a darse un chapuzón en las limpias aguas, miradas hostiles y asaltos de los paisanos ofreciendo sin desmayo " aparmani " -alojamiento-, rigor de policías, comida apenas comestible y limitada prácticamente a pizzas de fábrica y pinchitos de carne de dudoso origen, entradas caras para visitar los pocos monumentos de interés, esperas interminables ante los ferries , sin posibilidad de reserva, lo que dificulta mucho la visita a las islas... Si a todo ello se añaden en verano, y dentro de un espacio vital reducido, miles de coches polacos, húngaros, lituanos, eslovenos, alemanes, bielorrusos y austríacos recalentados, frenados en su marcha por pesados atascos, conductores temerarios, la búsqueda de parking y la confusión de señales, a nadie podría extrañar que aquellas españolas multadas se lanzaran en cueros al agua para remediar sus muchas raciones de estrés. El litoral adriático de Croacia y sus islas son tan hermosos como desapacibles son sus habitantes y grosera es la organización turística en la vieja Dalmacia. A veces hay que pensárselo dos veces antes de llamar a las puertas del " paraíso ".
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