Sidney, un paseo por la joya de las antípodas
La ciudad más grande de Australia alberga uno de los entramados urbanos más modernos y cosmopolitas del mundo
Atrevida, hedonista, extravagante, Sidney es la vanguardia de las antípodas, una ciudad que combina la arquitectura más rompedora con soleadas playas salpicadas de tablas de surf, la más alta cultura con un agradable culto al cuerpo que hace del deporte una religión. La metrópoli más grande de Australia bebe de todos los continentes para ofrecer una mezcla fantástica que se pone de manifiesto en estos rincones, cada uno de los cuales con una personalidad propia:
The Rocks, el centro histórico
A pesar de su aspecto ultramoderno, Sidney es la ciudad más antigua del continente rojo y la primera que asistió sin remedio al cruel asentamiento de los convictos ingleses e irlandeses. Fueron ellos, junto con sus guardianes, quienes llegaron desde la remota Gran Bretaña en 1778 al que, por entonces, era el hogar ancestral de los eora, una comunidad aborigen entregada a la pesca, la caza y la recolección. Así, en barco, encadenados, arribaron los primeros habitantes blancos para resolver los problemas de hacinamiento que se daban en los penales británicos.
De aquello queda una pequeña huella en The Rocks, el barrio con más solera. Un conjunto de callejones, plazas y casitas de piedra arenisca, que fue el epicentro de la vida portuaria cuando se instalaron los europeos, y que hoy es una de las zonas más turísticas y está plagada de pubs, cafés e incongruentes tiendas de souvenirs donde se venden peluches de koalas y llaveros con forma de boomerang.
La Ópera y el Harbour Bridge
Conocida como la ciudad de las mil bahías, de entre todos estos entrantes de mar sobresale el más famoso y espectacular, Port Jackson, indiscutible alma de la ciudad. Aquí, asentadas en los extremos, brillan los dos grandes iconos de Sidney: el Harbour Bridge y la Sydney Opera House, dos gigantes entre los que se sitúa Circular Quay, el punto nodal de las comunicaciones marítimas y terrestres.
El primero, apodado la Vieja Percha, conecta el corazón financiero del CBD (Central Business District) con el norte de la urbe, en un carismático paseo que puede abordarse caminando, en coche, bicicleta, patines… e incluso escalando, siempre con unas vistas prodigiosas. La Opera House, diseñada por el danés Jorn Utzon, es más que uno de los más prestigiosos templos musicales del mundo, la viva encarnación de la identidad australiana.
Darling Harbour para la gente guapa
Sí, porque es el lugar donde los jóvenes se dejan ver en las terrazas a la hora del afterwork. Un puerto encantador y glamouroso que se asienta en la bahía de Cokle, donde la luz a la caída de la tarde refleja en la cubierta de los barcos el amasijo de acero y cristal que proyectan los rascacielos. Flanqueado de bares y restaurantes elegantes, es un must de la ciudad en el que admirar el monorraíl futurista que cruza por las alturas y atracciones tan variopintas como el Madame Tussauds, el Acuario y un interesante Wildlife donde hartarse a contemplar canguros y koalas.
El Jardín Botánico
Está detrás de la Ópera y es otro paseo imprescindible no sólo porque se trata de un remanso de paz para los urbanitas sino también porque en esta zona exuberante se concentran más de 4.500 árboles de diferentes ecosistemas. Aquí, además, conviven zorros voladores, cacatúas y aves acuáticas a los mismos pies del asfalto. Al final del parque, ya rozando el mar, se erige la silla de Mrs. Macquaries, que ejerce de perfecto mirador.
Los barrios alternativos
Perseguir los distintos latidos urbanos de Sidney pasa por conocer sus barrios. Newtown tiene un aire al Malasaña madrileño con sus garitos de rock en vivo frecuentados por estudiantes. Surrey Hills expone la vena más artística con sus múltiples talleres y galerías. Paddington exhibe elegantes casas adosadas y tiendas de diseñadores independientes. También está King Cross, donde se despliega la juerga más sórdida en locales de striptease, clubes y discotecas gays.
Mucho más sosegada es la famosa Oxford Street, donde se da una sucesión de cafeterías, bares y terrazas que enlazan los dos grandes parques a donde se acude a hacer deporte: Hyde Park y Centenial, dos pulmones en los que llama la atención, una vez anochece, el revoloteo de murciélagos de tamaño descomunal.
Las playas legendarias
Son la guinda de la ciudad, allí donde la vista se pierde entre olas y tablas de surf. Bondi Beach, la más famosa, está siempre atestada de jóvenes chamuscándose en su arenal con forma de media luna, flanqueado de tiendas de ropa deportiva y bares con bebidas orgánicas.
Manly, al norte, resulta más familiar, aunque tampoco escasean los surferos. Lo más atractivo, sin embargo, es acceder a esta playa a pie, a través de un sencillo camino que tiene su salida en Split: diez impagables kilómetros en los que se suceden calas de agua esmeralda arropadas por bosques de pinos.
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