Los viajes de Xavier Aldekoa: “Los ríos son imanes de vida, de pueblos, de civilizaciones, de historias”

Su último viaje recorriendo el Congo durante más de dos meses nos enseña que el segundo río más largo de África destila luz entre tinieblas y que los pueblos que habitan sus orillas conservan un tesoro incalculable de valores ancestrales.

Río Congo.
Río Congo. / Istock

El río Congo se dibujaba para Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas como una gran serpiente desenroscada, con su cabeza en el mar, el cuerpo en reposo curvándose hacia lo lejos sobre un vasto territorio y la cola perdida en lo más profundo del continente. Para Javier Reverte, el río se presentó tal y como lo había visto Conrad más de 100 años antes: “Tan hermoso como temible, tan dulce como salvaje. Es tan humano que da miedo. Y un hombre que quiera conocerse a sí mismo pateando los confines de la Tierra no debe ahorrar en su camino la navegación del Congo”. 

Xavier, entre dos rebeldes del MAC (Movimiento de Acción por el Cambio) en las montañas del este del país.

Xavier, entre dos rebeldes del MAC (Movimiento de Acción por el Cambio) en las montañas del este del país.

/ Alfons Rodríguez

Xavier Aldekoa es uno de esos hombres abierto a patearse los confines de la Tierra y, por tanto, no se ha ahorrado la navegación por el Congo. El reportero, que tuvo presente en su andadura tanto a Conrad como a Reverte, decidió, sin embargo, hacer un recorrido diferente a ambos escritores: no a contracorriente, sino río abajo. “Era intencional hacerlo al revés que en El corazón de las tinieblas porque yo quería explicar un continente que evidentemente tiene sus heridas, tiene sus cicatrices, pero también tiene una luz, una luminosidad, una cultura, una gente que creo que tiene mucho color, que no son tinieblas”, explica Xavier.

Cataratas Boyoma.

Cataratas Boyoma.

/ Istock

Y no ha recorrido solo un tramo, como Reverte y Conrad, sino que lo ha hecho desde su nacimiento hasta su desembocadura, su sueño de “toda la vida” y que ha narrado en su último libro, Quijote en el Congo (Editorial Península). Con una mochila de ocho kilos con lo imprescindible (dos mudas de ropa, mosquitera, linterna, libreta y boli, navaja, mechero, merchandising del Barça y el Real Madrid...) y con un ejemplar del Quijote como “compañero de viaje”, Xavier se internó en los paisajes que dibuja este gran río africano. 

Selva congolesa.

Selva congolesa.

/ Pau Coll

Cual caballero andante, pero de los “verdaderos”, como decía el Quijote (los que “al sol, al frío, al aire, a las inclemencias del cielo, de noche y de día, a pie y a caballo, medimos toda la tierra con nuestros mismos pies”), Xavier lleva 21 años dando testimonio, riesgo mediante, de la realidad del continente olvidado. Parte de esa labor la ha hecho, desde 2009, como corresponsal en África para La Vanguardia.

“No podría haber hecho este viaje si no llevara 20 años de experiencia en el continente africano y probablemente si lo hago dentro de 15 o 20 años, físicamente no habría podido porque la fatiga que he acumulado, dormir encima de una nevera, agarrado en una motocicleta calado hasta los huesos, no habría resistido...”, explica. Pero, sin duda, la fatiga, el alimentarse prácticamente de “cacahuetes, mangos y plátanos y galletas” y el riesgo de enfermar y tratar con rebeldes han valido la pena. “He tenido la sensación, de verdad y literalmente, de estar atravesando el paraíso en la Tierra”, reconoce satisfecho. “El Congo es extremadamente bello. Y los atardeceres, los amaneceres… No me voy a olvidar de momentos de gran belleza...”

Cataratas Murchison en el Nilo Blanco, Uganda.

Cataratas Murchison en el Nilo Blanco, Uganda.

/ Istock

Un continente hiperbólico

Bello es también el Nyiragongo, “un volcán, fuera del río, que en la parte de arriba tiene un lago de lava y puedes dormir arriba porque hay unas casetas, es espectacular, es un sitio mágico. Congo se declina en hipérboles y parte de esas son en la naturaleza”, cuenta Xavier.

Kongolo.

Kongolo.

/ Xavier Aldekoa

Y esas hipérboles se pueden aplicar a todo el continente africano, que tan bien conoce Xavier. Entre esos lugares exageradamente bellos nos cita el Okavango en Bostuana, las montañas Rwenzori en Uganda, el volcán Ngorongoro en Tanzania... Porque otro tipo de turismo en África es posible y, de hecho, Xavier defiende que ya existe: “Es posible viajar por África con calma. A lo mejor te vas a perder el león más chulo cazando a la cebra, pero el animal que encuentras va a ser más tuyo, vas a crear un momento más especial”.

Volcán Nyiragongo.

Volcán Nyiragongo.

/ Istock

El concepto del viaje para Xavier, como para todos los grandes viajeros, parte de otras premisas. Y es así desde que era bien joven, desde que con 17 años atravesara a pie los Pirineos junto a uno de sus hermanos durante 38 días, durmiendo en tiendas de campaña... “Así entiendo los viajes. Intentar desvestirlos de comodidades permite que afloren otras cosas. Y en la montaña me pasó con mi hermano. Ahora pienso: ¿podríamos haber ido con más comodidades? Sí, pero el viaje habría sido diferente y lo que yo sentí, también. Y lo mismo con el Congo. El capitán del barco me dijo: ‘Pero vamos a viajar a la congolesa. Tú mismo’. Y todos me confesaron en algún momento del viaje que se pensaron que yo no duraría ni dos días. Pero cuando ven que aguantas, algo cambia y te abrazan de una manera que casi te conviertes en alguien de la familia y te ayudan un montón”.

Cráter del Ngorongoro.

Cráter del Ngorongoro.

/ Getty Images

Con la ayuda de estas personas (cuyas fascinantes y muchas veces desgarradoras historias desgrana en el libro) y su perseverancia, Xavier cumplió su objetivo. Ahora cree que no podrá recorrer el Níger, con el que completaría su trilogía sobre los grandes ríos africanos junto al Nilo y al Congo. “No lo descarto, pero tengo la sensación de que no va a poder ser. Pasa por zonas muy muy controladas por grupos yihadistas y eso te condena a un secuestro y a una muerte prácticamente segura.” 

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