El turismo urbex: la singular moda de descubrir lugares abandonados

Una invitación a descubrir los lugares más inexplorados y peligrosos del planeta.

La práctica el urbex está cada vez más extendida por todo el mundo
La práctica el urbex está cada vez más extendida por todo el mundo / Urbex_asturias (Pablo Diez)

Hay viajeros intrépidos que se atreven a adentrarse en los rincones más inexplorados, a veces peligrosos, pero siempre sorprendentes. Conocer un lugar pasa también por penetrar en su pasado más oculto. Ese del que los guías no hablan, aquel que solo comprenden los que allí habitan -o habitaron-. Ese pasado habla por sí solo a través de fotografías, manuscritos, muebles, artilugios, obras de arte... Y se halla en el encanto de lo abandonado. En eso consiste el urbex, procedente de la unión de dos palabras inglesas: 'urban' y 'exploration', es decir, exploración urbana.

El pueblo abandonado de Valdeancheta, en Guadalajara

El pueblo abandonado de Valdeancheta, en Guadalajara

/ Lidia Lozano

Las localizaciones abandonadas no aparecen en los mapas, ni tampoco en Internet. Más bien uno se entera de que existe un edificio abandonado por el boca a boca. Escuelas, casas, castillos, cárceles, fábricas, capillas, sanatorios, hospitales, pueblos enteros o literalmente cualquier tipo de construcción que haya sido simplemente erigida es suceptible de quedar completamente desatendida. Pablo, el explorador que está detrás de la cuenta de Instagram @urbex_asturias, nos cuenta que su método en la búsqueda de esos lugares consiste en "gastar mucho gasoil" y andar más aún.

Las normas del urbex

Aunque él confiesa que no es partidario de que se establezcan unas normas, puesto que el urbex debe basarse en el respeto por dejar todo tal cual lo encontraste, la creciente comunidad de exploradores sí marca algunas reglas básicas: no ser vistos, no robar, no romper y no dar ubicaciones. En una de sus excursiones, Pablo encontró una casa que habían desvalijado hacía un tiempo, sin ningún tipo de cuidado, y se pasó "dos o tres horas" ordenándola. Lo publicó en sus redes y hubo gente que lo criticó recordándole la normativa del urbex.

El interior de una casa abandonada con sarcófago en Asturias

El interior de una casa abandonada con sarcófago en Asturias

/ Urbex_asturias (Pablo Diez)

"La norma principal no la estamos cumpliendo, que es entrar en un sitio que no es nuestro", afirma. A lo que añade que él nunca rompe ni roba nada. Además, siempre pide permiso a los vecinos -si hay- y en caso de obtener una respuesta negativa se marcha en busca de otro lugar. Se ha criado en un pueblo y sabe lo que es recibir visitas de forasteros, así que también es consciente de que "hablando con ellos se despreocupan y saben que no vas a hacer nada malo", solo algunas fotografías. "Les presta ver que hay gente joven interesada por las cosas antiguas", asegura.

Una escuela abandonada con apuntes todavía encima de la mesa

Una escuela abandonada con apuntes todavía encima de la mesa

/ Urbex_asturias (Pablo Diez)

En las casas todo está tal cual quedó cuando sus dueños se fueron por el motivo que fuera. Hay espacios realmente espectaculares -como un hotel de más de 300 metros de alto-, donde todo lo que pueda alcanzar la imaginación podría ser posible. Muchos aventureros van también en busca de leyendas paranormales, que ven una oportunidad de aparecer en cualquier emplazamiento abandonado. Nunca se sabrá si lo que allí se cuenta es cierto o no, pero los escalofríos que se pueden llegar a sentir en algunos lugares no tienen una explicación. Pablo, por su parte, tan solo rebusca en los recuerdos reales encerrados entre paredes.

¿Legal o ilegal?

La mayoría de sitios a los que entra están abiertos precisamente porque alguien ya ha entrado anteriormente con peores intenciones. Como la mayoría de personas que practican este hobby, lo que más disfruta es descubrir qué pasó allí y cómo se vivía antaño. Ese sentimiento de viajar al pasado lo recuerda con una de sus incursiones en pueblos asturianos donde entró a una escuela que "estaba intacta", con sus pupitres de madera, la primera estufa, incluso los libros antiguos en el armario. No ocurre en lugares conocidos por estar abandonados, como el pueblo de Belchite, donde se cobra entrada y hay un guía que explica todos sus secretos.

Ruinas de Belchite

Ruinas de Belchite

/ Istock / Antonio Ortega

Pese a que lleva años practicando el urbex, siempre le asombra que haya casas con tantos recuerdos que nadie haya querido recuperar. "Normalmente son problemas de herencia", afirma, "pero yo no lo entiendo". Otros lugares quedan a merced del paso del tiempo simplemente porque fueron clausurados, porque ya no tenían la función que se les otorgó en un inicio o porque su dueño no quiere hacerse cargo. La línea entre lo legal y lo ilegal queda algo difuminada con la práctica del urbex. Siempre y cuando se haga con respeto por la zona y sus antiguos moradores, no debería haber ningún problema. Un consejo para los principiantes: "que disfruten".

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