Reabre después de 35 años el primer parque diseñado por Dalí y otros artistas

Fue un ambicioso proyecto que terminó en el mismo verano en el que se inauguró, en 1987.

El carácter de arte y diversión se sigue conservando en una nave de Los Ángeles
El carácter de arte y diversión se sigue conservando en una nave de Los Ángeles / Luna Luna Forgotten Fantasy. Joshua White

Un verano de 1987, el artista austríaco André Heller abrió en Hamburgo (Alemania) un proyecto bajo el nombre de Luna Luna: un parque de diversiones con instalaciones creadas por los artistas del momento. En definitiva, un sueño para los más pequeños y otro para los amantes del arte. Solo funcionó durante ese verano, pero esos meses le bastaron para convertirse en el primer parque artístico de diversiones del mundo. Aunque su autor contaba con que fuera algo mucho más grande -lo visitaron unas 250.000 personas-, se quedó en el verano del 87. Tras 35 años sin funcionar, se recuperaron los tesoros del parque de 44 contenedores de Los Ángeles, la ciudad de las estrellas, y ahora se ha reabierto a más de 9.000 kilómetros de distancia.

La revista alemana Neue Revue subvencionó la iniciativa con 350.000 dólares de la época que sirvieron a Heller para recorrerse parte del mundo en busca de artistas que lo ayudaran. En Europa encontró a algunos como Salvador Dalí que ideó el Dalídom, un domo cuyo interior albergaba un gran espejo decorado por él. Su voz cruzó el charco y llegó a contar con el apoyo de Andy Warhol, que le recomendó incluir al músico Miles Davis. En Nueva York encontró también a Kenny Scharf y Roy Lichtenstein, que le puso en contacto con David Hockney. Jean-Michelle Basquiat ilustró una noria, Hockney creó un bosque geométrico, Keith Haring diseñó un carrusel y Sonia Delaunay pintó el arco de entrada.

El carrusel de Keith Haring

El carrusel de Keith Haring

/ Luna Luna Forgotten Fantasy. Jeff McLane

En total aceptaron participar unos 30 "visionarios del arte". Para algunos era una "feria de atracciones", mientras que para otros era el "museo del futuro". Según contó Heller en 2016, el motivo por el que todos estos profesionales aceptaron participar a un precio tan sumamente bajo fue porque les dijo: "Escuchen, reciben constantemente los mayores encargos, todo el mundo quiere sus cuadros o esculturas, pero yo los invito a que viajen de vuelta a sus infancias". Nunca se sabrá si fue por aquella frase o por otra razón, pero todos respondieron con un sí rotundo. Algunos de ellos incluso viajaron a Austria para reutilizar piezas descartadas de otros parques.

Visitantes esperando para subir a la noria de Basquiat en 1987

Visitantes esperando para subir a la noria de Basquiat en 1987

/ Luna Luna Forgotten Fantasy. Sabina Sarnitz

Arte y juego

El ayuntamiento de Viena no quiso continuar con el proyecto y Heller lo vendió por seis millones de dólares a la Fundación Stepehen y Mary Birch, una entidad instaurada en San Diego, California. Cayeron en el olvido y en 2007 se transportaron a unas instalaciones del desierto de Texas, donde permanecieron ocultas 15 años. Los actuales promotores aseguran que continúan "trabajando arduamente para crear nuevas experiencias que combinen arte y juego", al tiempo que persiguen "el objetivo a largo plazo de construir la próxima versión de Luna Luna: un parque de diversiones artístico con artistas contemporáneos".

El altar donde casarse bajo la excéntrica ley de Luna Luna

El altar donde casarse bajo la excéntrica ley de Luna Luna

/ Luna Luna Forgotten Fantasy. Charles White

Aunque todavía a día de hoy se consideran demasiado valiosas y delicadas como para darles el uso para el que se pensaron, por lo que se parece más a una exposición artística que a un parque de diversiones. Lo que sí funciona con el objeto con el que se ideó es la capilla de Heller, donde es posible casarse "bajo la excéntrica ley de Luna Luna" por un precio de diez dólares. Todo el que lo visita afirma que es un lugar lleno de magia, de alegría y, por supuesto, de arte. Una manera diferente de ver el mundo, una posibilidad de escapar de la cruda realidad y refugiarse entre la vanguardia más estrambótica.

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