El pueblo de Salamanca que nadie conoce: alucinarás con su forma 'espina de pescado'

Cuatro puertas dan acceso a uno de los pueblos más desconocidos de Salamanca. Una por cada punto cardinal: la de Nuestra Señora, San Ginés, el Postigo y la de la Villa. Todas ellas enclavadas en unos 600 metros de muralla que llevan en pie casi 900 años. Y por muy difícil que sea de creer, el tiempo no ha pasado por ella y tampoco ha dejado que lo haga en el resto del pueblo, enclavado en plena Sierra de Francia.

Entre bosques de alcornoques, robles y madroñeras, con viñedos y olivos coronando el paisaje y ante la atenta mirada de los ríos Francia y San Benito, Miranda del Castañar se alza antigua y encantadora. Antes de entrar por ninguna de las puertas de su muralla se ubica la antigua Plaza de Armas, uno de los cosos taurinos más antiguos de España -junto al de Béjar y el de Ronda-, con cinco siglos de historia.

Hogar de los Caballeros Templarios

Además de conservar la muralla y la plaza de toros prácticamente intactas, también lo hace con su castillo, cuyo origen se remonta a los siglos XIV y XV. Construido sobre otra fortaleza más antigua, se cree que podría haber albergado la legendaria Orden de los Caballeros Templarios. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que supuso el origen del pueblo actual, pues sirvió de hogar para buena parte del señorío de la Sierra de Francia.

Accediendo al pueblo por la Puerta de San Ginés, la más cercana al coso taurino y a la antigua alhóndiga, se llega a la calle Derecha, repleta de casas de mampostería y madera -tan características de esta zona salmantina- y otras de granito con blasones en las fachadas, coronadas por escudos nobiliarios que un día marcaron los oficios y edificios públicos: Escribano, Los Tejeda, las Carnicerías o la Cárcel Real.

Leyendas y tradiciones religiosas

La iglesia de estilo gótico, dedicada a Santiago y San Ginés de Arlés, data de los siglos XIIX y XIV y se enfrenta a la Torre de las Campanas, del XVII. Allí también se conservan dos de las cinco ermitas que hubo en su día: la del Cristo del Humilladero a la entrada y la de la patrona la Virgen de la Cuesta a las afueras, asomándose a la Peña de Francia. Como todos los pueblos, Miranda del Castañar tiene una leyenda que habla de su patrona.

Se dice que hace muchos siglos, la Virgen de la Cuesta se apareció a unos niños en el hueco de un olivo, un escenario idílico en el que se unen los ríos Francia y San Benito. No podía haberse aparecido en un lugar más perfecto. También se cuenta que cada año se cambian los racimos de uvas que sostiene el patrón de la Puerta de San Ginés y que, cada vez que se retiran, se encuentran siempre intactos y los vecinos se los comen.

Espina de pescado

Más allá del aura mágica que envuelve el pueblo, Miranda del Castañar cuenta con una disposición muy curiosa, casi única. Desde el aire parece que tiene forma de espina de pescado, un ejemplo de arquitectura que no se repite prácticamente en ninguna ciudad europea pero que supone un desagüe perfecto para evitar que el agua de las lluvias alcanzaran los ganados que habitaban las plantas bajas de las viviendas.

Antiguamente eran más de tres mil las almas que podían contarse en este rincón de la Sierra de Francia. Hoy son algo menos de 500. Medio millar de personas que conservan leyendas, tradiciones y detalles de uno de los pueblos medievales más bonitos de España. Y de los menos conocidos y valorados de Salamanca. A pesar de su inmenso valor histórico al que se añade el gastronómico, el natural y el vinícola. Miranda del Castañar está dispuesto a ser descubierto.