Olmeda de la Cuesta: el pueblo más publicitario de Cuenca

Este pueblo de 21 habitantes no ha salido en ningún anuncio, sino que los alberga.

El arte preside las calles de Olmeda de la Cuesta.
El arte preside las calles de Olmeda de la Cuesta. / Lidia Lozano

Un alcalde comprometido, vecinos que aman su pueblo y mucha imaginación. Es el cóctel irreprochable que ha funcionado en Olmeda de la Cuesta (Cuenca), un pueblo en peligro de extinción que ha bajado de 400 a 21 habitantes en cuestión de 70 años. Ya en la década de 1980 empezó a notar la despoblación humana y natural: una enfermedad fúngica acabó con todos los olmos que rodeaban el lugar y con todos los de España. Aun así, en el centro de la plaza conservan un ejemplar único. No solo esto llama la atención en Olmeda de la Cuesta, pues su alcalde por 16 años, José Luis Regacho, hizo todo lo que pudo y más por darle a su querido pueblo una segunda vida.

Cabina telefónica en la Plaza Mayor

Cabina telefónica en la Plaza Mayor

/ Lidia Lozano

Desde que llegó a la alcaldía en 2007 ha buscado la manera de aunar en su territorio todas las especies de árboles características de cada comunidad española: un tejo de Rascafría cortesía de Ayuso, dos secuoyas de La Rioja, un castaño que le donó la Xunta de Feijóo, un esqueje del árbol de Guernika donde se jura el cargo de lehendakari e incluso un olivo de Getsemaní (Jerusalén), para ir repoblando poco a poco los solares. Vicente García, olmedano y artista, ha ayudado en mejorar la imagen de sus calles con esculturas, maceteros y coloridos muros de colores tierra que encajan a la perfección con el ambiente que se respira.

Macetas decorativas colocadas por Vicente García al lado de la Iglesia

Macetas decorativas colocadas por Vicente García al lado de la Iglesia

/ Lidia Lozano

Las formas curvas y orgánicas parece que otorgan vida a Olmeda de la Cuesta. Desde estas construcciones se avista campo y muchos pequeños árboles en pleno crecimiento, frente a la contraluz que ofrece el atardecer tras unos pequeños montículos. Hasta las placas de las calles y los carteles de los lugares están realizadas a mano por Vicente García en azulejos. Todos estos pequeños detalles cubren de personalidad un pueblo de calles desérticas en pleno invierno, pero casi a rebosar en verano. Prueba de ello es el parque infantil que ocupa gran parte de la plaza principal, con juegos pintados en el suelo, balancines, toboganes, columpios y todo tipo de entretenimiento para los más pequeños. Como no, enfrente del bar.

Publicidad a modo de decoración

Esto no es todo. Más allá de la gran cantidad de tipos de árboles y el arte de figuras imposibles en honor al tiempo, hay algo que preside las fachadas de prácticamente todas las casas: carteles publicitarios. Ya son más de 70 originales impresos en azulejos -que confeccionan desde Aspadec, una asociación de personas con discapacidad-; algunos acompañados de un código QR que conduce al vídeo original de YouTube. Es un proyecto llevado a cabo con sumo cuidado. El alcalde se ha preocupado desde el principio en pedir permiso a la empresa anunciante y al propietario de la vivienda donde iba a colocarse. Tanto es así, que los vecinos eligieron el anuncio que querían en su casa.

Cartel publicitario de Antiu Xixona

Cartel publicitario de Antiu Xixona

/ Lidia Lozano

Gracias a este método ha conseguido que todo esté tan perfectamente encajado como los engranajes de un reloj. Uno de los vecinos quiso tener el cartel de Mahou, su cerveza favorita; otro que se llama Pepe tiene el cartel luminoso del Tío Pepe; una segoviana de nacimiento cuenta con el de Anís La Castellana. Pipas Facundo, Cola Cao, Pepsi, Nitrato de Chile, Pikolin, Antiu Xixona o Kas son algunas de las marcas que pueden verse por todo Olmeda. Además de impresos en azulejos, tienen también en otros formatos, como el muñeco de Michelin, el toro de Veterano Osborne de los años 50 o una réplica de la placa luminosa de Swcheppes de la Gran Vía madrileña.

Cartel de Schweppes

Cartel de Schweppes

/ Lidia Lozano

Las calles de Olmeda de la Cuesta adquieren una apariencia especial, casi de museo al aire libre. El pueblo que parecía que iba a caer en el olvido, recibe a más de 100 personas en verano y cada vez hay más familias con una casa en propiedad aquí. El ahora exalcalde ha logrado su objetivo y el pequeño pueblo de 21 habitantes censados no tiene ningunas ganas de morir.

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