Reto Pelayo Vida 2023 en la Patagonia, en directo: la motivación puede más que el vendaval

El frío intenso y el mal tiempo se alían contra la expedición, que avanza hacia al cerro Gorra Blanca.

Hacia el Marconi.
Hacia el Marconi. / Josep María Palau

El frío es una de las constantes del viaje por la Patagonia argentina, incluso en esta época en la que el buen tiempo ya tendría que asomar en el hemisferio sur. El problema no es tanto la temperatura como la sensación térmica que provoca el viento que sopla constante en estas tierras. De todos modos, el inicio de la ascensión hacia el Campo del Hielo Sur y el cerro Gorra Blanca por parte de las cinco participantes en el Reto Pelayo Vida ha sido indulgente al principio.

Lago eléctrico.

Lago eléctrico.

/ Josep María Palau

El sol ha hecho su aparición y las ráfagas no han superado los 20 km/h. en un valle abierto que bordea los pies del monte Fitz Roy (3.405 m), rasgando las nubes en lo alto con sus garras de piedra. El camino sube gradualmente para obtener una vista espectacular del lago Pollone y sus aguas turquesas, densas como la leche, que recogen las aportaciones de los glaciares que lo rodean. En un primer momento, el macizo Treinta Aniversario sigue imponiéndose a la mirada, pero poco a poco va ganando protagonismo al fondo del cuadro el triángulo perfecto del monte Marconi 1.

Hacia el Marconi.

Las expedicionarias del Reto Pelayo Vida 2023, en plena aventura.

/ Josep María Palau

Por suerte, la temperatura general es demasiado fría aún y permite vadear el primer río sin descalzarse, simplemente haciendo equilibrios entre piedras. Esto es más importante de lo que parece, ya que las mujeres que han padecido un cáncer severo tienen, por lo general, una mayor sensibilidad en las extremidades, que se les quedan frías con facilidad. Descalzarse a primera hora de la mañana para vadear la corriente puede suponer caminar todo el día con mucha incomodidad.

Rumbo al Marconi.

Rumbo al Marconi.

/ Josep María Palau

No olvidemos que el Reto Pelayo Vida nació hace nueve años como una inspiración para todas aquellas a las que ha sido diagnosticado algún tumor. Edición tras edición, el objetivo de las aventuras que propone no es otro que ser una fuente de energía para quienes sufren o han sufrido el cáncer, una motivación para luchar y superarlo. Como dice Anna Blanco, vecina de Ontinyent y una de las participantes en el Reto de este año: “Tan importante es lo que viene antes como lo que llega después de la enfermedad. Igual que cuando subes una montaña. También hay que bajarla”. Una imagen que viene muy al caso.

Monte Fitz Roy.

Monte Fitz Roy.

/ Josep María Palau

Entre el Pollone y el lago Eléctrico corre un caudal constante que forma meandros a cierta distancia de las terrazas cortadas en la roca por los elementos y el paso del tiempo, cubiertas de musgo en parte. También de líquenes, que conviene no pisar cuando ha llovido o los ha humedecido la nieve, ya que son extremadamente resbaladizos y pueden acabar con el desafío en cuestión de segundos. Las morrenas, montones de rocas que arrastran los glaciares y precipitan en las orillas, obligan a la expedición a avanzar penosamente, saltando de piedra en piedra y retrasando la marcha. Al final, llega la recompensa de La Playita, que como el nombre indica es una verdadera playa situada a cierta distancia del lago Eléctrico y que ofrece refugio en días de tiempo revuelto.

Redacción Viajar

El camino desde aquí no hace más que empeorar a ojos de quien no ama este tipo de caminatas, pero se convierte en una auténtica experiencia de alta montaña para el apasionado. El cielo se ha cubierto y una nevada gana intensidad justo cuando ya se han tendido los cables para superar el cañón por el que salta y brama un río de deshielo que hay que franquear para llegar al paso Marconi. La primera en cruzar es la cántabra Sonia Saiz, quizá la más fuerte de la expedición y una de las que contribuye a subir la moral del equipo con su vitalidad. Poco a poco, todas atraviesan al otro lado con todo el equipo para alcanzar un par de horas más tarde la Laguna de los 14, donde se montan las tiendas de campaña para pasar la noche.

En plena expedición.

En plena expedición.

/ Josep María Palau

Al amanecer en el saliente de la roca donde se ha acampado, aún queda por delante queda una sección de 250 metros desnivel, superando neveros y placas heladas que justifican el haber acarreado crampones y raquetas de nieve hasta aquí. Por algo el Campo de Hielo Sur es la superficie helada más grande de la tierra, solo por detrás de la Antártida y Groenlandia. Tal y como lo expresa Laura Villa, es como un mar nevado que nunca se acaba. O, al menos lo parece durante las siguientes cinco horas de travesía, con una sensación térmica constante de -10 ºC. El frío es intenso y el clima no parece ir a mejor, pero la motivación puede más que el vendaval, en especial para estas cinco intrépidas luchadoras contra el cáncer. “Yo no tengo miedo. Si acaso, respeto por lo desconocido”, dice sonriente la turolense Laura. Llega de nuevo la noche y conviene levantar un muro de nieve para proteger las tiendas de campaña. El cielo se enciende con todos los matices del violeta y el rojo. La noche será corta porque, ahí delante, a un tiro de piedra en apariencia, ya define su forma el Gorra Blanca, la cumbre que ha de poner punto final al Reto Pelayo Vida 2023.

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