La historia de cómo la antigua York dio su nombre a Nueva York

Hay una 'vieja' York, pero no lleva el adjetivo delante y es la ciudad inglesa conocida por ser una de las más bonitas de Inglaterra.

Nueva York ha evolucionado tanto que es difícil identificar la influencia europea
Nueva York ha evolucionado tanto que es difícil identificar la influencia europea / Istock / FilippoBacci

Cuando se dice que la historia de Estados Unidos en general y de este estado en particular como zonas 'occidentalizadas' no es demasiado extensa no se dice en vano: Nueva York se fundó oficialmente en el siglo XVII. Apenas han pasado 350 años desde que la ciudad que nunca duerme se sitúa así en el mapa. De hecho, Washington es una de las capitales más modernas del mundo.

En ese tiempo ha crecido como pocas en el mundo, convirtiéndose en la más poblada de Estados Unidos y el destino donde todos quieren vivir el verdadero sueño americano. Antes de la llegada de los europeos, los Lenape (amerindios) habitaban aquella zona que llamaban Lenapehoking. Aunque hoy han caído en el olvido.

Fue Giovanni da Verrazzano el europeo que se dice que avistó por primera vez el territorio en 1524 y lo bautizó como Nueva Angulema -en honor a la ya existente ciudad francesa-. Lo describió como "un lugar agradable" con "pequeñas colinas empinadas", aunque ni siquiera llegó a bajarse de la carabela.

Casco histórico de la actual Angulema

Casco histórico de la actual Angulema

/ Istock / Petegar

Unos años después, en 1609, el británico Hudson al servicio de Holanda arribó a aquella bahía, dando nombre a su río. Cinco años después, los holandeses se instalaron en el primer asentamiento europeo, en Fort Orange -ahora Albany-. Las familias holandesas llegaron huyendo de las persecuciones religiosas que estaban sufriendo en la actual Bélgica.

En 1624 se construyó el Fort Amsterdam. Se acababa de formar la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales y el objetivo era proteger las operaciones comerciales río arriba. Un año más tarde Peter Minuit compró la isla de Manhattan a los nativos por 24 dólares y volvió a modificar el nombre a Nueva Ámsterdam.

Vista de Poughkeepsie (ciudad de Nueva York) desde el río Hudson

Vista de Poughkeepsie (ciudad de Nueva York) desde el río Hudson

/ Istock / Paul Hamilton

Tras medio siglo habitando allí, el tratado de Westminster hizo que la isla de Manhattan pasara a ser propiedad de los ingleses, concretamente del hermano del rey Carlos II de Inglaterra, el Duque de York. En aquel año se fundó Nueva Inglaterra y se rebautizó a la ciudad finalmente como Nueva York.

El viejo y el nuevo York

Realmente poco tienen que ver el 'viejo' York con el nuevo. Para empezar, la historia de York se remonta a la época romana, concretamente al año 17. Algo que sí tienen en común -como casi todas las ciudades del mundo- es que no tenía el mismo nombre en sus orígenes, se llamaba Eboracum y constituía una de las capitales de la Britania romana.

Las murallas de York

Las murallas de York

/ Istock / travellinglight

Con el tiempo perdió importancia y en el siglo XI se asoló por completo y se reconstruyó sobre la antigua ciudad, conduciéndola a una mayor prosperidad en la Edad Media. En aquella época volvió a decaer, en el XVII, más o menos hacia el mismo momento en el que el duque de York -que más tarde sería Jacobo II de Inglaterra y V de Escocia- dio su nombre a la americana.

Del mismo modo que Nueva York se ha convertido en una ciudad indispensable que visitar si se va a Estados Unidos, York ha hecho lo mismo en un territorio más reducido, el norte de Inglaterra. De hecho, es tan llamativa y especial que a punto estuvo de arrebatarle el título de capital inglesa a Londres, pero hoy ostenta con orgullo otro título aún más singular: el de ciudad más bonita del país.

La ciudad de Nueva York bajo el puente de Brooklyn y Manhattan

La ciudad de Nueva York bajo el puente de Brooklyn y Manhattan

/ Istock / Onfokus

Que sendas hermanas son capitales de la cultura es algo indiscutible. En una época muy lejana, la composición de Nueva York incluso se asemejaba a la de York, con casas bajas de ladrillo visto a la europea, calles empedradas, iglesias que querían imitar las yorquinas... Pero el tiempo ha puesto a cada uno en su lugar y ahora Nueva York no solo se distancia de York en kilómetros, sino también en aspecto y espíritu.

El hierro, la modernidad, los rascacielos, las largas carreteras, las luces que alumbran la noche neoyorquina se oponen por completo a la muralla medieval, el casco antiguo perfectamente conservado, las casas a los pies del río y los edificios de épocas antiguas de York. Cada una ha adquirido un encanto particular y es curioso saber que están tan relacionadas históricamente, pero que, al mismo tiempo, sean tan distintas.

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