Así es el Bosque de la Reina, el rincón de Versalles que nadie visita y que es una oda a la belleza

El Palacio de Versalles acoge cerca de 10.000 visitantes cada día y, los que deciden pasear por sus jardines, se concentran, sobre todo, en sus fuentes, estanques, parterres y el gran canal. Si el viajero decide dar un paso más, descubrirá un remanso de paz con una riqueza botánica de incalculable valor: el Bosque de la Reina.

Jardines de Versalles

Los jardines de Versalles esconden un edén oculto: el Bosque de la Reina.

/ Vladislav Zolotov

En el lugar donde antaño se erigía el majestuoso laberinto diseñado por Le Nôtre, hoy se puede disfrutar del Bosque de la Reina, una imponente floresta que ha sido restaurada en 2021 a imagen y semejanza de cómo era en 1776, cuando María Antonieta, esposa de Luis XVI la mandó componer para poder pasear evitando miradas indiscretas.

Jardines de Versalles, foto aérea Bosque de la Reina

El Bosque de la Reina ocupa dos hectáreas de terreno dentro de los jardines.

/ T. Garnier

Ubicado en la ampliación del parterre de la Orangerie, este bosque se diseñó con el estilo paisajístico popular de los jardines del siglo XVIII, con arbolados de cerezos japoneses, árboles de Judea, o ciruelos de Virginia; un recorrido de incalculable valor natural.

Patrimonio de la Humanidad

En 1979, la UNESCO catalogó a los jardines de Versalles como Patrimonio de la Humanidad y, hoy en día es posible visitarlos de forma gratuita en temporada baja. El viajero podrá descubrir más de 300 esculturas al aire libre (algunas de ellas, imponentes, como las esculpidas en oro y situadas en el estanque de los Dragones), tres parterres, el invernadero (más conocido como la Orangerie) o diversos senderos como el Camino Real o el Paseo del Agua, muy apropiado para el público infantil.

Pero si lo que buscamos es un remanso de paz, un sitio alejado de los visitantes que se afanan por fotografiar cada escultura y cada fuente, debemos dirigirnos al Bosque de la Reina.

Bosque de la Reina en los Jardines de Versalles.

El Bosque de la Reina ofrece una riqueza cromática indescriptible.

/ T. Garnier
Vista aérea del Bosque de la Reina en los Jardines de Versalles.

En este mágico emplazamiento, en 1677, se erigió un espectacular laberinto diseñado por Le Nôtre, jardinero oficial de Palacio durante el reinado de Luis XIV. En un principio, la idea original era plantear un recorrido sin adornos, pero el escritor Charles Perrault aconsejó al rey incluir 39 fuentes, cada una de las cuales representaba las fábulas de Esopo.

Conexión entre el hombre y la naturaleza

Un siglo después, Luis XVI mandó quitar el laberinto y reemplazarlo por un arboreto más acorde con las nuevas tendencias paisajistas, en las que el modelo inglés imperaba. Las nuevas conexiones con el mundo natural, inspiradas por la filosofía de Rousseau, hicieron que Maria Antonieta se interesara por este espacio y se lo adjudicara como lugar personal y privado para huir del ruido.

Flores en el Gran Trianón, Versalles

En temporada baja se pueden visitar los jardines de forma gratuita.

/ vdvornyk

Hasta entonces, los jardines diseñados por Le Nôtre, componían un manto verde en el que no había lugar para las flores. La reina, en cambio, visualizó un espacio privado lleno de color y mandó plantar flores de todo el mundo, siendo el tulipán de Virginia, la variedad más especial.

Tempestades

El refugio natural de la reina decapitada se mantuvo en pie durante más de dos siglos, hasta que, en 1999, la Tempête Lothar devastó los jardines de Versalles, acabando casi por completo con las especies del Bosque de la Reina.

Flores en el Bosque de la Reina

Los jardines de Versalles son Patrimonio de la Humanidad desde 1979.

/ D. Saulnier

Tras años de arduo trabajo e investigación, en 2021 se inauguraba el Bosque de la Reina, a imagen y semejanza del original, con la misma rica variedad de especies de la época de María Antonieta.

Dos hectáreas de terreno con cerca de 150 tulipanes, más de 600 rosas, 650 árboles en flor y unos 6.000 arbustos hacen de este espacio un paraíso botánico de incalculable valor que, sorprendentemente, muchos viajeros aún desconocen.

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