La placentera tierra de las Landas sureñas, un paraíso cada vez más codiciado

Lo que antes era un enorme e inhabitable pantano en Francia se ha vuelto un paraíso, codiciado por gente de todos los gustos y edades por su excepcional calidad de vida.

Landas sureñas

Surfistas en Hossegor

/ Brochard Alexandre / EyeEm / GETTY

Qué más se le puede pedir a esta región de Nueva Aquitania que cuenta con el bosque más grande de Europa occidental de un millón de hectáreas, 120 kilómetros de playas, un microclima del que gozan gracias a la protección de los Pirineos y una ondulada cadena de dunas que resguarda a sus pueblos del mar. 

La genial idea de Napoleón III

La zona de las Landas en tiempos estaba prácticamente despoblada, apenas algunas familias de pastores que se movían con zancos por lo que eran pantanos cubiertos de helechos y brezos. Napoleón I ya andaba preocupado por tamaño desperdicio del terreno, pero fue Napoleón III quien en sus numerosos viajes a Biarritz para disfrutar con su esposa, Eugenia de Montijo, del palacio que le había construido a su capricho en la costa vasca, pensó seriamente que había que hacer algo con aquella gigantesca porción de tierra que para poco valía. Y se le ocurrió llenarla de árboles, en concreto del pino marítimo Pinus pinaster, que puede alcanzar hasta los 35 metros de altura. De esta forma el terreno se drenó convirtiéndose en un lugar habitable y deseable. 

Landas sureñas

Acceso a una playa de Hossegor

/ OceanProd / ISTOCK

Salto a la fama

Artistas e intelectuales descubrieron el edén a principios del siglo XX, a donde partieron en busca de inspiración, al igual que la burguesía parisina que se trasladó a Hossegor, Seignosse, Capbreton o cualquier otro pueblo para pasar el verano o directamente instalarse allí. Fue entonces cuando, entre una guerra y otra, empezaron a brotar las mansiones de construcción estilo vasco landés que hoy embellecen sus calles.

Landas sureñas

Canal en el estanque de Biscarrosse y Parentis

/ Daniele Schneider / GETTY

Mucho tuvieron que ver en el comienzo de la construcción los arquitectos hermanos Gómez, que ya habían trabajado en Biarritz y quienes, junto a Henri Godbarge, levantaron el Hotel du Lac y el Casino Deportivo, que se jacta de haber tenido el primer jai alai de Francia. Las blancas mansiones se caracterizan por el toque art déco de la época y algunos remates oriundos landeses, como puedan ser los balcones en voladizo y el ático adornado con vigas de colores que recuerdan a los helechos de sus bosques. Un gran ejemplo del estilo vasco landés es el añejo Club de Golf de Hossegor, el primero de las Landas. 

Un lugar para todos los gustos y edades

Por los pueblos, playas o senderos del bosque se encuentra gente de todas las edades y profesiones que por un motivo u otro han decidido mudarse a este rincón del mundo. Los surfistas patinan las olas con pericia, otros aprenden a hacerlo, mientras que por la Reserva Natural de Marais d’Orx ornitólogos o amantes de la naturaleza pasean con los prismáticos en busca de sorpresas. Sin olvidar al canal de Hossegor y su fabulosa transformación cuando pasó de agua dulce a salada gracias a Napoleón III, que decidió abrirlo al mar.

Landas sureñas

Muelle y faro de Capbreton

/ DEBOVE SOPHIE / ISTOCK

Con el tiempo, el canal se ha convertido en un estupendo criadero de ostras que da trabajo a muchos de los habitantes de la zona. Las crían, las recogen y las venden en alguno de los chiringuitos que se encuentran en la ribera del estuario, donde disfrutar de unas ostras recién cogidas acompañadas por una copa de vino blanco. Preciosa la puesta de sol a orillas del canal. Hora de un paseo de siete kilómetros entre madroños y alcornoques cuando los criaderos se vuelven plateados ante el ocaso. 

A golpe de pedal

Hay que aclarar que las Landas cuentan con 600 kilómetros de velorrutas por las que los ciclistas pedalean, bien en bicicletas de gruesas ruedas disfrutando de las playas o en aquellas al uso con las que se mueven de un pueblo a otro. Al amanecer paran en Capbreton para comprar pescado en el mercado a orillas del puerto donde regresan los barcos pesqueros con el botín marinero, especialmente los célebres chipirones. Quizás se acerquen al río Adour, que riega el sur de Las Landas, al Estanque Negro, lleno de negras leyendas, o al Estanque Blanco para probar la cocina del chef David Sulpice en el restaurante Michelin del hotel boutique homónimo, en Seignosse, pueblo en cuya playa de seis kilómetros se celebra el campeonato mundial de surf.

Landas francesas

Campeonato de surf en una de las playas de Hossegor

/ marcoprati / ISTOCK

Tampoco estaría mal darse una vuelta por Vieux Boucau, que como su nombre indica fue el antiguo puerto antes de que este se trasladara a Capbreton. A Vieux Boucau no le falta de nada. Tiene lago, tiene playa, plaza de toros y frontón. Y hasta una noria que en verano se monta en el pueblo; todo el mundo conoce a su dueño. La blanca noria da lugar a observar a vista de pájaro el viejo pueblo landés, las dunas, la playa y la espesura de sus bosques. Habla con pasión de Vieux Boucau Saray Arroyo, guía española que hace años encontró su lugar en el mundo en esta pequeña ciudad landesa donde vive con su familia, surfea, recorre las rutas ciclistas y disfruta de la agradable cotidianidad que le ofrece esta tierra. 

A la hora de comer, imprescindible acercarse a Capbreton para disfrutar de la gastronomía vegetariana de Tika by Le Mango Tree. Restaurante conocido y apreciado en toda la zona gracias al buen hacer de las hermanas Maud y Danaé, que tras vivir en oriente, decidieron volver a casa para abrir el local de cocina estacional en la que no faltan especias y hierbas como tampoco flores, toque final a una esmerada presentación del plato. 

Dax-Termalismo y art déco

No se pueden dejar las landas sin rendir visita a una de sus principales ciudades, Dax, un reducto ineludible para los apasionados del estilo art déco, visible especialmente en el Auditorio Atrium y en el Hotel Splendid de 1929, donde se alojaron toreros españoles que sorteaban en la plaza de Dax, entre ellos Luis Miguel Dominguín, cuya habitación número 134 fue renombrada como Suite Arena al reabrir sus puertas el hotel en 2018 tras una exhaustiva restauración. Famosa también es la ciudad por su termalismo desde que, según cuenta la leyenda, un legionario romano vio sanar a su perro al llegar a ella.

Landas sureñas

Criadero de ostras en el canal de Hossegor

/ DEBOVE SOPHIE / ISTOCK

Tras darle vueltas llegó a la conclusión de que la causa del milagro eran las aguas medicinales de sus suelos. Una ciudad a la medida del buen vivir de sus habitantes que de mañana temprana pasan por la pastelería Maison Cazelle seducidos por el dulce aroma de sus magdalenas. Los deliciosos bizcochos de Maison Cazelle que hay que comer en el día para que no pierdan un ápice de su textura y sabor nacieron en 1906 gracias a Antonin Cazelle, mayordomo de una familia noble de cuya maestría repostera disfrutaban los niños de la familia para los que creó las, posiblemente, mejores magdalenas del mundo. Más tarde abrió la tienda en la que hoy los hermanos Sébastien y Clément, quinta generación, siguen horneándolas. 

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