Los 15 pueblos más bonitos de Italia
Un paseo por el centro neurálgico del antiguo imperio romano de Norte a Sur, incluyendo Sicilia y Cerdeña
El país de la moda, de las bellas costas, de los pintorescos pueblos y las ciudades eternas. Italia, la bota de Europa, es una caja llena de sorpresas, con una historia apasionante dispuesta a ser descubierta. Recorrer el país es asombrarse a cada paso con la diferente belleza de cada uno de sus rincones: el Norte nada tiene que ver con el centro y mucho menos con el Sur ni con sendas islas. Está repleta de monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad y una arquitectura muy representativa.
Es comúnmente sabido que Roma con sus restos de la gran civilización antigua, Venecia con sus canales, Verona con su romántica historia, Milán con su impresionante catedral o Florencia con su impactante arte, son ciudades maravillosas que deben visitarse al menos una vez en la vida. Sin embargo, lo que no sabe todo el mundo es que hay también pueblos increíbles de costa y de interior abiertos a recibir a los visitantes que quieran apreciar sus encantos.
Más allá de la belleza arquitectónica y natural, la gastronomía llama a todos aquellos que se decantan por visitar Italia. Desde la pizza hasta la pasta, con variantes según la zona en la uno se halle. Aunque ya se pueden encontrar restaurantes italianos casi en cualquier parte, lo cierto es que la comida no sabe igual que allí. Precisamente el origen de la gastronomía italiana que hoy conocemos nace en la tradición, en la calle y, sobre todo, en los pueblos. Allí es donde hay que ir para poder decir con orgullo que conoces Italia.
Menaggio, un pueblo en la costa del lago di Como
Es uno de los pueblos más bonitos y populares de la costa oeste del lago di Como, junto con Bellagio y Varenna. Sobre el mar se levantan las pintorescas casas de arquitectura típica de la zona que se unifican entre la montaña y el agua y alrededor de un antiguo centro histórico. Un paseo junto al lago bajo la sombra de las palmeras y el olor de las flores es verdaderamente agradable, y puede acabar con un estupendo baño en una playa muy especial, ya que es parte de un lago.
Bard, un pueblo coronado por un fuerte
Desde lejos se otea el fabuloso fuerte militar de la época medieval. En pleno Valle de Aosta se conforma este pueblo donde también se han encontrado esculturas rupestres que datan de la Edad de Hierro. Su nombre desciende del paso de Napoleón por el lugar, en la estancia de Camilo Benso di Cavour. Actualmente alberga el Museo de los Alpes, aunque lo más llamativo es el fuerte y las vistas que se aprecian desde él.
Treviso, una Venecia menos concurrida
Los canales de Venecia han gozado desde siempre de una fama mundial. Sin embargo, a día de hoy quizá merezca un descanso, como muchos otros destinos. Treviso tiene personalidad propia y merece ser mucho más que un sustito de Venecia. Está a tan solo media hora en tren desde la gran ciudad y realmente vale la pena. Más allá de los canales, también es interesante el centro histórico de la época romana, además de una intensa vida nocturna y un importante foco de la moda italiana.
Pienza, la ciudad renacentista más pequeña del mundo
Es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO al ser el primer ejemplo de urbanismo humanista de la época y por ser "ciudad ideal del Renacimiento". Entre algunos de sus atractivos destacan el Palacio Piccolomini, la Iglesia parroquial de Corsignano, el Palacio Comunal o el de Massaini o la Catedral. Cuenta con una ruta de Siena a Pienza y viceversa con paradas enclavadas en la Toscana como el Castiglione d'Orcia o Buonconvento.
Perugia, una joya desconocida de Umbría
En pleno corazón de Italia, entre Roma y Florencia, se ubica este pueblo que se traduce como Perusa en castellano. Son palpables los resquicios medievales, lleno de castillos, palacios, fortalezas, murallas y callejuelas por donde pasear y disfrutar de un paisaje único aunque vertiginoso. Cuenta incluso con universidad, por lo que no deja de ser un gran destino en cualquier época del año.
Orvieto, el pueblo sobre una colina
También entre Roma y Florencia, a tan solo dos horas de Perugia, se ubica esta pequeña ciudad con aire de pueblo en medio de un valle cubierto por verdes campos. Las calles trasladan al viajero a la Edad Media al pasear entre las casas de piedra y con aspecto antiguo. Existe una ciudad subterránea con el mismo nombre donde se esconden pozos, túneles y cuevas. Por el momento se han descubierto más de 1.200 y se puede recorrer con visitas guiadas.
Alberobello, el pueblo de las casas de adobe
Lo que más caracteriza Alberobello es la arquitectura de las casas, llamadas trulli, edificios de la época medievales. Son de planta circular, construidos de piedra caliza y cuyos techos están abovedados y coronados con un pináculo. Cada tejado cuenta con un ornamento distinto, las conocidas como marcas de cantero y que señalan la firma del cantero que las erigió. Aun así, no se sabe exactamente qué representaban, algunos dicen que eran símbolos religiosos y otros ideas abstractas o realidades.
Amalfi, el pueblo que dio nombre a la costa Amalfitana
Esta pequeña ciudad fue tan importante como Venecia, Génova y Pisa, dominando el comercio marítimo entre los siglos X y XI. Era un lugar muy inaccesible y con una defensa sencilla, pero que tuvo que ser reconstruido en el XIX. Amalfi se asoma directamente al Mediterráneo, extendiéndose por largas playas y múltiples actividades veraniegas. El interior alberga el Valle dei Mulini, donde se conservan algunos molinos donde se producía el papel artesanalmente.
Positano, romanticismo a la italiana
A lo largo de la costa Amalfitana aparece este otro pueblo, uno de los más pintorescos y bonitos del país. Lo atraviesa una única carretera de la que derivan callejuelas con cientos de escalones que conectan unas zonas con otras y conducen hasta la playa. Cada uno de sus rincones es encantador a su manera y lo más recomendable cuando se visita es perderse por sus calles como un local más. No es difícil enamorarse de Positano.
Alghero, un resquicio de Cataluña en Cerdeña
Este es el único lugar de Italia donde todavía se habla una variante del catalán, el alguerés. Esto se debe a que, hace nueve siglos, Alghero estaba bajo el mando de la Corona de Aragón, y esto todavía se puede apreciar incluso en los nombres de las calles. El centro histórico es como un auténtico pueblo con calles cubiertas de piedra y coloridas casas, además de múltiples miradores y espectaculares playas.
Bosa, un llamativo secreto sardo
Sus coloridas casas se ubican a lo largo del río Temo, el único navegable de la isla. En lo más alto de Bosa se ubica el castillo de Malaspina que data del siglo XVII. El paseo por Lungo Temo, entre naturaleza e historia, queda presidido por antiguas curtidurías donde se fabricaba el cuero antiguamente y que ha quedado como símbolo de prestigio a día de hoy. Al sur se encuentra Bosa Marina, una playa de un kilómetro de largo que cada año recibe la mejor puntuación de la asociación Legambiente, la más importante de Italia a nivel ecológico.
Castelsardo, el ambiente más mágico de Cerdeña
Con playas absolutamente paradisíacas de aguas turquesas, Castelsardo se alza en lo alto de una colina y desciende por toda su ladera. Se dice que su parte más bonita queda oculta bajo la fortificación medieval, en el lado que conduce al mar. Un paseo por sus calles es deleitoso, aunque a veces complicado por sus diferentes niveles. Un lugar curioso para visitar es el Bosque Petrificado de Martis, que quedó fosilizado hace más de 23 millones de años.
Cefalú, el rincón más bonito de Sicilia
Lo bueno de las islas italianas es que se pueden recorrer en pocos días y sacarles el máximo partido. Cefalú es una parada imprescindible, con uno de los monumentos más destacables de Sicilia: el Duomo, de estilo árabe-normando. En su interior encierra un total de 16 columnas con capiteles romanos además del mosaico bizantino de Cristo Pantocrátor más antiguo de la isla. En Cefalú también podrás bañarte en una de las playas más bonitas del mar Tirreno, en forma de media luna.
Erice, un pueblo medieval con vistas alucinantes
Sus calles laberínticas cuesta arriba llevan al Templo de Segesta y al Castillo di Venere, desde donde se observan las mejores vistas de a Trapani, a San Vito lo Capo, a las islas Egadas y al valle de Castellammare del Golfo. La artesanía reina en Erice, lo que evoca aún más a un pasado idealizado que es el protagonista de casi todos los rincones del país.
Taormina, elegancia siciliana
De cara al mar Jónico, Taormina supone un centro histórico repleto de monumentos entre los que destaca el teatro helenístico, que ofrece unas vistas privilegiadas sobre el monte Etna, la bahía de Naxos y la ciudad al completo. Fue la capital de la Sicilia bizantina hasta que los árabes la conquistaron en 1079. Hasta hace relativamente poco había caído en el olvido, pero pronto recuperaron su esencia e importancia y se ha convertido en uno de los lugares más importantes de la zona.