Sissí, la emperatriz que curaba sus males viajando

Se pasó la vida viajando, huyendo de su cárcel personal y tratando de curar su depresión. Esta es la historia que nos sigue inspirando a descubrir el mundo.

Pese a que no soportaba Viena, Sissí residía oficialmente en el palacio de Hofburg, pero huía de él en cuanto podía
Pese a que no soportaba Viena, Sissí residía oficialmente en el palacio de Hofburg, pero huía de él en cuanto podía / VIAJAR

Isabel de Baviera, más conocida como Sissí, se crió en un ambiente de libertad y naturaleza poco común para la época. Con 15 años emprendió un primer viaje que cambiaría su vida para siempre. Fue con su madre y su hermana Elena a la Kaiservilla en Bad Ischl (Austria) a pasar unos días con su tía Sofía de Baviera y su primo Francisco José (Franz), de 23 años. En cuanto la vio, cayó prendido de la belleza de su prima pequeña a la que recordaba como una niña y decidió casarse con ella. Sus padres no le habían enseñado ninguna norma de la vida cortesana e intentaron disuadir al que sería rey de Austria, ofreciendo a su hermana en su lugar. Pero la decisión estaba tomada.

Isabel de Baviera o Sissí, como se la conocía popularmente

Isabel de Baviera o Sissí, como se la conocía popularmente

/ Istock / Clu

En abril de 1854 se casaron y establecieron su residencia en el Palacio de Hofburg (Viena). Ella se casó en contra de su voluntad y este hecho provocó que cayera en una profunda depresión de la que no se recuperó nunca. Tan solo unos días después de la boda, Sissí, amante de la poesía, escribió: "Desperté en un calabozo con esposas en las manos. Mi nostalgia día a día crece, y tú, libertad, me volviste la espalda". Se sentía atrapada en los brazos de Franz y no era capaz de enfrentarse a la exigente vida cortesana; las primeras veces que se la vio en público siempre acababa llorando de impotencia.

Carro de caballos frente al palacio de Hofburg

Carro de caballos frente al palacio de Hofburg

/ Istock / Georgeclerk

En barco o en tren

Los palacios que compartía con su marido eran una cárcel para ella, por lo que empezó a escaparse con un amplio abrigo para hacer sus propios recados en la ciudad, para sentirse un poco libre. Para huir de esa vida que ni había pedido ni quería, se iba de viaje constantemente. Cuanto menos tiempo pasara en palacio, mucho mejor para su salud mental, pensaba ella. Su amor por los viajes alcanzaba tal punto que, con más de 50 años, se tatuó un ancla en el puerto de Corfú (del archipiélago de las islas Jónicas, Grecia), uno de sus destinos favoritos. Muchas veces iba sola, pero desde que nació su hija pequeña María Valeria, "la niña húngara", la acompañaba a todos lados, ya que fue a la única de los cuatro a la que permitieron criar.

Cabi de Agios Stefano en Corfú

Cabi de Agios Stefano en Corfú

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Viajaba en su propio barco, el Miramar, y en la locomotora de Franz; siempre con una jeringuilla de cocaína en su equipaje (entonces se recetaba contra la depresión y los dolores menstruales), un diario donde escribía poemas de lo más satíricos y amuletos contra el mal fario colgados de su reloj de bolsillo. Hablando de residencias oficiales, las que más disfrutó fueron la Kaiservilla, el Achilleion en Corfú, la Hermesvilla en Viena y el palacio de Gödöllő en Budapest. Otro de sus lugares favoritos fue Cap Martín, en la Riviera francesa, y el lago de Ginebra en Suiza.

Una de las estancias de la Kaiservilla

Una de las estancias de la Kaiservilla

/ ©Österreich Werbung/Christoph Oberschneider

Viajar como prescripción médica

Cuando salía de su "odiada" Viena, lo hacía ocultando su identidad. Eso le permitió recorrer buena parte del mundo sin la compañía de su marido, a quien se dice que buscó una amante para mantenerlo entretenido. Tuvo que agradecer a una enfermedad pulmonar aguda que casi le arrebata la vida la libertad con la que podía viajar. Los médicos le prescribieron marcharse a un clima más cálido y seco, como Madeira o Corfú. A partir de entonces, todos sus viajes eran "para cuidar su salud": Marruecos, Argelia, Turquía, Egipto, España, Reino Unido, Francia, Alemania...

Vista aérea del noroeste de Madeira

Vista aérea del noroeste de Madeira

/ Istock / Nirian

Sissí, que al parecer odiaba ese apodo que le ha servido la fama, quiso desaparecer de cualquier imagen desde que su hijo se suicidó y guardó luto desde entonces. También cuentan que lo hizo porque no quería que la vieran envejecer. Murió asesinada por un anarquista en Ginebra y la enterraron en Viena, desoyendo su voluntad: ser sepultada a orillas del Mediterráneo. Lo que siempre había querido, desaparecer, lo consiguió de manera simbólica, pero no real. Nunca fue una reina propiamente dicha: no hablaba francés (el idioma de la realeza), no sabía tocar el piano, bebía cerveza, practicaba deporte y viajaba. Durante muchos años, no fue más que una mujer de una belleza descomunal. Sin embargo, fue mucho más que eso, y la libertad que logró encontrar a la hora de viajar lo demuestra.

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