La fortaleza más grande de América: un Patrimonio de la Humanidad único en el mundo

Es además la única fortificación militar de origen africano de todo el continente.

Uno de los lugares de obligada visita en Haití.
Uno de los lugares de obligada visita en Haití. / Istock / Guerinault Louis

El Nuevo Mundo no es conocido por albergar castillos, fortalezas y otras construcciones tan militarmente europeas; cuna de todas estas obras arquitectónicas que siempre han impresionado al ser humano. La Ciudadela de Laferrière en Haití es un ejemplo de que en América también hay elementos que se atribuyen exclusivamente al viejo continente. Y de una envergadura e importancia inimitables.

La Ciudadela de Lafèrriere presenta distintas formas según desde dónde se mire.

La Ciudadela de Lafèrriere presenta distintas formas según desde dónde se mire.

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Está en Haití y también se conoce como Ciudadela Henri Christophe, el presidente y posteriormente rey que ordenó su construcción a principios del siglo XIX. A 900 metros de altitud, en la cima de la montaña Bonnet a L'Eveque, se ubica la fortaleza más grande de América, que en su día fue parte de un sistema de fortificaciones que servía de protección para una posible invasión francesa. Christophe conocía de primera mano lo que era vivir bajo el mando francés, pues era el general del ejército haitiano que lideró la rebelión contra ellos -el único levantamiento de esclavos que ha tenido éxito en todo el mundo-.

Leyendas vudú

Símbolo de la independencia de Haití, fue levantada por más de 20.000 esclavos y se convirtió en una clave defensiva del recién nacido estado haitiano. La construcción se demoró 15 años y, como colofón, se equipó con 365 cañones y un gigantesco depósito de balas. Cada uno apuntaba a una zona, por lo que resultaba casi imposible de atravesar. Por ello, Francia firmó un tratado de paz en 1825 y nunca se disparó un proyectil con aquellos cañones que hoy se mantienen en la misma posición.

Depósito de balas

Depósito de balas

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Sus murallas miden hasta 40 metros de alto y las más anchas tienen un grosor de 9 metros. En total, ocupa 10.000 metros cuadrados de terreno. Su interior presenta unas dimensiones igual de colosales, incluyendo mazmorras, baños, hornos de pan, una iglesia e incluso almacenes preparados para guardar agua y alimento para abastecer a 5.000 personas durante un año. La creatividad a la hora de construirlo es otra característica que destacó la ONU al nombrarlo Patrimonio de la Humanidad en 1892, puesto que no tiene una estructura normal: lejos de ser una fortificación de planta cuadrada, según el ángulo desde el que se mire presenta una forma distinta. Por ejemplo, accediendo por el sendero principal, podría asemejarse a la proa de un barco.

Vistas de la ciudadela desde el sendero original.

Vistas de la ciudadela desde el sendero original.

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Además, cuenta la leyenda que una de las razones por las que sirvió tan bien de protección fue que las fachadas estaban recubiertas de sangre animal, para atraer a los dioses vudú y que ayudaran en la tarea. Aunque parezca que el paso del tiempo ha sido el causante de su estado ruinoso, lo cierto es que como nunca se llegó a utilizar, tampoco se terminó de construir, por lo que la zona visitable (11 kilómetros desde el Palacio Sans-Souci en Milot) da la sensación de haber sufrido las consecuencias de una guerra invisible.

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