Descubriendo las casas clavo de China: cuando el precio del progreso no es suficiente
Para construir el futuro primero tienes que deshacerte de el pasado, pero ¿Qué pasa cuando el futuro no es para todos? Los Holdouts son las marcas del pasado en un país que solo puede mirar hacia delante.
Subiendo una escalera de cuerda, desde un foso de 4 metros bajo el nivel del suelo. En 2007, la historia del matrimonio Yang Wu y Wu Ping daba la vuelta al mundo, como un símbolo de resistencia frente a la presión de las inmobiliarias. Esa imagen de Yang, subiendo a una casa fea y cada día más polvorienta, ondeando una bandera China desde el balcón y concediendo entrevistas a la prensa desde un terraplén hablando de abusos y opresión -lo que quería el matrimonio era más dinero, no defender su hogar-, por alguna razón, conectó con la gente, dando cuenta de una situación que hacía de lo inevitable, una tragedia.
Como el tiempo vuela sin alas, estos casos ya han dejado de tener el impacto que llegó a conmocionar al mundo, pero siguen dejando imágenes impresionantes. En ocasiones es un fino edificio en medio de un mar de hormigón o una carretera cortada por un chalet. Son solo gente que no quiere abandonar su casa. Algunos lo hacen por dinero, otros por orgullo y, según algunas declaraciones, también por rabia. Son un ejemplo de que el progreso no siempre es una ilusión compartida y de que la lucha contra las multinacionales acaban normalmente como uno se esperaría: mal. Pero Harper Lee le daba un sentido en Matar a un Ruiseñor: «Uno vence raras veces, pero algunas veces vence».
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El precio del "milagro chino"
Este fenómeno se engloba en unas circunstancias de desarrollo económico sin precedentes. Según un reporte del Fondo Monetario Internacional, China se desarrolla más rápido que otros países, con un crecimiento medio del 10% anual en las últimas décadas y sus efectos se han visto reflejados en la forma de sus ciudades. Como una de las zonas del mundo más poblados del mundo, los pequeños barrios residenciales no forman parte del modelo de gran ciudad que persigue esta superpotencia.
Con esta premisa, la justicia empezó a fallar a favor de las empresas y en contra de los propietarios en cada ocasión que podía. Hay que entender que el suelo en China no es de propiedad privada. Hay dos tipos, el de propiedad colectiva, más común el los pueblos y las zonas agrícolas, y el de propiedad estatal, con fines urbanos. Este último es el más problemático, pues da muchos problemas a los inquilinos para defender lo que en occidente entendemos como “su propiedad”.
Solo tienen una medida: un permiso de usufructo, que les da derechos sobre el inmueble y el terreno en que se edifica, por un máximo de 70 años. En teoría, dicho permiso podrá extenderse, pero nadie sabe qué pasará en la realidad. Nada apunta a que vaya a seguir alguien en su vivienda original para entonces.
Casas clavo vs el estado
Volviendo a 2007, el fenómeno de las casas clavo supuso un duro golpe, al menos en lo mediático, para el gobierno en Pekín, que en seguida prohibió cualquier información que tratase el tema. Páginas web que trataron el tema, como "China Digital Times" o "China Herald", fueron automáticamente cerradas.
La historia, se dice, tuvo un final feliz. Los residentes recibieron una oferta que incluía una residencia completamente nueva, del mismo tamaño, en un barrio un poco más alejado del centro, la cual terminaron por aceptar. Todos ganaron, se zanjó el tema y la casa terminó por ser derruida, pero dejando erguidas en la memoria las imágenes de un vecino subiendo por una escalera de cuerda, desde un socavón, gritando desde la ventana como un poseso. Todo por no querer ir de la mano del progreso.
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