El hotel de San Francisco en el que dormirás entre fantasmas
Hay quien afirma haberlos escuchado en la noche, pero pocos son aquellos que dicen haberlos visto.

Un hombre corpulento de mediana edad camina hacia el bar del hotel. Está vacío. Se sienta en uno de los taburetes frente a la barra de madera oscura cuya única iluminación es la de la estantería de alcoholes, de la propia barra y unas lámparas de luz muy tenue. El hombre pide al camarero, perfectamente ataviado, con pajarita y frac granate. El cliente podría ser Jack Torrance, el protagonista de 'El Resplandor', pero también podría ser cualquier otra persona en The Clift Royal Sonesta de San Francisco.

Su bar parece sacado de la película de Stanley Kubrick y, por lo que dice la leyenda, la maldición que se cierne sobre el hotel también. Los trabajadores nocturnos afirman rotundamente que allí habita un fantasma. Portazos, pasos y golpes se escuchan en la noche californiana. Puede ser que estos hechos estén relacionados con un acontecimiento allí sucedido que daría para una buena trama de novela o película de terror, cuyo protagonista es el dueño del hotel.

Robert Odell, también propietario del hotel Biltmore en Montecito, adquirió el Clift, el más grande del estado y a prueba de incendios y seismos, en el año 1924. Su fama radicaba en la estricta norma de vestimenta que imponía a sus trabajadores: todos debían llevar traje y corbata y los hombres no podían llevar el pelo por debajo del cuello de la camisa. Sus años de gloria fueron casi 50, hasta que decidió suicidarse a punta de pistola en la Sala Española de The Clift, en 1973.
El hotel a día de hoy
El grupo hotelero Sonesta lo adquirió y renovó recientemente. "Desde refinadas habitaciones y una moderna experiencia en el lobby hasta nuestros famosos bares y restaurantes, The Clift emana un estilo sofisticado que fusiona la artesanía del hotel con el San Francisco moderno", describen desde la empresa. Su popular bar Redwood Room fue construido en madera de secuoya de 800 años en 1933 y constituye uno de los más históricos de la ciudad, ornamentado con copias de pinturas de Gustav Klimt.

En este glamuroso espacio casi original reside un misterio que le otorga el estilo Art Déco que hubiera enamorado a Kubrick. Otro guiño al Clift original es la cafetería Fredericks, un lugar cálido y acogedor que recuerda al pasado y la tradición de San Francisco. Las habitaciones y las suites formaron parte de la última renovación que ahora ofrece "una de las estadías más placenteras" que se puedan tener en la ciudad -las mascotas son más que bienvenidas, se les ofrece un trato distintivo-. Esperemos que libre de fantasmas.
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