Recorriendo el Valle de Baztan, un paseo por la trilogía de Dolores Redondo

En 1981 tuvo lugar un crimen real en Lesaka, Navarra, que fue la chispa que encendió la mente de la escritora Dolores Redondo. Algo dramático y terrible que inspiró, la ‘Trilogía del Baztán’. Recorremos esta tierra de belleza misteriosa, donde las leyendas cobran vida ante los ojos del viajero.

Valle del Baztan

Localidad francesa de Saint-Jean-Pied-de-Port

/ Alfons Rodríguez

Al pedrusco, de ángulos rectos y geometría variable, se le hacía exiguo caso hasta hace pocos años. Hasta el éxito del best-seller literario conocido como Trilogía del Baztán. La piedra de Botil Harri, así se llama la talla, se encuentra clavada en el suelo, junto a la fachada del Ayuntamiento de Elizondo, en la Plaza de los Fueros. "Sacó una mano del bolsillo y casi ceremonialmente tocó la piedra, sintiendo cómo el frío subía por su mano. Amaia trató de imaginarse la plaza a finales del siglo XVII, cuando la laxoa era el juego de pelota dominante en Euskal Herria". Así describe la escritora, en su saga, el encuentro de su personaje principal, Amaia Salazar, con la vieja piedra que simboliza el pasado de Elizondo, capital del Valle de Baztan, y que, se dice, vigoriza a todo aquel que la toca. 

Esta roca esculpida podría ser el lugar desde el que iniciar una visita al valle, siguiendo los principales puntos y alegorías que nos refiere la escritora en su obra. Una ruta a modo de intersección entre la literatura, la mitología navarra y el presente. Desde que cientos de miles leyeron la obra o vieron su adaptación cinematográfica, la piedra se ha desgastado un poco más. Miles de manos la habrán acariciado, habrán sentido el frío y habrán dejado navegar su imaginación en el onírico mar de los ensueños y de las oscuras entelequias.

Valle del Baztan

Vistas del pueblo Amaiur/Maya

/ Alfons Rodríguez

Casi la mitad de los habitantes del Baztan, es decir unos 3.500, viven en Elizondo, la ciudad natal de la inspectora Salazar, a la que regresa desde Pamplona para investigar una serie de asesinatos ocurridos en extrañas circunstancias. Allí se encontrará con sus convulsos orígenes personales y tendrá que lidiar con ambos contextos, el personal y el profesional. Drama servido, creado el conflicto y seducido el lector. Un lector que tal vez acabe siendo un viajero entregado al Baztan noir. Esta es la propuesta. En Elizondo se hallan algunos de los escenarios clave de la ruta.

La recurrente casona de Tía Engrasi, como una madre para Amaia, es un caserío noble ubicado en la calle Braulio Iriarte, 38, empleado por la escritora para rememorar la infancia de la inspectora Salazar. Para la propia autora esta casa era ya muy especial, cuando de pequeña pasaba frente a ella en sus paseos por el pueblo, según explica en sus entrevistas. Aunque para la versión cinematográfica se ha utilizado otra localización: una casa emplazada en la localidad de Lesaka —licencias del cine, más allá de la conexión evidente que citábamos al inicio de este reportaje con el caso real ocurrido en esa misma población hace varias décadas—. En la actualidad los más fetichistas pueden alojarse en la casona de la Tía Engrasi, un alojamiento rural relativamente céntrico llamado Txarrenea. 

Valle del Baztan

Cementerio de Elizondo

/ Alfons Rodríguez

A tiro de piedra de la casa familiar, en el número 25 de la misma calle, se halla la Taberna Txokoto, que recibe su nombre del barrio con el mismo nombre y punto de encuentro de unos cuantos personajes de la trilogía y de muchos parroquianos actuales. Vale la pena pasar por allí a beber o picar algo mientras te imbuyes de su atmósfera. Cerca, justo a unos pasos del local, se tiende el puente de Muniartea.

Para los navarros, sobre todo baztaneses, la naturaleza y sus elementos son algo muy importante. Así lo refleja la autora a través de su personaje principal. La inspectora de homicidios de la Policía Foral de Navarra, Amaia Salazar, cruza en diversas ocasiones el puente de Muniartea para pasar de un lado a otro del casco viejo, partido en dos por el río Baztan. Siempre toca sus muros y recorre su nombre con los dedos, Muniartea… esculpido en piedra en uno de los pilares; como buscando la conexión con las aguas tranquilas del río, el llamado Bidasoa a su paso por Gipuzkoa. Son momentos en que el personaje no puede evitar caer en el oscuro pasado de su infancia, mientras repite mentalmente, una y otra vez, el nombre del puente.

Valle del Baztan

Caballos en las cercanías de Arizkun

/ Alfons Rodríguez

En Elizondo no puede faltar una parada golosa en la pastelería y chocolatería Malkorra de la calle Santiago, establecimiento inaugurado en 1924 por Raimundo Malkorra, en el que suele detenerse, en la ficción y de camino a casa, Amaia Salazar para degustar las típicas tartas elaboradas a base de manteca de cerdo de Elizondo: las txantxigorri. Tartas que llegaron a olvidarse hace tiempo pero que han sido nueva y discretamente popularizadas por la trilogía, según explican los que despachan hoy tras el mostrador.

A un suspiro de allí se levanta la Iglesia de Elizondo, consagrada al apóstol Santiago y donde se celebran los funerales de las víctimas imaginadas por Redondo. El edificio, de sillar rojizo, se construyó entre 1916 y 1925, cuando se trasladó desde su antigua y cercana ubicación, que quedó inundada por el desbordamiento del río Baztan en 1913. En una de sus torres, la de la izquierda, se puede observar una referencia —una corona y una cebada— al elizondarra Braulio Iriarte, nacido en 1860 en el barrio de Txokoto y fundador de la cerveza mexicana Corona, aquí Coronita, además de mecenas en la construcción del templo. Ya se sabe que ni la cerveza ni la fortuna están reñidas con la fe.

Valle del Baztan

Río Baztan a su paso por Elizondo

/ Alfons Rodríguez

Detrás del templo se levanta una antigua fábrica de dulces que fue utilizada en la película El guardián invisible, primera parte de la trilogía, para escenificar el obrador de la familia Salazar, regentado por las hermanas de Amaia: Flora y Rosaura. En el exterior, todavía permanecen colgados los letreros de atrezo utilizados en la filmación. En realidad el obrador Salazar no existe, ni se fabrican mantecadas como las mencionadas en la obra —licencia literaria—. En el libro, la descripción del obrador está inspirada en una pequeña casa típica del barrio de Txokoto, la Errota Zañenea, perteneciente a dos vecinas del lugar. En la ficción, al obrador acude a menudo la inspectora, visitas que siempre le hacen recordar oscuros momentos de su infancia. 

Antes de abandonar Elizondo, aquellos más idólatras se pueden acercar a la nueva comisaría de la Policía Foral, o ya no tan nueva. Punto de encuentro de Amaia Salazar y sus compañeros de homicidios. El edificio no existía cuando la escritora lo describió, pero se basó en los planos auténticos, a los que tuvo acceso, para ser lo más fidedigna posible. Tal vez sea la comisaría más famosa y fotografiada de Navarra. Dicen que en la puerta de uno de los despachos, y en homenaje a Dolores Redondo y a su obra, cuelga un cartel en el que se lee: "Aquí trabaja la inspectora Amaia Salazar". Antes de abandonar Elizondo hay que asomarse de nuevo al río Baztan, desde detrás del Ayuntamiento hay bonitas vistas y se puede contemplar el curso del agua bajo el Palacio de Arizkun y sus reflejos ondulados por la corriente. El edificio es mencionado varias veces en la novela junto a una casona casi contigua, abandonada en la ficción y en la realidad, que era el antiguo hospital de peregrinos, conocido como Hospitalenea. En ella tiene lugar uno de los episodios más emocionantes de la novela. Pero mejor no desvelar misterios para no chafar la guitarra de ningún potencial lector o lectora.

Valle del Baztan

Cascada del Xorroxin, en el nacimiento del río Baztan. La leyenda la asocia con los seres mitológicos llamados lamias.

/ Alfons Rodríguez

Como complemento, en los alrededores de Elizondo y desde la carretera que conduce a la vecina Francia se puede visitar el cementerio municipal. En este tranquilo lugar vale la pena detenerse ante el "ángel indolente y de gesto aburrido", como lo describe la escritora en su obra, que preside la tumba de la familia Arbizu en la ficción. No será difícil para el lector descubrirlo por sí mismo, sin más pistas que el propio relato literario que de la estatua se hace en las páginas del libro.

Los bosques del Basajaun

En las vaguadas del Valle de Baztan, esos trazos geomorfológicos que se dibujan en la confluencia de los bajos de las montañas que forman esta depresión geográfica, se forman brumas oscuras, atravesadas por los rayos solares en ocasiones, que magnifican la magia de su atmósfera. En sus profundidades están los viejos bosques del valle que son, según la mitología vasco-navarra, morada de seres increíbles, mitad humanos mitad animales, mágicos, temibles y en ocasiones benévolos y siempre insólitos. 

Al frente de esa cosmogonía vasca se halla el basajaun, una especie de Señor del Bosque, un ser tremendamente alto, con aspecto feroz, de largas melenas y vello que cubre todo su cuerpo. El basajaun es mencionado en numerosas ocasiones a lo largo de la trama y aunque según la mitología es bueno y ejerce de guardián del bosque, a pocos les gustaría toparse con él o con su consorte basandere. Hasta hace poco más de 100 años, los habitantes de este rincón de la península todavía creían en estos seres más que en la Santísima Trinidad. 

Valle del Baztan

Taberna Txokoto

/ Alfons Rodríguez

La búsqueda del basajaun debe llevarse a cabo en alguno de los bosques que pueblan aquellas montañas, por ejemplo en la zona de Goizamendi y en las laderas y senderos que se toman desde el puerto montañés de Otxondo, al norte de Amaiur, en dirección a Francia y que se adentran de forma sinuosa en la espesura vegetal. Tomen nota los lectores senderistas.

El basajaun no es él único ser mitológico que se esconde entre las sombras de la Trilogía del Baztán. El tarttalo, otro de ellos, aparece en la segunda parte: 'Legado en los huesos'. Este ser es un cíclope gigantesco y terrorífico, antropófago que se alimenta de animales y humanos, incluidos niños. En la narrativa de Redondo, un supuesto asesino se suicia dejando una nota manuscrita a la atención de la inspectora Salazar, donde se lee una única palabra: tarttalo. 

Valle del Baztan

Obrador de Malkorra, uno de los lugares favoritos de la inspectora Amaia Salazar

/ Alfons Rodríguez

En 'Ofrenda a la tormenta', el tercer volumen, la importancia la adquiere la divinidad femenina Mari, una de las principales de la mitología navarro-vasca precristiana. Un ser que habita las cumbres de las montañas y que representa la personificación de la Madre Tierra, en definitiva, la reina de la naturaleza. El protagonismo lo reparte la Mari con el inguma, un demonio que inmoviliza y bebe el aliento de los bebés mientras duermen. Pero no son estos los únicos seres que pueblan las simas y abismos del Baztan y que aparecen en el libro. También están los gentiles, unos fuertes seres que suelen lanzar grandes pedruscos laderas abajo. Uno de ellos se convirtió al cristianismo, dicen, y es conocido como el olentzero, aquel que hoy trae los regalos a los niños y niñas vascas y navarras en Navidad. Si, además, frecuentas los ríos de la región te puedes encontrar con las lamias, una especie de hadas acuáticas, mitad mujeres mitad animales, que intentarán hechizar al que las contempla cual sirenas a Ulises. La Odisea navarra.

Cuando la escritora donostiarra, Premio Planeta 2016, recibió al productor de la versión cinematográfica de El guardián invisible, Peter Nadermann —que también lo fue de la saga de Stieg Larsson, Millennium— se lo llevó a recorrer el sendero del Infernuko Erreka (Riera del Infierno) hasta el Infernuko Errota (Molino del Infierno). Allí fue cuando decidió Nadermann que había que rodar la película en el Valle de Baztan y no en otras localizaciones. Quedó seducido, según cuentan, por aquella tierra asombrosa y por sus fuerzas telúricas.

Valle del Baztan

Pueblo de Erratzu en el valle del Baztan

/ Ana del Castillo / ISTOCK

Mientras se recorre el sendero, enormes robles y castaños centenarios alzan sus ramas al cielo como si gritaran para escapar de la oscura tierra que los aferra. Un manto de musgo y raíces que parecen insinuarse al paso del caminante, como si despertaran de un letargo. Al final del camino se oculta un molino suspendido sobre la riera, restaurado recientemente pero que data de la Guerra Civil, cuando los lugareños molían allí el maíz, a escondidas de los militares que pretendían confiscarlo para alimentar a las tropas. La senda se inicia en el barrio de Orabidea, en la localidad de Lekaroz, y es fácil recorrerla en su totalidad. Lleven impermeable y una mirada crédula. Nunca se sabe.

El final de la historia

En el valle se hallan otros lugares interesantes en referencia a la saga, como la cascada de Xorroxin, en el término municipal de Erratzu, que se forma a partir de uno de los manantiales del río Baztan. Una especie de escondrijo donde no es difícil imaginar por un lado a las lamias peinándose distraídas sobre una roca de la orilla —la mitología y las leyendas las sitúan en este lugar— o por otro, y de forma más escabrosa y siempre literaria, a las víctimas descritas por la autora en su obra. Mejor no olvidar una visita al pueblo de Arizkun. Además de una joya arquitectónica, por sus caseríos con escudos ajedrezados en las fachadas y los elaborados aleros de madera de los tejados, es el lugar donde tiene lugar el escalofriante capítulo de la profanación de la iglesia y el cementerio. Rituales llevados a cabo con huesos de bebés no bautizados, en los primeros compases de Legado en los huesos, la segunda parte de la serie. Para los interesados en la Historia, con mayúscula, remarcar que de Arizkun fue Pedro de Ursúa, conquistador y representante del Virrey del Perú. Ursúa fue uno de los buscadores de El Dorado en el Nuevo Mundo a mediados del siglo XVI. Acabó asesinado por Lope de Aguirre, compañero de expedición. Muchos recordaran a Ursúa y a Aguirre por la película de Werner Herzog Aguirre, la cólera de Dios.

Hay que ascender hasta los restos del castillo de Amaiur, último bastión de la resistencia navarra frente a Castilla en el siglo XVI, para tener una visión épica del valle, sobre todo a primera hora del día con la bruma cubriendo bosques, montañas, prados y pueblos. Y desde aquel púlpito privilegiado pensar que tal vez sea lógico que en este rincón de Navarra, dejado antaño de la mano de Dios, donde la humedad, el frío y el aislamiento geográfico y cultural dificultaban tanto la vida, destrozaban las cosechas y enfermaban a criaturas y adultos, se creyera en seres extraños y en todo lo sobrenatural —recordemos la cercanía de Zugarramurdi, uno de los enclaves principales cuando se habla de leyendas sobre brujería—. 

La Trilogía del Baztán corresponde al género negro, pero es, al mismo tiempo, una forma de adentrarse en la antigua cultura y mitología vasco-navarra. Y en un carácter matriarcal, el navarro, forjado por la dureza del entorno y por la necesidad de anclarse a lo que sea para avanzar, para sobrevivir. Aferrarse a brujas, a demonios, a seres temibles o sobrenaturales. Todo vale si se obtiene una explicación con la que acometer el destino.

El Valle de Baztan es un lugar de belleza calmada. También es un lugar inspirador para todo aquel que lo recorra con paso empático y mente abierta. Recuerde el lector o la lectora que, en ocasiones, para ver solo hay que creer. Pónganlo en práctica en el Baztan. 

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