Un recorrido distinto por Gandia: tras las huellas de los Borja

Un paseo por la ciudad ducal lleva a descubrir sus encantos, pero también el legado de la poderosa familia Borja, que en esta localidad de la Comunitat Valenciana comenzó a fraguar su historia.

Un recorrido por el Gandía de los Borja.
Un recorrido por el Gandía de los Borja. / Alfons Rodríguez

Gandia es conocida por ese Mediterráneo que baña sus costas, marca el ritmo de vida de sus ciudadanos y cuyo embrujo ha inspirado a grandes poetas y pintores, algunos naturales de esta ciudad que tuvo como ilustres vecinos a los Borja. No fue en Roma y sí en la Comunitat Valenciana donde comenzó la historia de una familia que tuvo dos papas, un santo y tantas leyendas e historias negras como se quieran imaginar.

Un legado que se descubre teniendo como única noción del tiempo las campanadas de la iglesia, recorriendo las coquetas calles del casco antiguo, sentándose en terrazas que se cobijan bajo la sombra de los árboles e imaginado cómo la familia Borja convertía a Gandia en un importante ducado. Una ciudad que no se entendería sin la familia Borja, cuyo legado comienza cuando Rodrigo de Borja (futuro papa Alejandro VI) adquiere el ducado de Gandia en 1485. En ese lote está el Palau Ducal, la que sería durante 300 años la casa matriz de su dinastía y en cuyas estancias residieron y vivieron hasta once duques de Gandia —todos de los Borja—.

Galería dorada del Palau Ducal.

Galería dorada del Palau Ducal.

/ Alfons Rodríguez

De hecho, visitar el Palau es la mejor manera de acercarse a esta poderosa familia y entender su papel en la ciudad. Antes, Estela Pellicer, gestora cultural del Palau Ducal, explica que el palacio como hoy se conoce dista del originario porque desde su construcción en el siglo XV hasta la adquisición por parte de la compañía de Jesús en el 1890 ha experimentado muchas reformas arquitectónicas.

El acceso al Palau Ducal se realiza por una escalera que conduce al salón de Coronas, en cuyo techo se aprecian las dobles coronas que Alejandro VI empleó el día de su coronación como papa. Las ventanas dejan entrar una luz tenue, que ilumina los azulejos de estilo mudéjar y las inmensas sargas colocadas en las paredes que narran la vida de Francisco de Borja, que, como recuerda Estela, “fue un personaje clave en la fundación de la compañía de Jesús, llegando a ser III General de la Orden”.

Escalera de caracol del Monasterio de Sant Jeroni de Cotalba realizada por Pere Comte.

Escalera de caracol del Monasterio de Sant Jeroni de Cotalba realizada por Pere Comte.

/ Alfons Rodríguez

La sala contigua, convertida por los jesuitas en una capilla neogótica consagrada al santo, sorprende por esa gran bóveda de crucería estrellada. Pero San Francisco de Borja no es el único nombre propio del Palau, también lo es María Enríquez, esposa del segundo duque de Gandia. “María Enríquez se enfrentó a su suegro, el papa Alejandro VI, y logró que hasta aquí vinieran artistas tan importantes como el arquitecto Pere Comte, el escultor Damià Forment o el pintor Paolo de San Leocadio”, resalta Estela.

Precisamente, en el oratorio se conservan pinturas de la época de María Enríquez y que se atribuyen a Filippo de San Leocadio. La visita prosigue en la Cámara de la Duquesa, lugar en el que el 28 de octubre de 1510 nació Francisco de Borja, por estancias majestuosas y finaliza en la joya de la corona: la galería dorada, una gran estancia formada por cinco salas contiguas separadas por pórticos de madera tallada que se podían abrir para acoger grandes festines. Esta galería fue mandada construir por Pascual Francisco de Borja, para conmemorar la canonización de San Francisco de Borja (1671).

Grafiti de Francisco de Borja en la fachada del hotel Borgia, obra de Diego As.

Grafiti de Francisco de Borja en la fachada del hotel Borgia, obra de Diego As.

/ Alfons Rodríguez

Más allá del Palau Ducal  

Al salir es imposible no mirar hacia atrás y volver a admirar desde el patio de armas esta pequeña joya que se esconde en Gandia. Ya fuera, los pasos llevan a la plaza Mayor, la que fue el centro de la villa y que aún conserva ese trajín de gentes. Siempre animada, en ella está el Ayuntamiento y la iglesia colegiata de Santa María que, gracias a María Enríquez, se acabó de construir y logró que el papa Alejandro VI la elevara al rango de colegiata. De hecho, en sus muros se pueden ver la línea que marca la división entre la iglesia original y su ampliación.

¿Cómo logró la familia Borja ser tan poderosa? Por los campos de caña de azúcar, que se extendían en lo que hoy es un parque junto al río Serpis. Fue tal su importancia que Gandia se convirtió en uno de los principales territorios productores de azúcar de Europa, aunque con la expulsión de los moriscos cayó en decadencia. Un paraje que se admira en su mirador, el del Serpis, en cuyas paredes están escritos los versos de los autores valencianos Ausiàs March y Vicent Andrés Estellés.

Paseo de las Germanías.

Paseo de las Germanías.

/ Alfons Rodríguez

Gandia mantiene la estructura medieval, con calles estrechas de casas bajas en las que todavía las personas sacan las sillas afuera para disfrutar del aire fresco de la tarde. En ese laberinto se encuentra el hospital de San Marcos, hoy sede del Museu Arqueològic de Gandia (MAGa), que alberga algunos de los principales yacimientos arqueológicos de Europa, como la Cova del Bolomor, la Cova del Parpalló o la Cova de les Meravelles. Muy cerca está el Museo de Santa Clara, que acoge obras donadas por la familia Borja. 

Hay que dejar atrás el silencio para regresar al ajetreo de las calles comerciales y a ese Paseo de Germanías, que invita a hacer un alto en el camino para picar algo y disfrutar de su ambiente. Quizá una bebida con un figatell o una coca de dacsa para probar la gastronomía local. Otra opción es acercarse hasta los Jardines de La Marquesa, un remanso de paz en medio de la urbe.

Un alto para luego seguir las huellas de los Borja, que llevan hasta la plaza de las Escuelas Pías, dominada por las estatuas de San Francisco de Borja (IV duque y patrón de la ciudad), Alejandro VI (papa), César Borja y Lucrecia Borja (hijos de Alejandro VI) y Calixto III (papa). Su ubicación no es casual: Juan de Borja fue un gran humanista y construyó aquí una biblioteca que en tiempos de Francisco de Borja se convertiría en universidad, la primera en todo mundo regida por la Compañía de Jesús.

Los lugares más importantes de los Borja en Gandia.

Los lugares más importantes de los Borja en Gandia.

/ Alfons Rodríguez

El legado de la familia más poderosa del Renacimiento va más allá de la ciudad ducal, pues en el municipio de Alfauir, a ocho kilómetros de Gandia, se sitúa el Monasterio de Sant Jeroni de Cotalba. Un monasterio que hoy se puede visitar gracias a la familia Trénor, que evitó que el edificio cayera en el olvido. Mario Balbastre, uno de los guías, relata la conexión del edificio con los Borja: “La esposa de San Francisco de Borja, Leonor de Castro Melo, falleció aquí y María Enríquez mandó construir algunas de las estancias del complejo y, según algunas fuentes, se cree que una de las habitaciones era ocupada por ella cuando quería huir del ruido de Gandia”.

Amante del arte, María Enríquez trajo a Gandia a ilustres escultores y pintores. Es el caso de Pere Comte, autor de la Lonja de la Seda de Valencia, quien realizó la escalera de caracol que hay en el claustro inferior y que sorprende por la azulejería de los peldaños (cerámica valenciana del s. XVI) y esos motivos vegetales que la adornan. En el claustro superior también realizó la puerta de los Leones, en cuya columna central se aprecia el escudo nobiliario de María Enríquez. Un monasterio que realmente merece la pena descubrir.

Ciudad mediterránea  

Gandia no se entendería sin los Borja, pero tampoco sin su fachada marítima, con esa playa Nordde tres kilómetros de arena fina, aguas limpias y un paseo jalonado de todos los servicios para disfrutar a cualquier hora. Un mar que también es despensa pues allí, en su puerto, cada día los pescadores y pescadoras salen a faenar para traer esas materias primas que regala el Mediterráneo. Las nueve de la mañana es la mejor hora para acercarse hasta la lonja del Grao de Gandia, cuando las primeras barcas pesqueras —de trasmallo— comienzan a llegar.

Barcas en el puerto de Gandia.

Barcas en el puerto de Gandia.

/ Alfons Rodríguez

María Casas, patrona y propietaria del barco Tramuntana, es una de esas mujeres que se hacen un hueco en el arte de la pesca. “Te tienes que guiar por el instinto porque a través de él sabes dónde debes poner las redes o qué pescado buscar”, cuenta. Lo hace mientras coloca un cubo en el que va depositando el pescado que ha quedado entre la red. Luego, lo llevará a la subasta de la lonja.

María Casas junto a Raquel Llopis, Carmen, María, Mavi y Mirela, Roen y Maite son las “dones de la mar”, mujeres que aman su oficio y que han luchado por mantener la tradición pesquera y equiparar su trabajo al de los hombres. Son también las responsables de traer las materias primas que servirán de base para elaborar platos marineros, como la fideuà de Gandia. Una receta tradicional que mantienen muchos chefs, como Amadeo Faus, del restaurante Chef Amadeo, quien explica que el secreto de una buena fideuà es el fumet (caldo de pescado): “Un buen fumet te asegura una buena fideuà, pero también los tiempos de cocción y el pescado de roca; sin olvidar el rape, las cigalas, la galera y las gambas”. Como manda la tradición, Amadeo Faus emplea el fideo del número 4 —“consigue el mayor equilibrio en sabores”—. 

Detalle de arte mural en el Carrer dels Arcs de Gandia.

Detalle de arte mural en el Carrer dels Arcs de Gandia.

/ Alfons Rodríguez

Un mar que regala una magnífica puesta de sol en la playa de l’Auir, situada en un entorno privilegiado: bordeada de huertos, envuelta por dunas y con el Mondúver dominando el horizonte. Un lugar único también para disfrutar del baño y cerrar unos días en Gandia, con la familia Borja de acompañante y el Mediterráneo de telón de fondo. 

Vecinos de Gandia

María Casas, armadora y patrona 

María Casas, armadora y patrona.

María Casas, armadora y patrona.

/ Alfons Rodríguez

Con 24 años de experiencia en el sector pesquero y saliendo a faenar con la embarcación de artes menores Tramuntana, María explica que para ejercer esta profesión ha tenido que aprender diferentes artes (palangres, betas, trasmallos y alcatruces) y “guiarse por la intuición”. Un oficio que le gustó desde el primer día porque le daba “una libertad que no me daba otro oficio”. Eso sí, considera que es un trabajo muy vocacional pues “requiere de mucho sacrificio, no hay horarios y necesita mucha dedicación”. Desde 2022 María Casas es la presienta de la Asociación Mujeres de la Mar (Adomar), que vela por los derechos de las mujeres en un sector tan difícil como la pesca. 

Amadeo Faus, restaurante Chef Amadeo 

Amadeo Faus, restaurante Chef Amadeo.

Amadeo Faus, restaurante Chef Amadeo.

/ Alfons Rodríguez

Amadeo creció en un entorno donde sus progenitores le inculcaron el amor por la cocina y su abuela le relataba las historias de su abuelo, pescador del Grao. Aquello le llevó a trabajar en la hostelería un verano, sector que ya no dejó al darse cuenta de que le gustaba “hacer feliz a la gente”. Aprendió por su cuenta y abrazó una cocina tradicional, pegada al territorio y que respeta al máximo el producto. De su carta destaca la caldereta de bogavante o el arroz con bacalao y coliflor, que compiten con su plato estrella: la fideuà de Gandia. ¿Su secreto? El caldo de pescado, que elabora diariamente con los productos que compra en la lonja. Un restaurante en el que, gracias a su carisma, el comensal se siente como en casa.

Miquel Suay, diseñador de moda.

Miquel Suay, diseñador de moda.

/ Alfons Rodríguez

Natural de Xàtiva pero vecino de Gandia desde muy joven, Miquel Suay irrumpió en el mundo de la moda en 1999 con su propia marca. Una trayectoria en la que siempre ha tenido como fuente de inspiración la Arquitectura, como las geometrías hipnóticas o los trampantojos, y como colores base el negro, blanco y gris, “que dan una dimensión a los elementos”. El ganador a la mejor colección de 080 BCN Fashion en 2015 señala que en sus colecciones se aprecia la influencia de los Borja —hizo una colección inspirada en ellos—, Gandia y el Mediterráneo y responden a un concepto de moda sin género.

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