El pueblo más pequeño de Sevilla: 16 habitantes, infinitos encantos

Sevilla tiene un color especial y unos pueblos que son una auténtica maravilla. Algunos de ellos como Sanlúcar la Mayor, Écija o Carmona tienen fama mundial y cada año miles de personas viajan hasta allí para descubrir sus encantos y quedar prendadas del alma sevillana reflejada en sus culturas y tradiciones. Los municipios andaluces gozan de un ritmo y encanto propios que los han puesto en el mapa. 

Pero no todos los pueblos tienen la suerte de ser un punto turístico en el que los viajeros fluyen a diario recorriendo sus calles y comiendo en sus restaurantes. Hay otros que tienen que sobrevivir con la ayuda de sus escasos habitantes que luchan cada día para salir adelante por amor a su pueblo. Este es precisamente el caso del pueblo más pequeño de Sevilla. 

El pueblo sevillano con menos habitantes

Uno de los pueblos con más encanto de Sevilla también es el más despoblado. Hablamos de El Madroño, un precioso (pero pequeño) enclave en la provincia sevillana ubicado en la zona de la Vía de la Plata. Rodeado de un paisaje natural único formado por cientos de árboles que dan nombre al pueblo, este lugar es un remanso de paz y tranquilidad donde el ajetreo desaparece y el canto de los pájaros se convierte en la banda sonora. 

El Madroño está dividido en núcleos poblacionales diferentes, y aunque el total de habitantes de la zona es de aproximadamente 290 personas, la realidad es que hay núcleos en los que solo hay entre 1 y 7 habitantes censados. El total de habitantes real es de 16 por lo que el escaso número de pobladores permite que las tradiciones se mantengan y que el tiempo se detenga creando un enclave en el que vivir felizmente. 

La escasa población no es un impedimento para desarrollar la vida con normalidad. Sus habitantes tienen la suerte de vivir en un increíble escenario natural que fomenta que su economía sea principalmente agrícola y ganadera en la que destaca la cría de cerdos.

Su ubicación cerca del Parque Natural de Aracena y Picos de Aroche y del Coto Nacional de Caza de la Pata del Caballo ofrecen al viajero una visita única en contacto con la naturaleza. Sin duda, El Madroño es el destino perfecto para los amantes del turismo rural y el buen tiempo.

En este precioso pueblo decorado con casas blancas de pequeño tamaño en las que alguna maceta verde cuelga de la ventana, hay un sinfín de elementos por descubrir. Uno de los edificios más impresionantes es la preciosa Iglesia de San Blas, con una gran fachada blanca; este templo es originario del siglo XVI. En el interior de la iglesia podemos encontrar bellas imágenes de San Blas, el patrón del lugar y de la Virgen del Rosario. 

Pese a su escasa población, El Madroño cuenta con todos los servicios necesarios para desarrollar la vida con normalidad. Tiene un restaurante, bar, un pequeño supermercado, farmacia, Ayuntamiento, escuela, albergue, piscina municipal e instalaciones deportivas. 

Un lugar mágico cerca de El Madroño

Si eres un amante de la historia y la naturaleza, El Madroño te encantará. A pocos kilómetros de allí se puede visitar el dolmen de un antiguo castillo e imaginar cómo sería la vida en su momento de máximo esplendor y sentirte el rey de la colina que domina. Desde allí, tendrás unas vistas privilegiadas del paisaje único que decora el pueblo. 

Pero eso no es todo, lo mejor de este enclave natural de El Madroño es un mágico río que atemoriza a algunos y enamora a otros. Se trata del Río Tinto, un elemento fluvial que destaca por su belleza cromática con tonos rojos y por su espectacular historia. 

El nombre de este peculiar río se debe a su color rojo que se convierte en ocre cuando llega a la orilla. Esto se debe a la gran cantidad de sales ferruginosas y sulfatos que, mezclados con la escasez de oxígeno, crean este tono tan llamativo. 

Este precioso pueblo de Sevilla, es el más deshabitado, pero sus encantos son infinitos. Es ideal para una escapada de fin de semana en contacto con la naturaleza y lejos del ruido de la ciudad. El Madroño es un enclave precioso que merece una visita al menos una vez en la vida para conocer los encantos de sus pocos pero felices habitantes.