Las 1.000 caras de Madrid: descubre las joyas ocultas de la capital

Acogedora, soberbia, humilde, jaranera, solemne, excitante... Madrid es una fuerza en constante movimiento. Para no colapsar ante las numerosas posibilidades que ofrece al viajero, es recomendable dejarse llevar por la sorpresa. Aparecen a la vuelta de la esquina.  

Cine Doré.
Cine Doré. / Álvaro López©Madrid Destino

Mi infancia estuvo marcada por el intenso olor de las gallinejas. A través de las ventanas de mi colegio, el penetrante aroma de las tripas de cordero fritas nublaba mi escasa concentración. Mi escuela estaba a apenas 50 metros de La Felipa —diminuto local de gallinejas cerrado hace décadas—. Los tiempos han cambiado y las gallinejas han desaparecido prácticamente de la cocina madrileña. Pero su olor está impreso en mi memoria. 

La Colegiata de San Isidro vista desde la Plaza Mayor.

La Colegiata de San Isidro vista desde la Plaza Mayor.

/ Istock

El colegio en cuestión estaba en Puente de Vallecas. Considerado anteriormente como un municipio independiente, Vallecas pasó a convertirse en parte de Madrid a partir de un decreto firmado el 10 de noviembre de 1950. A pesar de la anexión, este barrio de origen humilde ha mantenido su propia personalidad e independencia. En una ciudad como Madrid, en la que uno de cada dos ciudadanos ha nacido en otra parte, los vecinos de este barrio poseen un arraigado sentimiento de pertenencia. En la actualidad, Puente de Vallecas tiene una población superior a los 230.000 habitantes, lo que la sitúa por encima de capitales de provincia como San Sebastián, Santander, Logroño, Burgos, Salamanca, Oviedo... A finales de los años 80, en plena adolescencia, nunca tuve la necesidad de pisar el centro de Madrid. ¿Para qué? Vallecas tenía de todo: cines, bares, tiendas, sus propias fiestas e incluso equipo de fútbol, el Rayo Vallecano.  

La Dama del Manzanares.

La Dama del Manzanares.

/ Pablo Fernández

Todo cambió con el comienzo de la universidad, que me obligó a traspasar las fronteras vallecanas. Entonces descubrí Madrid como si fuera un turista en mi propia ciudad. Enfrente de mi casa estaba la parada de la línea 10 de autobuses. El 10 tiene un recorrido extraordinario. Su cabecera está en la señorial Plaza de Cibeles, frente al Banco de España y a tiro de piedra de la Gran Vía y la Puerta de Alcalá —solo otro bus ostenta este honor, el 34—. Tras casi 10 kilómetros de trayecto, el 10 finaliza en un solitario rincón del distrito de Puente de Vallecas. Al recorrer la línea 10 de principio a fin, descubrí los múltiples contrastes de una ciudad que está en constante proceso de cambio. Entonces, aprendí que el autobús es el medio de transporte ideal para conocer Madrid. A diferencia del metro, viajar por la superficie de la ciudad permite disfrutar del bullicio de sus calles y así explorar rincones que las guías convencionales suelen dejar de lado.

Los últimos en llegar

Nada más arrancar en Cibeles, el 10 saluda a los tres principales focos de interés de lo que se conoce como el Triángulo del Arte, cuyos vértices están formados por el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Reina Sofía. En este entorno se agrupan más de 10 museos de primer nivel. El último en abrir sus puertas ha sido la Serrería Belga, centro cultural de 4.000 metros cuadrados que toma su nombre del emplazamiento que ocupa: una antigua serrería construida en 1925 por la empresa Sociedad Belga de los Pinares de El Paular. Este espacio multifuncional acoge exposiciones gratuitas, conferencias, conciertos y actividades para promocionar la lectura. Todo ello con el objetivo de mostrar la vitalidad creativa madrileña. El edificio industrial que ocupa se encuentra a espaldas del CaixaForum, entre las calles Alameda, Cenicero y la plaza de las Letras. A cinco minutos andando se encuentra el Reina Sofía. Y a dos, la popular discoteca Kapital, cuya puerta se abarrota los fines de semana con chavales venidos de todos los barrios de la ciudad. 

Serrería Belga.

Serrería Belga.

/ Pablo Fernández

En lo que a arte se refiere, Madrid ha ocupado numerosos titulares en las últimas semanas gracias a la apertura de las Colecciones Reales. Para visitar este nuevo museo lo mejor es coger el 41, autobús situado en el Paseo de Santa María de la Cabeza, 4, justo enfrente de la entrada al edificio de Jean Nouvel del Reina Sofía. Nada más arrancar, el 41 toma la Ronda de Atocha. En la acera izquierda está el Teatro Circo Price y en la derecha, el centro cultural La Casa Encendida. Una vez en la Glorieta de Embajadores, el bus enfila hacia Puerta de Toledo, adentrándose en lo que durante el domingo se convierte en la parte baja de El Rastro. Este mercado callejero es una visita fascinante, pero es altamente recomendable visitarlo lo más temprano posible. A partir de mediodía, la gran afluencia de público dificulta disfrutarlo como se merece. Antes de perderse por sus calles, puede ser de gran ayuda leer El Rastro, libro de Andrés Trapiello que explica la historia de uno de los mercados ambulantes más emblemáticos del mundo. 

Galería de las Colecciones Reales, entre la catedral de la Almudena y el Palacio Real.

Galería de las Colecciones Reales, entre la catedral de la Almudena y el Palacio Real.

/ Istock

El 41 gira por la Puerta de Toledo para bajar por el Paseo de los Pontones y dirigirse hacia los terrenos que ocupaban el antiguo estadio Vicente Calderón. Poco después, en el Paseo de la Virgen del Puerto, el bus circula junto al Campo del Moro. Estos jardines declarados de interés histórico artístico se extienden bajo la fachada occidental del Palacio Real. Y es precisamente aquí, junto al palacio, donde se encuentra la Galería de las Colecciones Reales. El recién llegado museo ocupa un apabullante edificio de 40.000 metros cuadrados construido por los prestigiosos arquitectos Emilio Tuñón Álvarez y Luis Moreno Mansilla. Su colección está formada por cerca de 700 obras elegidas entre las más de 170.000 con las que cuenta Patrimonio Nacional. El objetivo museístico es contar los últimos 500 años de Historia de España a través de cuadros y esculturas, pero también de muebles, tapices, armaduras, libros y otros muchos objetos cotidianos que han estado ocultos para el público durante siglos. Hay incluso un trineo infantil de Isabel II.

Arriba y abajo

Las Colecciones Reales muestran la historia de las clases privilegiadas, cuya vinculación con Madrid comenzó con el traslado de la Corte a Madrid en junio de 1561 por orden de Felipe II. Pero Madrid es una ciudad con un fuerte carácter popular, en la que conviven sin problema el chotis, la ópera y el trap. Un ejemplo: a media hora andando del boato del Palacio Real se encuentra el modesto Parque de la Bombilla —también es posible ir en bus cogiendo el 46 en la Cuesta de San Vicente—. En esta zona ajardinada se celebra cada 13 de junio la bullanguera verbena de San Antonio de la Florida y en época estival acoge una tradición que está viviendo una segunda juventud: los cines de verano. Este año, además, ofrecen la posibilidad de disfrutar de sesiones de cine al aire libre con música y comentarios en directo de humoristas. Durante agosto y septiembre, la Filmoteca Española también ofrece cine de verano en su preciosa sede de la calle Santa Isabel —el conocido como cine Doré es uno de los mejores ejemplos de arquitectura modernista que pueden encontrase en Madrid, obra del arquitecto local Críspulo Moro Cabeza—. Al encontrarse en pleno centro, junto a la plaza de Antón Martín, los organizadores suministran auriculares a los espectadores para que disfruten de los largometrajes sin molestar a los vecinos. Huelga decir que todos estos cines de verano ofrecen servicios de bar para refrescar el disfrute del séptimo arte. 

Librería La Casquería.

Librería La Casquería.

/ Pablo Fernández

A pocos metros del cine, en la misma calle Santa Isabel, se encuentra el Mercado de Anton Martín. En dura competencia con las grandes superficies comerciales, los tradicionales mercados de abastos se han visto obligados a buscar alternativas para sobrevivir. En este animado centro gastronómico es posible adquirir productos frescos en locales de toda la vida, como la carnicería de Alfredo y la frutería de Fernando... pero también se puede picar algo en restaurantes de moda como el Caracola — especializado en tortillas y cheesecakes— o en el japonés Yokaloka —homenajeado por Isabel Coixet en su serie de HBO Foodie Love—. Este fenómeno de reconversión de los mercados tradicionales ha proliferado por toda la ciudad. 

A escasos 10 minutos andando, en pleno barrio de Lavapiés, se encuentra el Mercado de San Fernando, que ha sufrido una transformación similar. Para visitarlo, lo mejor es bajar por la empinada calle de Zurita, donde se aprecia claramente el espíritu de poblachón que aún pervive en muchos de los barrios de la ciudad. Conocido popularmente como Mercado de Lavapiés, este lugar se transforma durante el fin de semana en un jaranero punto de encuentro para los espíritus más alternativos. Entre sus puestos de comida destacan: La Guatona —cocina tradicional chilena—, La Alpargata Vegana —comida casera vegana—, El País de los ceviches —especializado en platillos peruanos— y Hamburg Exargia —una curiosa mezcla de comida griega y alemana producto del amor: sus propietarios son una pareja de estas nacionalidades—. La amplia oferta culinaria del mercado amplía sus redes gastronómicas a Italia, Portugal, Asturias, Cuba, México... Como curiosidad, este mercado cuenta con una librería probablemente única en el mundo. La casquería —llamada así porque ocupa el antiguo puesto del mercado dedicado a esta especialidad— vende libros usados al peso. El kilo sale a 10 euros.

Restaurante Hong Kong 70 in Chinatown.

Restaurante Hong Kong 70 in Chinatown.

/ D. R.

El origen está en el agua

Una vez en las inclinadas escaleras de San Fernando, el visitante tiene dos opciones: ascender la calle de Embajadores hacia la castiza Plaza de Cascorro o descender hacia la glorieta de Embajadores. En esta ocasión, optaremos por esta última opción. Esta confluencia de importantes vías madrileñas dispone de una amplia oferta de autobuses. El 148, dirección Puente de Vallecas, se dirige hacia el sur de la ciudad. A tan solo 15 minutos se encuentra Madrid Río y el Matadero, dos enclaves esenciales para entender cómo el urbanismo ha logrado cambiar una zona tradicionalmente deprimida y transformarla en un importante eje de ocio y cultura. 

Puente de Arganzuela, en Madrid Río.

Puente de Arganzuela, en Madrid Río.

/ Getty Images

En la actualidad, Madrid Río es un querido parque urbano de 121 hectáreas que ha recuperado para los ciudadanos la ribera del río Manzanares. Sin embargo, antes de su inauguración en 2011, toda esta zona estaba ocupada por la autovía de circunvalación de la M-30, que debió ser soterrada para llevar a cabo el proyecto. Tras casi 10 años de obras, y numerosas quejas por los contratiempos generados por tan faraónica obra, el resultado ha satisfecho a todos. Además, el parque ha servido para revitalizar el sur de la ciudad. A su vera también ha florecido el Matadero, activo centro de arte y ocio que merece la visita por muchos motivos, pero especialmente por el impactante espacio que ocupa: las naves industriales construidas a principios del siglo XX que ocupó el matadero industrial de la ciudad.

Los más andarines pueden disfrutar del paseo de Madrid Río durante kilómetros y kilómetros. Hacia el oeste, rumbo a la Casa de Campo. Y hacia el este, hacia una joya oculta de la ciudad: el Parque Lineal del Manzanares. Este espacio natural transcurre a lo largo del Manzanares hasta su desembocadura en el río Jarama. En su inicio se encuentra un magnífico parque diseñado por Ricardo Bofill. Una de sus imágenes más icónicas es La Dama del Manzanares, escultura en bronce de Manolo Valdés que, con sus 13 metros de altura, se yergue orgullosa sobre un cerro. Todos aquellos que lleguen en AVE hacia la estación de Atocha estarán familiarizados con su silueta, ya que es lo primero que se observa al entrar en la ciudad.  

Estanque de los Chinescos, en el Jardín del Príncipe de Aranjuez.

Estanque de los Chinescos, en el Jardín del Príncipe de Aranjuez.

/ Istock

Todo este resurgimiento del sur de la ciudad se ha articulado alrededor del Manzanares. Para muchos visitantes, aún es una sorpresa que Madrid cuente con río. Es cierto que no es especialmente caudaloso, pero su importancia histórica para la ciudad es mayúscula. En opinión de uno de los cronistas más reputados de Madrid, el mencionado Andrés Trapiello, Madrid significa tanto arroyo como manadero y alcantarilla. La presencia de agua fue esencial para la creación de los primeros asentamientos en la zona. Aunque ya existían focos de población en periodo paleolítico, no fue hasta el siglo IX que se estableció como importante núcleo urbano. Lo explica Trapiello en su libro Madrid: “Los árabes aprovecharon los buenos acuíferos del lugar y canalizaron el agua con sus diferentes viajes o minas subterráneas, llamadas mayrat, y de ahí le dieron a ese lugar el nombre de Mayrit, que evolución pronto a Magerit”.  

Madrileños todos

Los anales constatan los orígenes romanos, góticos y musulmanes de Madrid. Puede parecer exagerado, pero ese carácter aglutinador de diferentes culturas es esencial para entender el Madrid del siglo XXI. Según el padrón de 2022, la población de la ciudad es de 3.339.295 habitantes. Y de ellos, 552.576 provienen de otro país. Los venezolanos son los más numerosos, con 51.983. Les siguen colombianos, rumanos, peruanos, chinos e italianos.

La mezcla de idiomas, colores y olores es evidente en barrios multiculturales como Lavapiés. Pero fuera de la almendra central también existen focos de interés en este aspecto. Es relevante el caso de Usera. Este distrito del sur se encuentra a tan solo 10 minutos en bus del Matadero, basta con coger el 47 en la Plaza de Legazpi. Debido a la concentración de población china en esta zona, se le puede considerar una Chinatown en toda regla —de hecho, es el barrio con mayor población china de toda España—. Allí se concentran peluquerías chinas, agencias de viaje chinas, librerías chinas, supermercados chinos, centros de mayores chinos... y, por supuesto, restaurantes chinos. La oferta culinaria en este aspecto es abrumadora y sorprendente. Uno puede optar por un reconstituyente hot pot, por comida rápida típica de Shanghái, por recetas tradicionales cantonesas... Es cierto que hay locales donde es difícil entenderse en español, pero no es menos cierto que ya existe una nueva generación de empresarios hispanochinos que tiene otra mirada. Paloma Fang es una de ellas. Propietaria de Hong Kong 70 in Chinatown, su idea es convertir el barrio en un reclamo turístico más de la ciudad. A partir de una colorida decoración que homenajea los populares neones de Hong Kong, este restaurante asegura ofrecer verdadera comida hongkonesa, con especial énfasis en el pato y en los dim sums.  

'Salomé con la cabeza de Juan Bautista', de Caravaggio, en la Galería de las Colecciones Reales.

'Salomé con la cabeza de Juan Bautista', de Caravaggio, en la Galería de las Colecciones Reales.

/ Pablo Fernández

Cuando cae la noche, tras una intensa jornada de gastronomía, arte y pindongueo, es recomendable reposar brevemente para recuperar el resuello. Dice el refrán que de noche todos los gatos son pardos. Especialmente en Madrid. Para regresar al centro, desde Usera, la línea 60 nos deja en pleno Madrid de los Austrias, concretamente en la Plaza de la Cebada. El de los Austrias es un barrio complicado para los frágiles de espíritu, pues sus numerosos bares emiten constantes cantos de sirena. Superado este escollo, junto a la icónica y revoltosa Puerta del Sol, se oculta un inesperado remanso de paz. El hotel de cinco estrellas The Madrid EDITION cuenta con una terraza de 360 grados y una impresionante infinity pool con vistas al Teatro Real.

Terraza de The Madrid EDITION.

Terraza de The Madrid EDITION.

/ Nikolas Koenig 2021

Esta es una de las últimas incorporaciones a la creciente lista de terrazas madrileñas de postín. A apenas 300 metros del hall del hotel, al otro lado de Sol, comienza la popular calle Alcalá, ilustre vía que atraviesa Cibeles. Numerosos autobuses circulan por esta glorieta —incluido el 10—. Es altamente probable que alguno le lleve a su destino. Yo me voy a casa. 

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