Los fiordos de Kenai: la última frontera de Alaska

Alaska es el mito del salvaje, de la vida sin intromisiones, del contacto natural, de sentirse más humano que en una ciudad, de conseguir por ti mismo el alimento, la energía, el abrigo. El reto, el gran reto que tantos fueron allí a enfrentar. Alaska es tierra de mitos y leyendas forjadas a golpes en la Fiebre del oro, en los relatos de Jack London, en las andanzas de Alex Supertramp. Alaska, Alaska, Alaska, susurran los sueños de los viajeros, de los herederos de los grandes caminantes de la generación Beat. El sueño siempre está en América, pero tantas veces no se llega. Hoy vamos a conocer un poquito de los fiordos de Kenai.

El parque natural

Kenai Fjords National Park, ubicado fuera de la ciudad portuaria de Seward, abarca más de 600,000 hectareas y fue creado en 1980 para proteger sus paisajes glaciares, hermosos y pristinos. Casi la mitad del parque está cubierto por nieve y hielo, destacando el extenso Harding Icefield, que se extiende sobre 700 kilómetros cuadrados. Este enorme campo de hielo es deslumbrante y alimenta a unos 40 glaciares que descienden desde las montañas hacia el mar, formando fiordos, muchos fiordos.

Este parque es uno de los más visitados de Alaska: ofrece muchas actividades, para aventureros y para visitantes más sosegados. Elige kayak, alpinismo, acampada, pesca, ciclismo, senderismo, esquí, visita aérea. Para admirar los glaciares de cerca y la abundante vida marina, se pueden tomar tours en barco de día completo o medio día que parten de Seward. Estos recorridos exploran la costa escarpada, las islas, las montañas y los fiordos del parque, como la Bahía de Aialik y el Fiordo Northwestern. Durante estos viajes, es común observar ballenas jorobadas, orcas, leones marinos y nutrias marinas.

Aventurarse en el Glaciar Exit

El Glaciar Exit, ubicado cerca de Seward, es fácilmente accesible por carretera y es el único destino en el parque al que se puede llegar por tierra. Este glaciar se encuentra al final del Camino Herman Leirer. El senderismo es una de las mejores maneras de experimentar la majestuosidad del glaciar. Hay senderos que varían desde paseos tranquilos hasta caminatas desafiantes, adecuados para todos los niveles. Uno de los más populares es el Harding Icefield Trail: en lo alto hay unas vistas impresionantes de la inmensidad helada.