5 viajes que todo el mundo debería hacer antes de los 50 años
Siempre es buen momento para viajar, pero cuando se está cerca de una 'crisis' de edad, más aún.
Cualquier viajero que se considere un explorador nato debería marcarse algunos objetivos en la vida en relación a los viajes, sobre todo antes de cumplir ciertas edades. Llegar a los 50 años ahora no supone la pérdida de vitalidad, sino todo lo contrario, es casi como volver a vivir una segunda juventud. Aun así, las edades pasadas nunca vuelven y los viajes que se hacen antes de llegar a ese ecuador de la vida pueden ser muy reconfortantes.
Más allá de los destinos típicos como Bali, Roma, París, Marrakech o Tokio y los viajes más populares como la Ruta 66 o el Camino de Santiago, existen otras maneras de conocer el mundo sin necesidad de seguir los pasos de todo el mundo. Buscar la tranquilidad o el bullicio, una gran Historia o una buena gastronomía, o un poco de cada cosa, siempre es un buen punto de partida para empezar a viajar antes de los 50 años.
Degusta la multiculturalidad de Turquía
Está claro que este país a caballo entre Europa y Asia esconde algunos rincones que son indispensables conocer antes de morir. La Capadocia con sus globos aerostáticos adornando el cielo y llenándolo de colores es uno de los destinos clave dentro de Turquía. Del mismo modo que lo es a su manera Estambul, la ciudad puente entre Oriente y Occidente; Pérgamo, una curiosa ciudad romana; u Ortahisar, el pueblo más bonito del país que parece esculpido en la propia montaña.
Pasea entre la Historia en Egipto
La antigua civilización egipcia dejó muchas señales de ser una de las más grandes de la Histora, con monumentos tan populares como las pirámides de Giza, el templo de Lúxor o el de Ramsés II y la Esfinge. Pero esta ciudad de faraones esconde otros muchos secretos menos conocidos y, por tanto, masificados, como el Desierto Blanco cercano al Oasis de Farafra que toma ese color por los yesos que se forman tras la acumulación de conchas.
Destacan también la tumba de Sennedjem, un artesano que se construyó a sí mismo la tumba en el poblado de Deir el-Medina; el llamado 'Valle de las Ballenas' (Wadi al-Hitan), que alberga esqueletos fósiles de dos tipos de cetáceos ancestros de las actuales ballenas; el Monasterio ortodoxo de Santa Caterina, uno de los lugares de culto cristiano más antiguos del mundo; o el Fuerte de Qaitbay en Rashid, donde se halló la Piedra Rosetta.
Organiza un road trip por la Toscana
Si estás cerca de cumplir 50 años y aún no has hecho un road trip, este es el momento; y el lugar ideal, la Toscana. En pleno corazón de Italia se ubica esta región entre los Apeninos centrales y el Tirreno. Tiene a Florencia como capital, conocida por el arte que en ella se gestó de las manos de da Vinci, Miguel Ángel o Alighieri. Pero también cuenta con otros pueblos menos conocidos como Pitigliano o Volterra, en los que nunca falta la tradición vinícola.
Experimentar la Navidad en Nueva York
Sentirse en una película nunca ha sido tan fácil como en Nueva York en Navidad. Los enormes rascacielos se visten de luces, adornados por todo tipo de ornamentos desde abetos hasta mercados navideños. La nieve cubre todo lo que encuentra a su paso, las pistas de hielo aparecen por doquier, las tiendas se ornamentan de la temática y a todos les invade un espíritu navideño que solo puede conocerse cuando se visita Nueva York en esta época.
Vive la diversidad de Madagascar
El Principito de Antoine de Saint Exupery se habría sentido como en casa si hubiera aterrizado en esta isla legendaria, la más mágica del mundo, repleta de baobabs que conforman una postal tan característica y extraordinaria. Todo en Madagascar es radicalmente diferente, con influencias de marineros árabes, portugueses, chinos, indonesios, franceses y africanos que generan una suerte de confusión mezclada con una seña de identidad clara.
La capital, Antananarivo, constituye un gran ejemplo de ello, ornamentada con coloridos edificios de estilo colonial francés que se complementan con las cabañas de chapa y decenas de puestos callejeros en los que consumir todo tipo de gastronomía, desde pasteles de arroz o boulangeries de pan francés hasta noodles o buñuelos de aceite. A pocos metros, además, se abre paso la selva más pura a través de la cual conocer la vida salvaje de la zona.
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