Hanko, por Luis Pancorbo

La ciudad más meridional y soleada de Finlandia es famosa por sus chalés, que reflejan una "belle époque" a la nórdica.

Hanko, por Luis Pancorbo
Hanko, por Luis Pancorbo

Hanko es la ciudad más meridional de Finlandia, título que mueve a una cierta curiosidad, y por si fuera poco se las da de ser la villa más soleada del país. Desde luego, en verano no falta la luz a lo largo de sus espléndidos 130 kilómetros de litoral báltico. En unas playas como las de Hanko, largas y solitarias, uno no va a pedir grandes alharacas mediterráneas, pero la arena es rubia, los pinos casi nacen en la orilla del mar y los cisnes salvajes reposan a veces en sus olas. Según las épocas y las ensenadas, pueden admirarse incluso focas que vienen a tomar baños de sol. En realidad, Hanko es una península que se adentra en el Mar Báltico con muchos brazos verdes y entre un estallido caleidoscópico de islas y peñas. He visto liebres pasear tan tranquilas por las playas de Hanko, seguras como están de no acabar en una paella.

Hanko, además de tener una naturaleza no agredida, presume de ser una pequeña villa finesa con clase. Ya a principios de siglo XX fue un balneario de moda donde iban a veranear finlandeses, suecos y rusos. Aún funciona un Casino de hace casi un siglo, construido en madera y empotrado en un bosque. Luego Hanko es famosa por sus chalés que reflejan una belle époque a la nórdica. Sus jardines cuidados parecen japoneses por sus piedras, que se dejan tal donde nacen para que se recubran de musgo, junto a flores y plantas que se tallan para hacer un cuadro natural. La cortesía de los vecinos está garantizada so pena de multas severas. Prima la limpieza y el silencio. Mientras el mar es también como un jardín con sus rocas y algas. Todo lo cual ha alegrado los ojos de escritores, escultores, pintores y gentes en general de buen gusto. Tolstoi fue uno de los más ilustres visitantes.

El puerto de Hanko es de los pocos de Finlandia, si no el único, que no se hiela en invierno y de ahí su importancia estratégica. Tras la Guerra de Invierno (1939-40), los rusos llegaron a imponer que se pusiera ahí una base para su Armada. Por otro lado, choca ver en el paseo marítimo un sencillo monumento de bronce, obra del escultor, escritor y polemista local Carl-Gustav Lillius, dedicado a Los Pájaros. Son unas gaviotas entrelazadas en un vuelo hacia el mar que recuerdan que ésta fue la última tierra que vieron muchos de los 250.000 finlandeses que a caballo entre los siglos XIX y XX emigraron desde aquí a Estados Unidos, Canadá y Australia. Poco después contemplaban los destellos del faro Russarö y se hundían para siempre en un mar de nostalgia.

En Hanko se pescan esas cosas y buenos peces de carne blanca, como los lucioperca (kuha). Si no fuese por el viento reinante en "el lugar más soleado de Finlandia", uno creería estar en un sitio aún más cálido de lo que es. La latitud septentrional impone su ley y al final forma parte del paisaje, como ocurre en la Casa de los Cuatro Vientos (Neljän Tuulen Tupa). Un sitio que ni pintado para una rememoración, un café, un aguardiente, un poema o un beso. Desde 1926 a 1931 fue propiedad del mariscal finlandés Mannerheim. Como buen estratega, tuvo el ojo de poner un restaurante que se abre por todos los ventanales a mares, piedras e islotes y todo su despliegue de luces nórdicas. El mariscal era un hombre de gusto, no sólo un hombre de armas, y no impidió que en su establecimiento se despachara "té fuerte". Tenía de todo menos agua.

Alguien mucho más moderno, pero con imaginación, llama "la perla del Báltico" a un vino espumoso, típico de Hanko, que se hace con caldos españoles. No menos típicas son las tres torres que dominan la ciudad: la del depósito de aguas, la de la iglesia luterana y la del Hotel Regatta. Pues bien, a todas gana la torre del depósito, con sus 65 metros de altura, con su increíble color anaranjado y con su gran pez de metal en forma de veleta. Todo eso se lo sabe bien Eva, una finlandesa tan morena que parece española. Eva, hija de un gallego que se perdió por estas latitudes, se quedó huérfana y ahora trabaja en la oficina de información del Ayuntamiento de Hanko. Dice que una vez fue al pueblo de su padre, a Santa Uxía de Ribeira, provincia de A Coruña, y le quedaron muchas ganas de volver porque, aunque Hanko esté muy bien y sea la ciudad más soleada y meridional de Finlandia, también tiene un invierno de abrigo.

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