Secretos de Alcoy

Alcoy es la montaña alicantina. Un territorio que está saturado de olores y colores. También de secretos. Debido esto último, quizás, a la fama fácil de las playas cercanas. Alcoy no es la única población de la montaña alicantina, pero sí es la mayor de la provincia, después de la capital. Tan mal conocida, a pesar de su abundante patrimonio, como la sierra que le sirve de telón de fondo.

Iglesia de San Jordi y Plaza de Espan?a de Alcoy.
Iglesia de San Jordi y Plaza de Espan?a de Alcoy.

La sierra de Mariola. Que no ha tenido la suerte de su vecina sierra de Aitana, a la cual Oscar Esplá (nacido en Alicante, muerto en 1976) dedicó su Sinfonía Aitana, una de las raras y mejores páginas del sinfonismo español (a la altura de, por ejemplo, la Sinfonía Alpina de Richard Strauss). Mariola se ha tenido que conformar con una canción algo cursi pero muy popular, eso sí, en las excursiones de colegio; comienza más o menos: "Sierra de Mariola, llena de flores, sí, llena de flores, no...". Pues da en el clavo, el letrista. Porque, aparte de paisajes peliculeros (como la Barranca del Cinc, donde solo faltan los indios apaches) y picos que superan los mil metros de altitud (el Montcabrer llega a casi 1.400), aparte de tejos y pinos, lo que tiene son muchas flores: se han llegado a identificar 1.200 especies, algunas endémicas de la propia sierra, como la salvia de Mariola. Las flores son efímera poesía, pero las hierbas aromáticas aguantan un poco más. Y con ellas se fabrica un licor anisado, el herbero, que está protegido con una denominación de origen. La sierra de Mariola es Parque Natural, un paraíso para senderistas y ciclistas, deshabitado en su interior, pero ceñido por pueblos que son como dijes de un collar: Bañeres, Bocairente, Cocentaina, Onteniente... Y Alcoy.

Ruta europea del Modernismo. Más que telón de fondo, la sierra de Mariola es para la ciudad de Alcoy como su tapia trasera; basta caminar unos minutos y estás dentro de ese decorado que parece pintado por un fauvista. La Hoya de Alcoy es una depresión de pliegues profundos y rugosos por donde van a desaguar algunos de los ríos que nacen en lo alto, como el Riquer, Benissaidó y Molinar, que se funden para formar el Serpis. Alcoy se incrusta en el fondo de esa hoya, dentro de un paisaje heroico, por no decir imposible: para moverse por Alcoy hay que saltar de puente en puente; habrá como una docena de puentes, más otros dos que están pensando en construir.

Pero no es la geografía lo que da celebridad a esta ciudad (tiene el título) sino dos cosas sobre todo: su fiesta de Moros y Cristianos y el tesón de sus naturales, acuñado en la frase "tienes más moral que el Alcoyano" (el histórico club de fútbol, que aún pensaba en remontar un partido con diez goles en contra, dicen, cuando jugaba en Primera División; esta temporada ha descendido a segunda B). No les molesta el dicho a los alcoyanos; al contrario, da pistas sobre un rasgo identitario: la tenacidad, que hizo de Alcoy un formidable centro industrial en el siglo XIX. Fue su siglo de oro, con un sinfín de fábricas, sobre todo textiles y papeleras, que aprovechaban los cursos de agua serrana. Si bien lo asombroso no es su abultada cantidad sino el hecho de que muchas se han mantenido en pie. Y se han reaprovechado para los más diversos usos: aulas o instalaciones universitarias, museos, hoteles, estación de autobuses, piscinas, gimnasios, discotecas... Otras permanecen a la espera de un rescate, en el minipolígono abandonado junto a la plaza Gonçal Cantó (la zona, donde se agolpan bares y discotecas) o en los barrancos arrabaleros.

Las fábricas supusieron riqueza, y ésta se reflejó enseguida en las viviendas de los ricos burgueses. La ciudad de Alcoy acaba de ingresar en la Ruta Europea del Modernismo. Con todo derecho, ya que dentro de la Comunidad Valenciana es la ciudad que más abrazó ese estilo. Lo notable del caso es que los patronos no solo se ocuparon de sus casas sino que también levantaron centros sociales para sus obreros, y edificios o estructuras de uso público. Y dotaron a las fábricas de una nobleza de líneas que realmente asombra. Dos de esas fábricas (Ferrándiz y Carbonell), elegantes y contiguas, acogen alumnos de la Universidad Politécnica de Valencia, lo mismo que la Real Fábrica de Paños.

Una fiesta con mucha tradición. Dos arquitectos firmaron los mejores proyectos, Vicente Pascual y Timoteo Briet. El primero, más próximo al art nouveau, creó la llamada Casa del Pavo, el Conservatorio de Música y el Parque de Bomberos. El segundo, más afecto a la Sezession vienesa, reformó la iglesia de Sant Jordi y el Círculo Industrial, que aloja suntuosos salones y dos bibliotecas, una de ellas una auténtica bombonera. Los edificios más notables se alinean por las calles Sant Nicolau, Sant Francesc y País Valenciá, pero la fiebre modernista llegó también a los puentes (viaducto de Canalejas, puente de Sant Jordi...) e incluso a algunos panteones del cementerio. La ruta modernista está bien documentada, no solo en folletos gratuitos de la Oficina de Turismo sino también en muchos libros y monografías que asoman a los escaparates del casco viejo.

Pero ya antes de llegar a esa edad de oro fabril tenía Alcoy de qué presumir. La biografía de la ciudad se pueden ver resumida en Explora, que no es exactamente un museo sino un centro multimedia instalado en una antigua fábrica de tintes. La serranía próxima estuvo poblada desde el Neolítico; los hallazgos de poblados ibéricos (los que no se han llevado al nuevo museo de la capital) pueden verse en el Museo Arqueológico, que ocupa la antigua Casa de la Villa, renacentista. Luego, en el Medioevo, fue plaza amurallada, y muy reñida. En uno de aquellos apuros apareció Sant Jordi cabalgando un corcel y matando moros; con ello dio a los cristianos la victoria y un buen motivo para nombrarle patrón y crear la Festa: que no es una fiesta cualquiera; cuando un niño nace en Alcoy, antes incluso de bautizarlo se le inscribe en una filá, una de esas hileras (de cristianos o sarracenos) que por unos días, en abril, desafían el lujo e imaginación del mismísimo carnaval de Río.

La ciudad medieval coincide con el actual casco antiguo (la ciudad moderna fue creciendo al otro lado del Barranc de la Lloba y el Riquer, en torno a la antigua N-340, convertida ahora en la calle de tiendas y heladerías, conocida como L''Alameda). Se han recuperado en los últimos tiempos lienzos de muralla, algunas puertas y torres. El centro es la Plaza de España, presidida por el templo de Santa María, magníficamente restaurado (junto a otros espacios) para la última edición de La Llum de les Imatges. Bajo el suelo de la plaza se aloja, como un vientre de ballena, la Llotja de Sant Jordi, diseñada por Calatrava, y usada para ferias o exposiciones. Esta plaza comunica con la llamada de Dins, o de dentro, y que no es sino el claustro de un convento agustino. Son el lugar por excelencia de tapeo, ambas plazas y aledaños. No hay que perderse la Capilla de la Mare de Deu, que llevaba cerrada treinta años y fue rescatada por La Llum de les Imatges. Ahora vuelve a ser el ámbito preferido por los alcoyanos para bodas y bautizos. Tampoco hay que omitir el antiguo Asilo de Ancianos Desamparados, que ha sido restaurado también con motivo de la citada exposición.

Arte y diseño. Para Alcoy, tanto pasado y tanto patrimonio no suponen lastre sino alas. El antiguo Monte de Piedad es ahora el CADA (Centre d''Art d''Alcoi), un lujo que para sí quisieran muchas capitales de postín. El antiguo Banco de España (levantado en el año 1927) es ahora la Casa de Cultura. Una fábrica de tacos junto al río acaba de abrir como Museo Provincial de Bomberos. Y no faltan construcciones de nuevo cuño, como la magnífica Escuela de Diseño, o el premiado Barrio la Sangre. En resumen, que Alcoy sigue representando un ejemplo notable de cómo no perder sus raíces y su patrimonio. Y mucho menos, la moral.

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