Dormir junto al rugido de la Tierra: 6 hoteles en volcanes

Escuchar el rugido de las profundidades, sentir vivas las fuerzas de la naturaleza, caminar sobre un suelo que parece temblar, asistir de cerca a las erupciones fortuitas. ¿Existe algo más sobrecogedor que la presencia de un volcán? Pocos fenómenos naturales resultan tan majestuosos y a la vez tan devastadores, tan atractivos y a la vez tan temidos, como el que concierne a estos colosos de fuego conectados con el núcleo latente del planeta. Hay en su imponente figura, en su energía telúrica, en su belleza despiadada, todo un componente mágico imposible de calificar. Es lo que muchos definen como la fotogenia del riesgo. 

Activos en sus entrañas o adormilados para siempre, con fumarolas perpetuas o abrigados por glaciares, los volcanes contagian su magnetismo. Lo sabía muy bien Julio Verne, quien situó en uno de ellos una de sus novelas más célebres, Viaje al centro de la Tierra, en la que los protagonistas salen escupidos por un cráter, dos meses y muchas penurias después de penetrar por las entrañas del globo. Esta misma fascinación destilan también los hoteles que se emplazan en sus inmediaciones. Hoteles erigidos bajo el volcán (que, por cierto, también es el título de otra novela magistral) para proporcionar a los huéspedes toda una colección de espectáculos hipnóticos: desde ver amanecer con su silueta recortada, hasta subir a su cima sorteando el humo sulfuroso, pasando por la maravillosa experiencia (en el caso de los más vivos) de contemplar desde la lejanía los disparos de lava y ceniza apuntando como un cohete cientos de metros hacia el cielo.

Recorremos el planeta en busca de parajes sísmicos en los que hallar estos alojamientos a los pies de los volcanes. Hoteles rústicos o sofisticados, tradicionales o de diseño, todos con vistas privilegiadas y esa impagable sensación de estar en un punto propicio a los desmanes geológicos. Especialmente en el continente americano, pero también en Asia, África y el Mediterráneo encontramos estos refugios para vivir (valga el chascarrillo) la más explosiva aventura. 

Tabacón, Costa Rica

En la base del famoso volcán Arenal y atravesado por varios arroyos de agua termal, este hotel presume de ofrecer a sus huéspedes el privilegio de tomar un cóctel sumergidos en una piscina y a los pies de un coloso de fuego. 

Arenal Manoa, Costa Rica

La panorámica del volcán Arenal también preside el más famoso hotel de la región de La Fortuna, conocida por sus aguas termales. Por ello y por las opciones gastronómicas de sus tres restaurantes, este alojamiento alimenta la mente, el cuerpo y el alma.

Chilcabamba, Ecuador

El volcán Cotopaxi es el anfitrión de este alojamiento que sumerge a los huéspedes en la majestuosidad del páramo andino desde el desayuno bajo su imponente silueta hasta la noche, cuando se unen al calor de una fogata bajo un maravilloso cielo estrellado. 

Hacienda de San Antonio, Colima (México)

Hay que llegar hasta las tierras altas de México para encontrar esta hacienda emplazada en las faldas del Volcán del Fuego y el Nevado de Colima, donde se dice que hay una eterna primavera. En sus pintorescas suites se reflejan las tradiciones mexicanas.

Hacienda Santo Cristo, Puebla (México)

Esta exhacienda de estilo colonial es hoy uno de los hoteles más bonitos de Puebla. Un alojamiento privilegiado por su cercanía al volcán Popocatépetl, cuya silueta ocupa el horizonte de las vistas de sus habitaciones. Cuenta con un reputado restaurante. 

La Casa del Mundo, Guatemala

No uno sino tres son los volcanes de los que se disfruta en este hotel recostado a la orilla del lago Atitlán de Guatemala: San Pedro, Tolimán y Atitlán, a los que se asoman las habitaciones, todas ellas con una terraza sobre las aguas.

¿Y dormir dentro de un cráter?

Sí, es el más difícil todavía. Alojarse en el interior de un cráter volcánico. Concretamente en el cráter del Pululahua, un volcán ya apagado que alberga una reserva geobotánica de casi 3.400 hectáreas, con más de 20 especies de fauna y más de 50 tipos de vegetación. Un paraje que encontramos en Ecuador, a apenas una decena de kilómetros de Quito, la capital. Aquí, en esta boca de erupción, en esta depresión circular en la que un día de hace la friolera de 2.500 años hubo todo un desmán de lava, ceniza y humo, hoy se esconde un hotel sencillo y confortable.

Su nombre, en todo un alarde de originalidad, es El Cráter (elcrater.com). Aquí todo resulta espectacular, como propio de un decorado. Sus habitaciones atentas al detalle, su restaurante con 360 grados de visibilidad sobre el paisaje, su maravilloso spa especializado en energías sanadoras y su galería de arte donde las obras plásticas se fusionan con la naturaleza son ya reclamos en sí mismos. Pero nada puede competir con el fabuloso entorno que lo enmarca, hilvanado de elevaciones que dibujan el horizonte. Especialmente en la transición del día a la noche, cuando las nubes se abren como un telón y el cielo se cuaja de estrellas infinitas.