Las mejores calles del mundo para ir de compras

Ya sea un placer secreto o confeso, las buenas compras añaden un aliciente a casi cualquier viaje. Hay quien incluso hace coincidir sus vacaciones con la estupenda temporada de rebajas de Londres y hasta de Singapur, y también quienes viajan con poco equipaje no tanto por comodidad como para traerse la maleta llena, sobre todo si van a recalar por alguno de los grandes destinos de compras que recorremos en estas páginas.

Texto: Elena del Amo

Las mejores  calles del mundo  para ir de compras
Las mejores calles del mundo para ir de compras

La Quinta Avenida en Nueva York

Siete kilómetros de ilusiones

Un año sí y otro también, la Quinta encabeza el ranking de las zonas comerciales más caras del planeta. En su tramo de oro, entre la calle 59 y más o menos la 49, el alquiler mensual de un local puede acercarse a la friolera de 1.500 euros por metro cuadrado, aunque, para alivio de los locos por las compras, sus escaparates no son un coto privado de las firmas de lujo. Cierto que todas estas están presentes y a lo grande; sin embargo, en los siete kilómetros trazados a tiralíneas de la avenida más famosa de Manhattan cabe de todo y para todos. En realidad, lo que no se encuentre en ella es muy probable que directamente no exista.

Abordándola desde Central Park será difícil resistirse a franquear el inmenso cubo de vidrio a la entrada de Apple Store, abierta las 24 horas para que los geeks de la marca de la manzanita puedan acudir a probar sus últimos gadgets tecnológicos sin preocuparse de la hora. Para juguetes pero de los de toda la vida, las tres plantas de la vecina FAO Schwarz vienen a ser como el paraíso imaginado por un niño: desde peluches del tamaño de su padre hasta un taller en el que diseñar sus propios juguetes. Poco más allá del escaparate de Tiffany''s -ante el que hacerse la foto de rigor al más puro estilo Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes-, una cola que dobla la esquina impide pasar por alto el buque insignia de Abercrombie Fitch. Es incuestionable la calidad y los precios asumibles de esta firma de ropa desenfadada que es para sus incondicionales un estilo de vida. Sin embargo, lo que atrae a muchos hasta este rompedor local de luces tenues, música disco y persianas siempre bajadas es la monumentalidad de sus dependientes: modelos -tanto ellas como ellos- que a menudo deambulan sin camisa exhibiendo unos abdominales bien forjados y a prueba de bala.

Todos los gurús de las tendencias andan cerca: Vuitton, Gucci, Ferragamo, Cartier, Bulgari, Escada y demás miembros de la familia del lujo, compitiendo cada temporada por sorprender con un escaparate más glamouroso que el vecino, especialmente en Navidad, cuando pasearse ante sus vitrinas se convierte en todo un espectáculo. Ahora bien, en esta vibrante tira de asfalto que oficia como línea divisoria entre el Este y el Oeste de Manhattan también se han hecho hueco desde HM y Zara hasta la baratísima Gap, en la que muchos de los que vienen a Nueva York expresamente a comprar equipan de arriba abajo a toda la familia. No hay mejor prueba de que la Quinta es de todos y no es de nadie. En este templo al consumo lo mismo puede verse a una emperifollada ricachona bajando de una limusina a las puertas de sus exclusivos grandes almacenes históricos de Bergdorf Goodman, LordTaylor y Saks Fifth Avenue que a la chiquillería enfilando hacia la tienda consagrada a la NBA o el World of Disney Store. Y, sobre todo, a enjambres de turistas agotados arrastrando bolsas y más bolsas de marcas más baratas aquí, como los cosméticos de MAC y Origins -ambos con tienda propia en la Quinta-, la ropa de Levi''s, Calvin Klein, DKNY o Ralph Lauren, así como cualquier cámara o equipo electrónico. Si en todas las épocas del año pueden encontrarse grandes descuentos -de los que informan en publicaciones como www.topbutton.com o www.nymag.com-, en la mejor temporada de rebajas -justo después de Navidad y a comienzos del verano- las idas y venidas por sus aceras se convierten en todo un festival. Y es que en la Quinta se alzan también el Empire State Building, la Catedral de St. Patrick, el Rockefeller Center, o el Metropolitan, amén de hoteles míticos como The Pierre o rabiosamente bien ubicados como el Península, desde cuya terraza del ático se puede admirar el anochecer ante la nervadura de destellos urbanos que titilan a su alrededor con un cóctel Fifth Avenue Sunset en la mano o, mejor aún, con un dry martini. Sí, todo es también en la Quinta, pero como diría cierto personaje de Billy Wilder, "esa es ya otra historia".

Rodeo Drive en Los Ángeles

El bulevar de las vanidades

Este bulevar de Beverly Hills reúne toda la vanidad del mundo. Fue en una de sus boutiques donde se rodó la famosa escena de Pretty Woman, en la que Julia Roberts era menospreciada por una dependienta a la vista de su poco refinado aspecto. También, claro, donde a renglón seguido la cenicienta de la pantalla se vengaba, por obra y gracia de la tarjeta platino de Richard Gere, adquiriendo modelitos a mansalva en las tiendas de la competencia. El bulevar, con edificios bajos relucientes, tiene aire de decorado de cine, sobre todo en Navidad, cuando sus escaparates se visten de gala y se iluminan también las palmeras que flanquean sus aceras, por las que pasear en estas fechas bajo temperaturas casi primaverales. Aunque no todos se atrevan a entrar en sus prohibitivas boutiques, es raro el turista que no se deja caer para curiosear entre sus escaparates y con suerte ver a alguna estrella de cine sacando a pasear la tarjeta de crédito. Y es que en pocos lugares del mundo se da tal concentración de firmas del lujo. En Rodeo Drive tienen sede todos los grandes: Prada, Valentino, Ferragamo, Gucci, Vuitton, Dior, YSL, Bulgari, Chanel, Versace, Jimmy Choo, Dolce Gabbana, Hermès, Armani, Tom Ford... y así hasta un centenar de firmas que proporcionan un reflejo inequívoco de quién es quién en el universo de las tendencias, con también alguna concesión a marcas más accesibles como Lacoste, Ralph Lauren o Guess. Por cierto que, con fama de ser de las tiendas más caras del mundo, en The Bijan House, en el 420 de North Rodeo Drive, el diseñador iraní del mismo nombre lleva desde los años 70 vistiendo a presidentes y magnates.

El Triángulo de Oro en París

Las boutiques que marcan tendencia

La capital de la moda tiene tanto y tan variado donde elegir que habría que hacer un máster para considerarse un experto. Como en tantas otras ciudades, no hay una zona comercial concreta, o por lo menos no solo una, ni dos, ni tres... En realidad, en cada uno de sus barrios esenciales hay mucho con lo que dejarse tentar. Así, para una inmersión a fondo resultará tan indispensable curiosear por sus grandes almacenes de toda la vida, como Printemps, Le Bon Marché o Galeries Lafayette, como entregarse a unas provechosas idas y venidas por el barrio del Marais, si lo que se busca es anticiparse a las tendencias; una tarea fácil con solo tomar buena nota de los diseños a la última que exhiben sus creativos escaparates.

Pero si hay en París un sancta sanctórum para el shopping, éste se esconde en el llamado Triangle d''Or que acotan las avenidas Montaigne y George V con los míticos Campos Elíseos. Eso sí, para salir a su encuentro habrá que ir vestido a la altura. Es en sus prohibitivas boutiques, más que en las de Rodeo Drive, donde bien podrían darse escenas como la que protagoniza Julia Roberts en Pretty Woman al ser ninguneada por una dependienta debido a su aspecto inapropiado. Los Campos Elíseos, con el metro cuadrado más caro de Europa para el alquiler de locales a puerta de calle, necesitan de poca presentación. Esta archifotografiada, legendaria y arbolada avenida de casi dos kilómetros de largo por 70 metros de ancho y culminada en lo alto por el Arco del Triunfo que mandara construir Napoleón oficia como escenario de eventos tan mediáticos como el gran desfile militar de cada 14 de julio o los últimos metros del Tour de Francia. En ella pueden visitarse museos de la talla del Petit y el Grand Palais, aplaudir los glamourosos espectáculos de cabaré del Lido, tomar un café au lait en cualquiera de sus preciosas brasseries y, por supuesto, dejarse el sueldo en una tienda a poco que uno se despiste. Con todo, los Campos Elíseos no son ya lo que eran en cuanto a exclusividad. Para -imaginamos- disgusto del comité que decide a qué negocio y a cuál no se le permite implantarse sobre sus aceras para preservar su glamour, también aquí han ido poco a poco haciéndose un hueco firmas como Zara, Promod, Gap o un supermercado de Monoprix.

El hechizo de Campos Elíseos resulta, pese a todo, innegable y muchísimas boutiques de peso resisten en esta zona. Ahora bien, virando por su bocacalle de la avenue Montaigne la concentración de firmas de lujo es apabullante: Gucci, Chloé, Chanel, Nina Ricci, Dior, Louis Vuitton, Prada, Valentino, Fendi, Ungaro o Armani, entre tantos otros, y sin contar con la barbaridad de grandes nombres de la moda que se suceden sin tregua por sus calles aledañas, como el espectacular local de Jean Paul Gaultier, diseñado por Philippe Starck en la avenue George V, o, también en ella, desde Givenchy hasta Gianfranco Ferré. La época de rebajas, como en el resto de la capital, comienza en enero y en junio, aunque cualquier lèche-vitrine -es decir, al que no le queda otra que conformarse con admirar sus escaparates- imaginaría que quienes compran con asiduidad por estos territorios no tendrían por qué preocuparse con semejantes nimiedades

Y, si todavía se tiene sed de más, tras recuperar fuerzas con unos macarons en el salón de té que la histórica confitería Ladurée abrió en los Campos Elíseos, del otro lado de la avenida se despliega la también hiper-chic rue du Faubourg Saint-Honoré, con un delirio de las firmas más selectas y prolongada por la rue Saint-Honoré, en cuyo nº 213 es preciso hacer un alto para curiosear en Colette, una pionera del concept store en la que encontrar moda a la última, claro, pero también cualquier accesorio, libro, crema, gadget y hasta ingrediente culinario que los cazadores de tendencias que tienen repartidos por medio mundo hayan decidido que la próxima temporada será lo más.

"Il Quadrilatero d'Oro" en Milán

La gran pasarela de la moda

Si París tiene un triángulo, la capital italiana de la moda, que no iba a conformarse con menos, es dueña y señora de un cuadrilátero, que está acotado por las vías Della Spiga, Sant''Andrea, Manzoni y Montenapoleone -más conocida por los milaneses como Montenapo-. Aunque la billetera tiemble solo de imaginarlo, sería un pecado eludir asomarse a sus escaparates, en los que es posible palidecer ante el estilo que emanan tanto las prendas que se exhiben en ellos como los dependientes que las despachan y, por supuesto, los y las elegidas que entran a probárselas a las boutiques y showrooms de todos los grandes que se concentran entre estas cuatro estrechas callecitas. Por ellas asoman firmas como Armani, Ferragamo, Dolce Gabbana, Versace, Gucci, Prada, Valentino, Fratelli Rosseti, Cavalli, Moschino, La Perla, Louis Vuitton, Chanel, Etro y un largo etcétera que impresiona. Y es que si la ciudad de Roma siempre ha vivido de pan y circo, Milán, mucho menos monumental que la capital italiana o que los imanes turísticos de Venecia o Florencia, se alimenta de pan, claro, y mucha moda.

El arraigo de las grandes marcas está tan asumido en estos lares que ya nadie se sorprende cuando un peso pesado decide abrir su propio café, como el Gucci de la Galería Vittorio Emanuele II o el Emporio Armani Caffè de su concept-store de vía Croce Rossa. Incluso hay hoteles de diseñadores; una tendencia que ya inició Bulgari en 2004, secundada con la apertura el año pasado de la Maison Moschino y que este mes de noviembre culminará, con la inauguración del Armani Hotel, situado en pleno Quadrilatero d''Oro.

Volviendo al shopping, si comprar en esta zona puede suponer un tremendo disgusto para el presupuesto, la ciudad, como saben los siempre bien vestidos milaneses, se guarda un as en la manga. Y es que lo que hoy está de moda, en un abrir y cerrar de ojos dejará de estarlo, y de alguna forma hay que darle salida a la mercancía. Todo esto, sumado a lo que no se haya liquidado en las boutiques durante las rebajas -que tienen lugar en unas pocas semanas de los meses de enero y julio-, los stocks de las tiendas que cierran y los sobrantes de los muchos desfiles que se celebran en Milán, ha hecho proliferar las tiendas de segunda mano de calidad y los outlets, en los que hacerse con prendas de conocidos diseñadores a un precio menos prohibitivo. Estos últimos podrán buscarse en el famoso y acertadamente llamado Il Salvagente de la vía Fratelli Bronzetti, en el 10 Corso Como Outlet de vía Tazzoli, o por los alrededores de corso Vittorio Emanuele II y las afueras de la ciudad -todos enumerados en la biblia del fashionista en busca de gangas, Scoprioccasioni, que se puede adquirir incluso a través de www.scoprioccasioni.it-.

Hasta en pleno Quadrilatero d''Oro hay una de estas tiendas del mejor diseño, pero con descuento: Dmagazine, en el nº 26 de vía Montenapoleone, que despacha restos de colección a la mitad de su precio original.

Savile Row en Londres

Elegancia con estilo británico

Aunque el común de los londinenses no vista ni por asomo como el común de los milaneses, no será, desde luego, por falta de oferta, porque en esta grandísima capital -y no solo en lo geográfico- puede hallarse absolutamente de todo. Además, ahora, con la depreciación de la libra esterlina con respecto al euro, sus precios resultan algo más bajos de lo habitual, lo que hace particularmente interesantes sus estupendas rebajas de comienzos del mes de julio o las que arrancan cada 26 de diciembre, con las infinitas y tradicionales colas que desde la madrugada forman quienes quieren acceder los primeros a sus famosos grandes almacenes.

La atestada y popular Oxford Street, la mayor calle comercial no solo de Londres sino de Europa, engloba a lo largo de sus dos kilómetros y medio unas 300 tiendas entre las que es posible encontrar prácticamente cualquier cadena internacional. Pero lo más singular en ella son sus grandes almacenes. Entre tantos otros, Marks Spencer, que atesora aquí más metros cuadrados que en cualquier otra de sus sucursales del mundo, o el tan querido por los ingleses Selfridges, entre cuya barbaridad de marcas resulta sencillo encontrar iconos de la elegancia británica tan dispares como Burberry o Stella McCartney.

De Oxford Street parte Regent Street, la arteria de comunicación más importante que discurre entre el norte y el sur del West End londinense. En esta zona no hay que perderse los icónicamente british almacenes Liberty, con una puesta en escena simplemente deliciosa, y también la elitista Bond Street. Sea en su tramo de Old Bond como en el New, por sus aceras afloran desde reputados anticuarios y galerías de arte hasta Dior, Prada, Tiffany Co o, entre tantas otras, la boutique del recientemente desaparecido diseñador inglés Alexander McQueen.

No lejos, por el barrio de Knightsbridge habrá que presentarle sus respetos a la quintaesencia del lujo en las cinco plantas de los famosos almacenes Harrods -un centro que fue inaugurado en el año 1848 y que es conocido internacionalmente por sus populares rebajas- o, también, en los más desconocidos pero rabiosamente actuales Harvey Nichols -con sus ocho plantas dedicadas a la moda, la belleza y el hogar-, para luego enfilar hacia Sloane Street y la encantadora King''s Road con el fin de seguir quemando la tarjeta de crédito en sus boutiques más prohibitivas en la primera y, en general, más divertidas y actuales en la segunda. Y con todo este periplo no se habría hecho más que empezar, como probaría la zona más comercial de Covent Garden, los mercados de Camden o Portobello y un largo etcétera.

Comprar en Londres puede llegar a producir ansiedad, porque hay tanto y la ciudad es tan inmensa que le faltarán horas al día. Pero si lo que se busca es algo que solo haya aquí y nada más que aquí, entonces no hay dispersión posible: habrá que encaminarse hacia Savile Row para iniciar la ruta del bespoke. En esta mínima y elegantemente discreta calle del barrio de Mayfair los mejores sastres del mundo llevan dos siglos vistiendo a reyes, lores, millonarios y, en los últimos tiempos, hasta a leyendas de la música como el mismo Mick Jagger. Existe en sus tiendas-taller la opción más asequible del ready to wear, donde le adaptan a uno -porque todo o casi está orientado al hombre- una prenda de impecable factura para que le siente como un guante. Algo más costoso será encargar la prenda en cuestión a la medida, pero en estas sastrerías con pedigrí la palabra mágica es bespoke, que es como se denomina a un modelo diseñado en exclusiva para su dueño y confeccionado rigurosamente a mano. Tan bespoke pueden ser los trajes de sastrerías de la vieja escuela como Henry Poole Co, H. Huntsman and Sons, Gieves Hawkes o Norton and Sons, como los osados modelos que firman Richard James y Ozwald Boateng. Ambos creadores, cada uno en su estilo, han logrado llevar a Savile Row el soplo de aire fresco que necesitaba el negocio para atraerse a un público joven que, aun pudiéndose costear los 4.000 euros del bespoke más modesto y sin querer renunciar a la elegancia del corte británico, no estaba por la labor de vestir igual que sus abuelos.

El proceso puede llevar un periodo de unos tres meses cuando se trata de un traje. Bastante menos supone hacerse una camisa y hasta una corbata a la medida en las camiserías de nivel que se suceden por Jermyn Street. Pero para tener en casa unos zapatos bespoke puede que se tenga que esperar un año, al menos si se quieren los mejores, que es lo que llevan cuatro generaciones de maestros zapateros haciendo en el atelier del nº 9 de Saint James''s Street, el único lugar del mundo en el que es posible hacerse unos John Lobb a la medida.

Orchard Road en Singapur

Un paraíso con cinco mil tiendas

En esta pujante ciudad-estado del sureste asiático presumen de tener solo dos pecados capitales: la gastronomía y las compras. Las escuetas dimensiones del país -más pequeño que Menorca- obligan a que todo se construya a lo alto, mientras que el calor sofocante que achicharra sus latitudes tropicales hace que recogerse puertas adentro, con los aires acondicionados funcionando a máxima potencia, resulte una bendición. Todo ello ha hecho proliferar los centros comerciales, una auténtica institución por estos pagos.

A lo largo de los dos kilómetros de su gran eje comercial de Orchard Road se levanta casi una veintena de centros comerciales, con más de 5.000 tiendas, que hacen de esta ordenada y ajardinada avenida la mayor concentración de comercios del planeta. Los cruceros que atracan en el puerto descargan a sus pasajeros expresamente para comprar, y realmente tienen donde elegir. Los precios, aunque en general buenos, no son ya lo que eran. Sin embargo, Singapur conserva uno de sus mayores alicientes de antaño. Y es que aquí suele llegar cualquier novedad tecnológica antes que a España, para gloria de los fetichistas de la electrónica. Los demás podrán desde hacerse con la mejor artesanía de cualquier rincón de Asia hasta probarse los últimos modelos de cualquier firma tanto de Oriente como de Occidente. Y si encima se viaja en las rebajas del Great Singapore Sale, entre mayo y julio, podrán adquirirlos con descuentos tan altos -hasta del 70 por ciento en algunos casos- que no pocos asiáticos con posibles y hasta australianos organizan sus vacaciones para coincidir con ellas. El primer centro comercial en abrir sus puertas en Orchard Road fue Tangs, en el que hay que perderse por su Beauty Hall, -con todo lo que se busque en cosmética- o en sus tiendas de decoración asiática. Entre los más recientes figurarían los exclusivos Knightsbridge, Orchard Central o ION Orchard, cuyas vanguardistas hechuras contrastan con el desvencijado Lucky Plaza, que es perfecto para regatear sin pudor por las cámaras, relojes y aparatos electrónicos que presiden su infinidad de tiendas a buen precio, entre las que convendrá, eso sí, buscar el distintivo Singapore Gold Circle para asegurarse de que no se trata de una falsificación.

Los más jóvenes merodean por megacentros como Far East Plaza, Centrepoint, The Heeren o Wisma Atria, mientras que un público más selecto se decanta por otros como Shaw House, que alberga los almacenes japoneses Isetan; Paragon Shopping Centre, con ropa de diseño a buen precio, y también boutiques de, Gucci, Jimmy Choo, Versace, Valentino... o, justo enfrente, el inmenso Ngee Ann City, donde, además de la japonesa Takashimaya, encontrar ropa de Guess, Giordano, Zara, Hugo Boss o Marc Jacobs. También al más alto nivel, Palais Renaissance o la galería del Hilton, cuyos escaparates se rifan los grandes de la moda. Y si se buscan antigüedades, en Tanglin Shopping Centre tienen las mejores.

Nanjing Road en Shanghái

El nuevo referente del lujo asiático

Si Mao Zedong levantara la cabeza, probablemente volvería a morirse del pasmo. Y es que el consumismo feroz que palpita en Nanjing Road hace dudar si alguna vez, hace no tanto, existió realmente una China comunista. Desde hace más de un siglo, esta avenida, que aquí conocen como Nanjing Lu, oficia como la gran zona de compras de esta trepidante metrópoli, aunque nunca sus cajas registradoras echaron tanto humo como hoy.

Desde el Bund -que se extiende a lo largo de la orilla izquierda del río Huangpu-, donde sobreviven algunos de los edificios más imponentes del Shanghái colonial, hasta el templo budista de Jing''an -el más antiguo de la urbe y que alberga en su interior una famosa estatua de Buda sentado de 3,8 metros de altura-, la arteria comercial por antonomasia, no ya de la ciudad sino de todo el país, va desplegando sus señuelos para abocar al derroche hasta al menos shopaholic.

A lo largo de sus casi seis kilómetros asoman tanto centenarias tiendas de caligrafía como centros comerciales de vanguardia por los que pasar lista a todos los iconos del lujo para comprobar que, de la A de Armani a la Z de Zegna, no falta ni una de las grandes firmas del lujo. Lo mismo se amalgaman boutiques de sedas, satenes y otras telas magníficas, perlas, jade o diamantes que almacenes de juguetes y baratijas con ese toque oriental tan enternecedoramente kitsch. Además, desde McDonald''s, telepizzas y quiosos de noodles hasta cafés, un universo de restaurantes y hoteles tan fastuosos como Le Royal Méridien, el Marriott, el Radisson o el icónico Peace Hotel, que, remozado de arriba abajo, pertenece desde su reapertura el año pasado a la cadena Fairmont.Es a su altura donde arranca el brazo este de Nanjing Road, dueño y señor de un tramo peatonal de un kilómetro absolutamente esencial, sobre todo al caer la noche, cuando las empalizadas de neón encienden sus hipnóticos destellos incitando a los viandantes a consumir. Solo en la zona peatonal se levantan cerca de 600 negocios por los que se estima que desfilan al día no menos de un millón de almas. Las compras en este sector más popular, con un sinfín de almacenes de electrónica, relojes, ropa de deporte, moda, comida, herboristerías tradicionales y casi lo que se busque, constituyen su plato fuerte. Pero casi lo son más las alucinadas idas y venidas de las hordas de turistas chinos que, llegados de las distintas provincias del país, abren los ojos como platos -es un decir- ante tal desmesura de oferta.

Pasada la Plaza del Pueblo, el brazo oeste de Nanjing Road, más sofisticado, se ha convertido en el territorio favorito de las firmas más destacadas. Es por aquí donde brotan los rascacielos de diseño y los centros comerciales de lujo, como Citic o Plaza 66, donde si uno no quiere arruinarse en el intento habrá de conformarse simplemente con espiar la ostentación de los nuevos ricos chinos dándose un capricho en Prada o Versace sin que les tiemble la tarjeta.

Nathan Road en Hong Kong

Más luz que Manhattan

Del muelle hasta pasado el Hotel Península se extiende una calle explosiva, Nathan Road, la más resplandecientemente comercial de Hong Kong y una de las que despide más brillo en el mundo. Tras sus numerosos letreros luminosos, se ofertan los mejores hoteles internacionales y un gran número de tiendas y centros comerciales en altura, como iSQUARE, que tiene 31 plantas, The One, abierto el año pasado, o Miramar Shopping Store, con más de cien establecimientos.

Barrio de Nisantasi, el Estambul más "fashion"

Sí, la capital del Bósforo y las mezquitas es mucho más famosa por los regateos en el laberinto de su Gran Bazar. Sin embargo, no mucho más allá de la plaza de Taksim, el barrio de Nisantasi es capaz de romperle los esquemas a todo el que no haya oído hablar de ese otro Estambul que de tradicional tiene poco. Por las calles principales de Nisantasi, incluidos sus pasajes y centros comerciales tan a la última como City''s o Beymen, se suceden las grandes firmas de lujo, así como las típicas cadenas internacionales de moda. Y todo ello en un coqueto entramado urbano al estilo europeo salpicado de cafés, restaurantes y algún que otro bar de copas frecuentado por la gente guapa de la ciudad, que es literalmente guapísima.

Tú a Ginza y yo a Shibuya

Ambos son barrios de Tokio, pero por su ambiente y su oferta podrían pertenecer a planetas distintos. Si la calle Harumi de Ginza atrae como un imán a los iconos del lujo, en el hormiguero humano de Shibuya el ruido y los neones aturden. En Ginza, con suerte, quizá hasta sea posible admirar curioseando a alguna elegante vecina ataviada en quimono. Por el epicentro de Shibuya, que ve desfilar hasta dos millones de personas al día, proliferan sin embargo las tribus urbanas más surrealistas en sus cafés, restaurantes o miles de tiendas de electrónica, cosméticos y moda joven. Aquí lo mismo es posible cruzarse con quinceañeras enfundadas en corpiños que con las célebres gyaru -algo así como la versión nipona de la fashion victim- buscando inspiración en las tiendas de su centro comercial fetiche: el 109.

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