Los imprescindibles del Parque Natural de las Hoces del Duratón
El Mirador de la Virgen de la Peña
Subiendo por la calle de los Santos Justo y Pastor, aparece imponente Nuestra Señora de la Peña del XII, una de las joyas del románico que esconde un maravilloso retablo barroco del XVIII, así como una talla de la Virgen de la Peña. Tras la iglesia está el mirador, ubicado sobre una de las hoces más impresionantes del Duratón. Del observatorio sale una pequeña senda con una bajada muy pronunciada que conduce hasta el sensacional cabo, desde el que se divisa una postal bellísima de Sepúlveda. Pero lo más impresionante del macizo es, si se desafía al vértigo, los secretos que guarda en su fondo. El río forma un profundo meandro encajado en la roca, que con una gran arboleda, caballos, cortados, nidos de polluelos en las paredes, y los buitres leonados sobrevolando majestuosos, se muestra en todo su esplendor. Desde el Mirador de la Virgen de la Peña hay que bajar hasta la punta del cabo, donde la panorámica es inigualable. Desde este macizo se ve en todo su grandiosidad la Villa, sus antiguas casonas, sus ruinas, sus murallas, sus iglesias con sus torres románicas, la vegetación, y un cielo tan limpio, que deslumbra. En las profundidades del cañón destacan las paredes cuajadas de recovecos, donde las aves hacen sus nidos. Más abajo, la potencia del río, y toda la vida que se despliega en su cauce. El contraste de color rojo y ocre en las paredes, amarillo y verde en los árboles, y los azulados en el agua, es soberbio.
Puerta de la fuerza
Tras dejar el Mirador de la Virgen de la Peña, se toma el camino hacia la Puerta de la Fuerza. En el camino se alza una antigua cruz de piedra del Viacrucis de Sepúlveda, y entre parameras, bosques de ribera, y cortados donde siempre sobrevuelan los buitres leonados, el sendero es pura magia. Aquí, el Cañón del Duratón aparece en todo su esplendor, con sus impresionantes rocas que se formaron en el cretácico superior hace 60 millones de años, aderezados por el aroma a espliego, tomillo, mejorana que rezuman en esta parte alta del páramo. Al final de la vereda aparece la simbólica Puerta de la Fuerza, una de las entradas de la muralla medieval. Construida en el siglo XI, era un portentoso portón que cerraba la ciudad. Atravesando la Puerta de la Fuerza se baja al río por la calzada romana, una magnífica vía, con una intensa pendiente en forma de zigzag. Desde aquí se divisan las impresionantes buitreras encajadas en los huecos de las paredes del cañón.
La senda del río, el agua de la vida
Según se desciende, empiezan a aparecer un bosque encantado de majestuosos sauces, fresnos, chopos y alisos, por los que revolotean alegres y ruidosos pinzones, ruiseñores y petirrojos. A la izquierda está el primer puente, el Puente Picazos, construido sobre pilas romanas, para rebasar el rio Duratón. Seguimos a la izquierda para avanzar por la senda paralela al rio, y repleta de alisos, sauces y lúpulos. Un poco más adelante aparece una gran chopera, donde a la izquierda se ubica la antigua casa de la Huerta del Obispo. El camino llega hasta la pasarela de ICONA, donde la senda es tan estrecha que hay que avanzar pegados a la roca, cuajada de especies endémicas como los zapatitos de la virgen, el ombligo de venus, hiedra, y té de roca, que subsisten como por arte de magia entre los huecos de la piedra.
La fábrica de la luz, el Puente Talcano y la Silla del Caballo
Poco a poco se vuelve a descender de nuevo hacia la orilla del Duratón, donde unos metros más adelante confluye con el río Castilla. A partir de aquí, el Duratón se hace más ancho y es contenido por La Presa de la Fábrica de la Luz, donde en silencio y con paciencia, es fácil observar al visón americano, el mirlo acuático, el Martín pescador, y el ánade real, entre otras especies. Desde aquí se divisa el antiguo edificio que generaba luz a principios del siglo pasado, y al fondo, aparece la Silla del Caballo, un impresionante pliegue geológico. Más adelante, por la senda de la izquierda se llega al Puente de Talcano, que fue esplendoroso en su época, y del que quedan los pilares y un sensacional arco. Pasado el Puente Talcano, se asciende hacia una antigua gravera, y un poco más adelante, reaparece la mejor panorámica de la Silla del Caballo, así como unas magníficas vistas del río Castilla. Bajando la ladera, y cruzando el Puente de Palmarejos, aparece otro boscaje asombroso de ciruelos, chopos, sauces y aligustres, y desde él, se llega a la Puerta del Castro, de la que solo queda un paredón en pie. Avanzamos por el camino sobre el cortado hasta llegar a la puerta medieval de Duruelo, una de las más importantes de la Villa, por la que antiguamente se accedía a Sepúlveda.