El rincón secreto de Barcelona: una joya que merece ser descubierta
La capital catalana esconde un gran número de secretos entre sus monumentos y calles más famosos.
La Ciudad Condal es uno de esos lugares tantas veces recorridos que ya resulta conocido hasta por aquellos que tan solo lo han visitado a través de vídeos, fotografías y páginas de libros. La Sagrada Familia, la Casa Batlló, el Paseo de Gracia, el Palau de la Música, la Boquería, el Parque Güell o La Rambla son algunos de los iconos que hacen de esta urbe una de las más llamativas y bonitas de España.
Todo viajero que haya pisado Barcelona ha tenido que conocer todos esos rincones que no tienen nada de secreto. Pero sus vecinos todavía esconden para sí algunas joyas que merecen ser descubiertas. Algunas más conocidas que otras, históricas, modernas, naturales o urbanitas. Estos jardines a los que se puede llegar en la línea 3 de metro hasta Mundet son un preciado ejemplo de ello.
Un palacio rodeado por jardines
Hablamos de los jardines en los que se encuentra el Palau de les Heures -Palacio de las Hiedras-. Pese a que compite con otros lugares parecidos como el cercano Laberinto de Horta, este se presenta como un remanso de paz en mitad de una ciudad de lo más ajetreada. Los jardines los diseñó Adrià Piera, estructurándolos en tres terrazas: en la primera el palacio y en las otras dos todo el espectáculo natural.
Son de estilo francés e italiano renacentista con árboles y plantas de todo tipo, desde naranjos hasta encinas, pasando por cedros, acacias, palmeras y magnolias, que crecen entre manantiales y estanques coronados por esculturas del mismo estilo. El palacio se construyó al estilo de un châteaux francés, con cuatro torres cilíndricas y una fachada presidida por un gupo escultórico, alegoría de las hiedras de Josep Campeny.
Hogar de grandes personalidades
Hoy la construcción sirve como Fundación Universitaria Bosch i Gimpera, pero también fue vivienda de Manuel Azaña -aunque no llegó a habitarla- y de Lluis Companys, quien se refugió durante los bombardeos de la guerra en sus pasadizos subterráneos. Antes del confrontamiento fue residencia de los Gallart y después pasó a manos de la Diputación de Barcelona.
Su valor paisajístico en conjunción con el palacio lo convierte en uno de los parajes más preciados de la ciudad. Pese a ser un gran desconocido, cuando llega la primavera se convierte en un auténtico espectáculo para los sentidos, cuando alcanza su máximo esplendor y los colores anaranjados y verdes del castillo conectan de una forma especial con los tonos más primaverales.
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