Un recorrido por el Madrid de Antonio Palacios: los edificios más fotografiados y reconocidos de la ciudad
Al igual que puede hablarse de la Venecia de Palladio o de la Barcelona de Gaudí, Antonio Palacios puede definirse como uno de los principales impulsores arquitectónicos del Madrid del siglo XX. De su mano nacieron un puñado de edificios icónicos que figuran entre los más fotografiados y reconocidos de la ciudad: Correos, el Círculo de Bellas Artes, el Instituto Cervantes... El 150 aniversario de su nacimiento es una excelente excusa para redescubrir su legado.
Que alguno de los edificios más emblemáticos de Madrid hayan sido diseñados por un gallego dice mucho de la personalidad de la ciudad. Y no es un caso aislado. El Palacio Real, por ejemplo, fue concebido por el italiano Filippo Juvara (1678-1736). El edificio Metrópolis, inaugurado en 1911 en la confluencia de Gran Vía y la calle Alcalá, sigue los trazos del francés Jules Février (1842-1937). Y ejemplos más recientes, como la remodelación del estadio Santiago Bernabéu, son responsabilidad del estudio alemán Gerkan, Marg und Partner. En el terreno arquitectónico parece cierta esa idea extendida de que lo que menos hay en Madrid son madrileños.
Pero volvamos al principio. El arquitecto gallego al que nos referíamos anteriormente es Antonio Palacios, nacido en 1894 en la localidad pontevedresa de O Porriño y fallecido en Madrid en 1945. Entre su amplia nómina de trabajos destacan edificios emblemáticos que configuran la imagen del Madrid de nuestros días: el Palacio de Comunicaciones de Cibeles —actual ayuntamiento—, el Círculo de Bellas Artes, el Banco Español del Río de la Plata —en la actualidad, sede del Instituto Cervantes—... Como habrán observado los lectores más perspicaces, en 2024 se conmemora el 150 aniversario de su nacimiento. Una excusa perfecta para recorrer el centro histórico de la capital y disfrutar de la monumentalidad del trabajo de Palacios. Tan solo es necesario un par de horas y ganas de andar.
Palacio de Comunicaciones
Fue llegar y besar el santo. En 1904, tan solo cuatro años después de acabar sus estudios de arquitectura, Antonio Palacios y su socio, Joaquín Otamendi (1874-1960), ganaron el concurso para construir la nueva Casa de Correos en la plaza de Cibeles, un ambicioso proyecto que se encuadraba dentro de los esfuerzos de Alfonso XIII por europeizar la capital —la urbanización de la Gran Vía, por ejemplo, se inició en 1910—.
El 9 de septiembre de 1907 comenzaron las obras de la sede para la Sociedad de Correos y Telégrafos de España en un solar anteriormente ocupado por unos jardines cuya entrada costaba una peseta. Durante los meses de verano, estos jardines albergaban representaciones en un teatro al aire libre muy popular entre los madrileños. Doce años después, en 1919, se inauguró oficialmente el edificio. El estilo de Palacios bebe de muchas fuentes. En el caso del actual ayuntamiento de Madrid se pueden apreciar elementos del modernismo vienés, del neoplateresco e incluso del barroco salmantino.
Más allá del carácter eminentemente funcional de su diseño, resulta evidente la grandiosidad de la obra, que refuerza el componente simbólico del edificio. Con el telón de fondo de la diosa Cibeles, y a tiro de piedra de la Puerta de Alcalá, el Palacio de Comunicaciones sirve de bisagra entre el viejo Madrid —identificado con el trayecto de la calle Alcalá— y el nuevo Madrid —que nace con el Paseo de la Castellana—.
Como muchas de las mejores obras de Palacios, este edificio tiene un marcado elemento escenográfico. Este aspecto fue destacado, ni más ni menos, que por el revolucionario ruso Lev Trotski. En 1916, cuando las obras ya estaban muy avanzadas, Trotski pasó una breve y azarosa temporada en nuestro país buscando refugio tras ser expulsado de Francia, donde se había exiliado. Fruto de aquellos días, Trotski escribió Mis peripecias en España, un libro de viajes escrito a modo de diario en el que expresa su primera impresión al ver el Palacio de Comunicaciones: “La nueva Casa de Correos, con columnas, torreones y garitas. Domina aquí la arquitectura propia de los templos. Irónicamente llaman a la Casa de Correos Nuestra Señora de las Comunicaciones”. Este apodo al que se refiere Trotski alude, obviamente, a la magnificencia del edificio, asimilada a la grandiosidad de las catedrales. Puede considerarse incluso como una catedral laica, levantada en honor del nuevo dios tecnológico, identificado en este caso con la rapidez y la mejora de las comunicaciones.
Hoy, un siglo después de su inauguración, los visitantes emplean sus móviles —la deidad tecnológica de la actualidad— para realizar diariamente miles de selfies frente al edificio de Correos (como se le conoce coloquialmente). El paso del tiempo no ha hecho sino aumentar su magnetismo. Reconvertido en sede del ayuntamiento madrileño y centro cultural, los interesados pueden visitar además su impactante interior e incluso disfrutar de las vistas de la ciudad desde un concurrido mirador ubicado en la torre principal del edificio. No hay mejor forma de comenzar este recorrido por el Madrid de Antonio Palacios que por su obra más icónica.
Banco Español del Río de la Plata
Antes de seguir esta visita por el Madrid de Palacios, conviene tomarse un momento antes de alejarse de la plaza de Cibeles. En un edificio colindante a Correos, sito en la calle Alcalá 54, esquina con Alfonso XI, se encuentra uno de los mejores ejemplos de edificación de viviendas realizadas por el arquitecto. Construido entre 1908 y 1911, fue concebido como un edificio de viviendas de alquiler, oficinas y tiendas a pie de calle. Hoy, alberga oficinas y tres locales comerciales: un restaurante de postín, una farmacia y una sede bancaria. A pesar de pasar inadvertido por los atractivos de su abrumador entorno, bien merece ser reivindicado por sus propios valores.
Tras este breve interludio, hay que retomar la marcha hacia otra de las grandes obras de Palacios —realizada también junto a su socio Otamendi—: el Banco Español del Río de la Plata (1910-1918), actual sede del Instituto Cervantes. El visitante debe dejar atrás Correos y enfilar la calle Alcalá hacia Gran Vía por la acera derecha. Y, en menos de un minuto, se dará de bruces con el número 49, un imponente edificio conocido como “el edificio de las cariátides” por las columnas en forma de mujer de su fachada, elemento que denota el neoclasicismo de su estilo.
Conviene aprovechar las numerosas exposiciones que organiza el Instituto Cervantes —normalmente gratuitas— para descubrir su hall principal, donde aún se encuentran los mostradores originales del banco. Y aquellos interesados en las películas de atracos pueden sentirse como un delincuente cinematográfico en su impactante caja fuerte.
Aunque solo aceptan visitas en momentos puntuales del año, es posible descubrir los secretos de lo que se conoce como “La caja de las letras” gracias a un tour virtual en la web Cervantes.es. En su interior se encuentran 1.800 cajas en las que personalidades e instituciones relacionadas con el mundo de las letras han guardado objetos personales. El Premio Nobel sudafricano J. M. Coetzee (1940), por ejemplo, ha depositado un manuscrito inédito que solo podrá leerse una vez fallecido el autor de Desgracia y Verano.
Círculo de Bellas Artes
A tan solo 150 metros del Instituto Cervantes, cruzando de acera, aparece otro icono de la arquitectura madrileña: el Círculo de Bellas Artes (1919-1926), en la esquina de Alcalá con Marqués de Casa Riera. En la memoria del proyecto se establecieron unos objetivos que siguen guiando a este activo centro cultural: “La nueva Casa reunirá con su animada y compleja vida artística y social tal cantidad de atractivos que puede asegurarse no existirá en Madrid sociedad alguna de la que pueda ser más codiciado el alcanzar la cualidad de asociado”.
El Círculo de Bellas Artes es una entidad sin ánimo de lucro creada en 1880 y que ha ejercido de dinamizador cultural durante su casi siglo y medio de existencia. En la actualidad, el imponente edificio de Palacios alberga salas de exposiciones, cine, teatro, talleres artísticos, sala de billares, espacios para celebrar eventos, cafetería... y una popular azotea cuyo éxito se aprecia en las habituales colas de turistas que esperan para disfrutar de las vistas de su terraza. Situada a 56 metros de altura, ofrece una de las mejores panorámicas del centro de la ciudad. Además de las vistas, también es posible disfrutar de algo de comer, un cóctel o lo que se tercie en el espacio gastronómico de la azotea. Desde las alturas puede apreciarse con todo lujo de detalles la escultura en bronce de Minerva, de Juan Luis Vassallo, que corona el edificio. La diosa romana de la sabiduría y el arte es el emblema del Círculo desde su fundación.
Una pequeña recomendación antes de partir hacia nuestra siguiente parada: para contemplar en toda su dimensión el diseño del edificio de Palacios lo mejor es subir hasta la terraza del pequeño hotel The Principal (en la esquina de Gran Vía con Marqués de Valdeiglesias). Se trata, sin duda de uno de los secretos mejor guardados de Madrid. Y, de paso, disfrute de una visión inaudita de la cúpula del Fénix del edificio Metrópolis. No hay de qué.
Casa Palazuelo
Enfilamos ahora hacia la Puerta del Sol. En el número 31 de Alcalá nos topamos con una de las últimas obras de Palacios: el Banco Mercantil e Industrial (1935-1953), actual Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid. En su fachada destaca un amplio arco del triunfo, que parece desprenderse del edificio. Para descubrir su interior, es recomendable acudir a las exposiciones que organizan en la sala conocida como Alcalá 31.
Una vez en la Puerta del Sol hay que dirigirse a la esquina con la calle Mayor, lugar en el que se encuentra la tradicional pastelería La Mallorquina —si no ha probado sus napolitanas de chocolate, ¿a qué está esperando?—. Junto a ese local aparece un edificio en apariencia discreto, pero que oculta numerosas sorpresas en su interior. La Casa Comercial Palazuelo (1919-1921), sita en Mayor 4, fue uno de los primeros edificios de Madrid que combinaron tiendas, oficinas y despachos.
Fue declarado Bien de Interés Cultural, con carácter de Monumento, en 1997. En la actualidad, sigue desempeñando las mismas funciones con que se creó. Por tanto, visitarlo no es tan fácil como pudiera parecer a primera vista. La única forma de hacerlo es a través de alguna de las visitas guiadas que se hacen recurrentemente. Para reservar plaza, consulte la página web oficial: Casacomercialpalazuelo.com. Una vez superados estos escollos, podrá disfrutar del impactante hall y sus escaleras gemelas. El que avisa...
Templete del metro de la Gran Vía
Nuestra próxima parada es la Gran Vía. Subiendo por la calle Preciados llegaremos a la Plaza de Callao. Mire a su derecha. Verá el anodino edificio de un popular centro comercial español. Ahí, en el número 2 de la plaza, se encontró hasta los años sesenta el Hotel Florida (1922-1924), obra de Palacios que tiene un fuerte componente literario.
Durante la guerra civil española, la mayor parte de los corresponsales extranjeros se alojaron en sus habitaciones, convirtiendo el hotel en un epicentro de espías e informadores. Uno de esos huéspedes, Ernest Hemingway, escribió en 1938 sobre su experiencia en el Florida: “Todos los días nos bombardeaban con granadas desde más allá de Leganés y desde detrás de los pliegues del cerro de Garabitas, y mientras escribía la obra, el Hotel Florida, donde vivíamos y trabajábamos, fue alcanzado por más de 30 proyectiles altamente explosivos”.
Tras este breve periplo por el pasado, nos dejaremos llevar de nuevo por el bullicio de la Gran Vía. Tomando el trayecto que lleva hasta la Red de San Luis, por la acera de los números impares, el paseante se topará con la casa comercial Matesanz (1919-1923), en el número 27. Entre tanto edificio de relumbrón, esta obra de Palacios pasa un tanto inadvertida. Inmerecidamente.
Esta construcción comercial es una muestra más del eclecticismo arquitectónico de Palacios. Tomando como inspiración a la Escuela de Chicago, movimiento que introdujo los primeros rascacielos en Estados Unidos, el pontevedrés levantó este edificio de vocación exclusivamente comercial. En sus bajos se instalaron dos emblemáticos comercios de la historia madrileña: entre 1924 y 1932, el elegante café Spiedum, que ostentó el honorifico título de poseer la primera rôtisserie —asador giratorio— de la capital; y, en segundo lugar, entre 1934 y finales de los años 60, los Almacenes Quirós, semilla empresarial de lo que hoy en día es Cortefiel.
Avanzando la calle, a algo menos de 100 metros, se encuentra otro hito en la carrera de Palacios. El templete del metro de la Gran Vía, reconstruido en 2021, es réplica del diseñado originariamente por Palacios en 1919. La vinculación del arquitecto con el metropolitano de Madrid fue extensa y fructífera. De hecho, el popular diseño del logo del metro, en forma de rombo, fue obra suya. También diseñó las bocas de metro originales, así como sus interiores —que hoy pueden apreciarse al visitar la estación fantasma de Chamberí—. Además, fue el responsable de algunos edificios auxiliares de metro, como el que actualmente alberga la Nave de Motores de Pacífico, cuya visita puede realizarse con cita previa.
Tras esta parada existen dos opciones. La primera consiste en bajar la Gran Vía hasta la confluencia con Alcalá, cerrando el círculo de este recorrido por lo más granado de la arquitectura de Palacios. La segunda es ampliar la visita por otros puntos de Madrid, donde también se encuentran importantes obras del gallego; los talleres del ICAI, en Alberto Aguilera, 24; un edificio de viviendas en la plaza de Quevedo, 6; o incluso su modesta vivienda personal en la Colonia El Plantío. En uno u otro caso, lo importante es levantar la mirada y disfrutar de esta obras arquitectónicas que a veces obviamos, cegados por la inmediatez de nuestros problemas diarios.
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