El pueblo más pequeño de Zaragoza: 17 habitantes, infinitos encantos
Nos trasladamos hasta la comarca de Daroca para descubrir un coqueto pueblo que parece sacado de una postal.
Ponemos rumbo a la comarca de Daroca para visitar uno de esos pueblos que forman parte de la España Vaciada. En Zaragoza existen casi 300 municipios (294 si queremos hablar con exactitud) y en torno a unos 80 tienen menos de 100 habitantes. Y la mayoría siguen la misma tónica, ya que han vivido un éxodo a mitad del siglo pasado, cuando sus moradores se trasladaban a poblaciones más grandes para dejar el campo atrás y buscarse nuevas oportunidades laborales.
El pueblo más pequeño de Zaragoza cuenta este año con 17 personas empadronadas, una menos que el año pasado, pero sorprenderá al viajero por la infinidad de encantos que atesora dentro de su término municipal de poco más de 19 kilómetros cuadrados. Situado a unos 94 kilómetros de Zaragoza, se esconde en la comarca de Daroca a los pies del cerro de San Quílez en la denominada Sierra de Santa Cruz. ¿Nos acompañas a descubrirlo?
A unos 6 kilómetros de Daroca debemos tomar una carretera vecinal que nos lleva hasta Balconchán. Antes de poner un pie en el pueblo, y justo antes de su entrada, nos da la bienvenida el peirón de San Pascual Bailón. Dicho monolito, así como los que podemos contemplar tanto en el pueblo como en muchos otros municipios de las inmediaciones, constituyen todo un referente monumental en Aragón.
17 vecinos y un pueblo de postal
El cartel informativo que nos da la bienvenida al pueblo más pequeño de Zaragoza señala que estamos en el Campo de Daroca y que en Balconchán destacan como puntos de interés la iglesia de Nuestra Señora del Rosario y su retablo renacentista. Llama poderosamente la atención lo arreglado que está el pueblo y su buen estado de conservación. Lejos de caerse a cachos, como muchos otros pueblos de la España Vaciada, parece sacado de una postal en la que la calma, la tranquilidad y el sosiego se pueden acariciar con las yemas de los dedos.
Vamos a descubrir poco a poco los infinitos encantos que posee Balconchán, pero antes echamos un vistazo a los campos de cereal o frutales donde antaño había viñedos y centeno. El barranco del Concejo, con un riachuelo con apenas agua en su cauce, marca el límite con la zona más salvaje, con carrascales y pinares que crecen en las tierras menos productivas y se muestran, en la actualidad, completamente abandonadas.
Nos habíamos quedado en el cartel de entrada a Balconchán y lo primero que nos da la bienvenida es un coqueto parque con mesas, bancos y flores que dan la bienvenida al viajero. Las casas se distribuyen a lo largo de varias calles que no es difícil memorizar: calle de arriba, calle de Abajo o calle del Pozo, por ejemplo. Sorprende como un pueblo de menos de 20 vecinos cuente con unas casas tan arregladas, muchas de ellas de colores, dándole un aire de fantasía.
¿Qué ver en Balconchán?
También descubrimos lo que antaño fueran las antiguas escuelas, con la que fuera casa del maestro. Un parque infantil y un parque de mayores, con media docenas de aparatos para que los locales puedan ejercitarse, un merendero con barbacoa incorporada y un frontón en perfecto estado son algunas de las instalaciones que, a diario, se encuentran vacías, pero, durante el fin de semana, se llenan con aquellos que un día salieron de Balconchán pero vuelven a disfrutar de la calma cuando no toca trabajar.
Contemplamos el Ayuntamiento con sus banderas y, a poca distancia, el club social en el que los fiunos y fiunas se reúnen siempre que hay algo que celebrar. Y es momento de adelantar el carácter festivo de esta población que cuenta en su calendario con numerosas fiestas de las que os hablaremos un poco más tarde.
Una de las joyas de la corona del pueblo más pequeño de Zaragoza es la iglesia de la Virgen del Rosario. Por fuera, muy discreta. Tanto que parece algo insulsa. Ahora bien, en cuanto se cruza el umbral, el viajero se llevará una muy grata sorpresa. Este templo renacentista destaca por su colorido; el techo, de un azul celeste, es fantasía pura. Y las paredes, de un amarillo intenso, contrastan con el imponente retablo de madera tallada policromada con pinturas aragonesas del siglo XVI en las que aparece un retablo de Santo Toribio.
Salimos del templo para descubrir otros rincones con mucho encanto: el peirón en honor a Santo Toribio, una ermita situada en un cerro próximo con importantes pinturas murales del siglo XIV, el antiguo lavadero y la fuente antigua, con forma de abrevadero para que el ganado (Principalmente lanar) calmara su sed antaño. El viajero que necesite reponer líquidos puede también dirigirse a la fuente Nueva, con un agua fresca que cuenta con propiedades mineromedicinales. Y los vecinos cuentan que, además, es perfecta para cocer las legumbres.
Y llega, por fin, el momento de hablar de las festividades de Balconchán, un pueblo que, pese a ser el más pequeño de Zaragoza, siempre tiene algo que celebrar. Sus fiestas patronales se celebran el tercer domingo de mayo en honor a San Pascual Bailón e incluyen una procesión y romería. También se homenajea a la Virgen del Rosario y San Roque (el 15 y 16 de agosto respectivamente) y las hogueras de San Juan. Y eso no es todo: hay fiestas en honor a los mayores del pueblo en abril, en noviembre se celebra una castañada y, para dar la bienvenida al invierno, los vecinos se juntan en una popular garbanzada.
En definitiva, pese a tener solo 17 vecinos y ser el pueblo más pequeño de Zaragoza, Balconchán cuenta con infinidad de encantos que merecen ser descubiertos. Y, si el viajero planea una ruta por Aragón, antes de emprender el viaje, puede organizar su visita descubriendo otros lugares con encanto gracias a Así es Aragón, que ofrece toda la información y recomendaciones para disfrutar de esta maravillosa comunidad con los cinco sentidos.
Síguele la pista
Lo último