Belmonte, Uclés y Segóbriga, un viaje al Medievo más cinematográfico

El Castillo de Belmonte ha sido escenario de películas como 'El Cid' y acogerá el Campeonato Mundial de Combate Medieval.

Vista del castillo de Belmonte desde el Palacio del infante Don Juan Manuel Hotel & Spa

Vista del castillo de Belmonte desde el Palacio del infante Don Juan Manuel Hotel & Spa

/ Eduardo Grund

Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido, y sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido (…)!” Estos versos iniciales de la Oda a la vida retirada de Fray Luis de León, el poeta y teólogo agustino nacido en Belmonte en 1527, bien podrían encajar con su propia villa natal en cuanto a que aquí se puede disfrutar de una descansada vida lejos del mundanal ruido, como en su día hizo la mismísima emperatriz de Francia Eugenia de Montijo, o Juana la Beltraneja, aunque esta fue por otros motivos más mundanos...

No resulta nada extraño que Belmonte fuera designado como “el pueblo más bonito de Castilla-La Mancha” en 2016. Ni tampoco que al año siguiente fuera elegida la quinta maravilla rural de España por el portal Top Rural. No en vano, Bellomonte (su originario nombre medieval) puede presumir de ser una villa que fue declarada Conjunto Histórico Artístico en 1968. Y es que esta Villa de Interés Turístico cuenta además con dos Monumentos Nacionales: su imponente castillo en lo alto del cerro de San Cristóbal y su hermosa colegiata, “el Rey” y “la Reina” de Belmonte arquitectónica y artísticamente desde el Medievo.

Puerta de Chinchilla en Belmonte

Puerta de Chinchilla en Belmonte

/ Eduardo Grund

El castillo de El Cid

Además, inmediatamente viene a nuestra memoria cinéfila la imagen de la fortaleza en la película El Cid (Anthony Mann, 1961), interpretado por un apuesto Charlton Heston, siendo su amada doña Jimena encarnada por una bellísima Sophia Loren de ojos color avellana. La ladera en las faldas del castillo de Belmonte albergó el famoso duelo cinematográfico en el que Rodrigo Díaz de Vivar y don Martín de Aragón se disputaban en la ficción el castillo granadino de La Calahorra. Como curiosidades, los más ancianos del lugar aún recuerdan cómo un joven Félix Rodríguez de la Fuente fue contratado para instruir a Charlton Heston en el arte de la cetrería.

Colegiata de San Bartolomé en Belmonte

Colegiata de San Bartolomé en Belmonte

/ Eduardo Grund

Una escapada a Belmonte, en La Mancha alta conquense, es un auténtico viaje al Medievo de película. Y no solo por su contorno amurallado y por su magnífico castillo en estilo gótico-mudéjar, que supone la joya de la corona belmonteña, sino también por haber sido el escenario de rodaje de muchas producciones cinematográficas tanto nacionales, como Juana la Loca (Vicente Aranda, 2001) o El caballero Don Quijote (Manuel Gutiérrez Aragón, 2002), como internacionales, tales como la ya citada El Cid o Los señores del acero (Paul Verhoeven, 1985), rodada casi íntegramente aquí. Inclusive sirvió de inspiración en la versión en dibujos animados de El señor de los anillos (Ralph Bakshi, 1978) para la fortaleza de Helm. En Juana la Loca salía ya en la secuencia inicial, aunque el subtítulo indicara que era el palacio-cárcel de Tordesillas.

Pero empecemos por el principio. Fue en el siglo XIV cuando Bellomonte o Belmont, como en antiguos escritos se refería a esta población con apenas dos mil moradores actuales, empezó a gestar su brillo a raíz de que el rey Fernando III donara la villa a su hijo el infante Don Juan Manuel, autor de El Conde Lucanor y uno de los principales escritores de la prosa medieval, y este ordenara construir aquí su palacio en el año 1324, hoy convertido en un hotel & spa de cuatro estrellas que lleva su nombre: Palacio del Infante Don Juan Manuel, perteneciente a la Red de Hospederías de Castilla-La Mancha. 

Fachada principal del monasterio de Uclés

Fachada principal del monasterio de Uclés

/ Eduardo Grund

Sin embargo, el año más crucial para Belmonte fue 1398, cuando el monarca Enrique III donó la villa a Juan Fernández Pacheco en agradecimiento por su ayuda en la guerra contra Juan I de Portugal, convirtiéndose así en el primer Señor de Belmonte. Sería el nieto de este, Juan Pacheco (nacido en Belmonte en 1419), quien ha pasado a la historia de la villa por haber sido el mandatario de la construcción no solo de su imponente castillo, sino también de su impresionante Colegiata de San Bartolomé, a la que el Papa Pío II otorgó tratamiento catedralicio y que por sus dimensiones está considerada como la “catedral de La Mancha”. Y a fe que lo es por su arquitectura y todo el arte que contiene, siendo declarada Monumento Nacional en el año 1943. 

De Juana la Beltraneja a Eugenia de Montijo

El castillo de Belmonte ya había sido declarado Monumento Nacional de Interés Histórico Artístico en 1931, y está considerado como Bien de Interés Cultural (BIC). De estilo gótico-mudéjar, su planta tiene forma de estrella (única en su estilo), su construcción llevó casi 20 años (desde 1456 a 1472) y su interior es palaciego. En esta fortaleza estuvo custodiada Juana la Beltraneja, hija de Enrique IV y legítima heredera del trono de Castilla, protegida y reconocida como reina por don Diego López Pacheco, que tuvo que dar su brazo a torcer porque la corona de Castilla fue finalmente para su tía y madrina Isabel la Católica.

Niños de Belmonte jugando con espadas de madera durante la celebración de los combates medivales

Niños de Belmonte jugando con espadas de madera durante la celebración de los combates medivales

/ Eduardo Grund

En la primera planta del castillo se halla el denominado Salón de Embajadores, la estancia más importante desde el punto de vista artístico por su espléndido artesonado mudéjar con mocárabes comparables a los de la Alhambra de Granada o el palacio de la Aljafería de Zaragoza. Era habitual emplearla como sala de espera para emisarios o invitados, que así tenían la oportunidad de comprobar el poderío del señor del castillo viendo también un “bestiario medieval” esculpido en piedra que no tiene parangón en España. Según cuenta la leyenda, por la ventana orientada al norte fue por donde escapó Juana la Beltraneja cuando estuvo custodiada aquí por don Diego López Pacheco. 

La segunda planta del castillo está completamente dedicada a Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia como esposa de Napoleón III, y es una recreación completa de cómo vivió aquí durante su estancia, siendo su moradora más ilustre, tal y como se recuerda en las visitas teatralizadas que se ofrecen periódicamente a los viajeros con la recreación de su personaje. En ellas se cuenta que Su Majestad Imperial la emperatriz de los franceses (1853-1870) se acordó del castillo de Belmonte, una de las propiedades que le habían correspondido de la herencia de su padre. Y no dudó en rehabilitarlo con el fin de poder pasar en él temporadas de visita a España. Al parecer, Eugenia sufragó un millón y medio de reales de la época, una gran fortuna por aquel entonces. 

Interior del monasterio de Uclés

Interior del monasterio de Uclés

/ Eduardo Grund

La “catedral de La Mancha”

La otra visita imprescindible en Belmonte es la de la Colegiata de San Bartolomé. Además de por su gran tamaño, está considerada como la “catedral de La Mancha” por su arquitectura y por los tesoros artísticos que guarda en su interior y que hay que descubrir obligatoriamente. Entre ellos, la hiperrealista escultura de Cristo atado a la columna, obra barroca de 1752 que se atribuye al escultor imaginero Francisco Salzillo. 

Combates medievales en el castillo de Belmonte

Combates medievales en el castillo de Belmonte

/ Eduardo Grund

La joya de la corona es la sillería del coro historiado más antiguo de España, obra de los hermanos Egas Cueman y Hanequin de Bruselas. Fechada en 1452 y tallada en madera de nogal con escenas bíblicas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Se hizo para la catedral de Cuenca, pero en el siglo XVIII pasó a la colegiata de Belmonte previa compra. Se conserva también la artística pila bautismal en la que fue bautizado Fray Luis de León, que se halla junto a la entrada de la Puerta de los Perdones. 

El tercer lugar imprescindible que hay que visitar en Belmonte es la Casa Bellomonte, en el número 20 de la calle Lucas Parra. Se trata de una casa-museo donde se recrea cómo era y cómo transcurría la vida cotidiana a finales del siglo XV en una vivienda castellana de la burguesía, en la que antaño estuvo el Corral de Comedias. Según se entra en la casa, en la planta baja el visitante ya se da de bruces con una armería histórica, con réplicas de armas del siglo XV que funcionan realmente, como pudimos comprobar con un arco tensado lanzando una flecha sin punta… Como genuino pueblo manchego, a Belmonte no le faltan tampoco sus molinos de viento. En una colina cercana ha habido molinos de viento desde hace siglos, siendo el molino El Puntal el que mejor se conserva. Pero es que además El “Punt-al” resulta el “punto-ideal” para asistir a un mágico atardecer contemplando el skyline del castillo y la colegiata de Belmonte como telón de fondo desde uno de los molinos de La Mancha que Don Quijote confundiera con ¡gigantes!

Parque arqueológico de Segóbriga

Parque arqueológico de Segóbriga

/ Eduardo Grund

Pues bien, el colofón de una estancia en Belmonte después de contemplar el colorista crepúsculo desde la colina del molino El Puntal no puede ser otro que darse un baño en una piscina climatizada dentro de una cueva excavada en la roca. ¿Dónde? En El Bálsamo, un hotel boutique de cinco estrellas verdes así llamado también como guiño al bálsamo de Fierabrás, el ungüento de vino, aceite, sal y romero citado en El Quijote. 

Uclés, de Raquel Welch a Robert De Niro

Una road movie por Cuenca se puede completar visitando otros escenarios de cine cercanos, como el impresionante monasterio de Uclés (conocido como “El Escorial de La Mancha”), un cotizado set de rodaje. Convertido en cabeza de la Orden de Santiago en 1174 tras su reconquista por los cristianos, ahora son innumerables los filmes, series y hasta spots publicitarios que se han rodado entre sus muros. Entre las películas hay producciones internacionales como Los cuatro mosqueteros (Richard Lester, 1974), con Raquel Welch en el elenco. Y más recientemente, El puente de San Luis Rey (2004), protagonizada por Robert De Niro.  

Monasterio de Úcles

Monasterio de Úcles

/ Eduardo Grund

Entre las cintas españolas, en El rey pasmado (Imanol Uribe, 1991) el monasterio de Uclés aparece en diversas escenas de la película. Y tras el rodaje de Alatriste (Agustín Díaz Yanes, 2006) en los campos de los alrededores asemejando el paisaje de las Ardenas de Flandes, el actor Viggo Mortensen se quedó enamorado del pueblo.

Uclés y su monasterio han sido también escenarios en series como Águila Roja (2011) y El Ministerio del Tiempo (2015 y 2020) y, más recientemente, en La cocinera de Castamar (2021) y La monja guerrera (2021). Asimismo, se han grabado varios spots publicitarios, como el de Aquarius (2012) con el lema de “Pueblito Bueno”, que supuso un gran apoyo a los pueblos pequeños con la campaña “Apadrina un pueblo”. 

Segóbriga, la Pompeya española 

A 15 minutos en coche desde Uclés, el viaje en la máquina del tiempo nos lleva increíblemente al Imperio Romano. En concreto, al Parque Arqueológico de Segóbriga, una de las ciudades romanas mejor conservadas del occidente del Imperio Romano, en cuyo anfiteatro, teatro y hasta acueducto y termas se podría rodar un péplum si sus ruinas no estuvieran protegidas por ley. Y es que en Segóbriga hubo hasta un circo donde se celebraban carreras de carros tirados por caballos, como la de cuadrigas que se puede ver en Ben-Hur (1959), una de las secuencias más famosas de la historia del cine. 

Lo más sorprendente del descubrimiento de esta ciudad romana, en el término municipal de Saelices, es que su conservación resulta asombrosa al no contar con ninguna ciudad superpuesta. Es por ello que, salvando las distancias, se la podría considerar la Pompeya española, en versión austera. La explicación de su crecimiento fue el llamado lapis specularis, el espejuelo o yeso traslúcido abundante en las minas de la zona y muy codiciado en Roma como cristal de ventanas y ornamento para fiestas. El nombre de Segóbriga deriva de dos palabras: “sego”, que significa victoria, y “briga”, que significa ciudad-fortaleza.

Un final de ruta de cine por Cuenca, con una despedida inesperada por la visión de cientos de conejos saliendo de sus madrigueras al atardecer y corriendo a sus anchas por los campos de Segóbriga. Casi como si estuviera orquestado para recordarnos el topónimo latino de Hispania que los romanos dieron a la Península Ibérica como significado de “tierra abundante en conejos”. ¡Ave, Segóbriga! 

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