¿Cómo viven los habitantes de La Sagra? Ellos mismos nos lo cuentan
Paradigma del retorno a lo rural, esta comarca de la provincia de Toledo es un imán para jóvenes emprendedores. Su calidad de vida ha propiciado un crecimiento demográfico que contradice a la España que se vacía.

Es con el frescor de la mañana, bajo el pálido sol invernal, cuando Alberto Martín emprende el sendero de tierra, entre robles, encinas y alcornoques, camino del colmenar. El aire es limpio y el campo se abre infinito ante los ojos, mientras el viejo furgón sortea los baches y el móvil pierde la cobertura. “Esto es vida”, señala sonriente, “el silencio y la naturaleza”. Nada que ver con la vorágine de ruido, tráfico y llamadas telefónicas con la que, hace apenas tres años, iniciaba la jornada laboral.

Estamos en La Sagra, en la provincia de Toledo, a menos de una hora de Madrid. Una comarca que encarna el paradigma del retorno a lo rural, del viaje de vuelta a las raíces. Aquí la España que se vacía encuentra una contradicción: este discreto territorio no solo goza de crecimiento demográfico, sino también de oportunidades que permiten poner en valor el patrimonio más ancestral. Mientras la mayoría de los pueblos del país exhiben una triste pirámide censal con cada vez más ancianos y menos niños, más defunciones y menos nacimientos, los 31 municipios de esta región han crecido en la última década casi un 20%. Buena parte de este aumento se debe a los urbanitas saturados de la ciudad.

Es lo que le ocurrió a Alberto, que decidió “mandar a paseo” su agitada vida anterior. Fue poco antes de la pandemia cuando dejó su empresa de construcción en la capital para instalarse en Ugena, el pueblo de sus abuelos, y dedicarse a la elaboración de miel cien por cien ecológica. “Siempre he sido un amante de las abejas, con lo que me lancé a actualizar el mundo de la apicultura que necesitaba sangre fresca”, cuenta.

Es así como fundó Miel Castiza, con su socio Javier Jiménez, para ofrecer un producto de primera calidad, recogido de forma natural y sin adulterar como hacen las empresas industrializadas. Una miel que extraen de unas 120 colmenas y que comenzó vendiéndose en los pueblos de La Sagra y hoy se exporta a varios puntos de Alemania. “La suerte de emprender aquí es que todo resulta más fácil y más barato”, explica Alberto, buscando la aceptación de su mujer, Silvia Martín, que también tuvo que reinventarse.

De trabajar como psicóloga en un colegio privado de Madrid a convertirse en una artista de la cerámica, con la que trabaja desde un taller instalado en el jardín de su casa, al que ha dado el nombre de Agua y Arena. “Me enamoré de este material y hoy no solo tengo mi propia línea de productos, sino que también trabajo para diseñadores y marcas de interiorismo, que me hacen sus propuestas en 3D”, relata. Entre ellos, Marre Moerel o Manuel Sánchez-Algora.

Es esta facilidad para ganarse la vida, unida a los bajos precios de la vivienda y rematada con la cercanía (para quien tenga cierta nostalgia) a los grandes núcleos urbanos, lo que ha hecho que La Sagra sea también una oportunidad para quienes llegan desde más lejos. Es el caso de la familia Corbel, que ha dejado su adorada Jaén para establecerse en esta comarca, donde no sospechaban que encontrarían tantas similitudes. Aquí han puesto en marcha un proyecto que traen desde su tierra de origen: la elaboración de un exquisito aceite de oliva, en una finca perteneciente al término de Recas, entre la vega del Guadarrama y las ruinas del Castillo de Canales.

Enoturismo y autenticidad
“Hay un clima parecido y un suelo extraordinario que permite que cultivemos distintas variedades. Entre nuestros 40.000 olivos tenemos arbequina y picual, pero también cornicabra y frantoio”, señala Tino Corral, ingeniero agrónomo y gerente de esta empresa completamente familiar. Le acompañan sus hermanas, Ana y Almudena, para explicar que su aventura apenas ha dado el primer paso. “Estamos proyectando un edificio para ofrecer actividades de enoturismo: visitas a las instalaciones, catas de aceite y una pequeña tienda donde adquirir todos nuestros productos”, cuentan, mientras señalan las obras de un local que pretende erguirse como un faro en un océano de olivos.

Todas estas historias dan cuenta de por qué esta región se ha convertido en un imán demográfico. En estos tiempos en los que, desde la urgencia urbana, se vuelve la mirada al campo, La Sagra es ese lugar al que acudir cuando el ritmo frenético de la vida obliga a tirar del freno. Aquí la autenticidad es el mayor reclamo. A diferencia de otros pueblos dormitorio, construidos de manera artificial, el encanto de los sagreños pasa por su aspecto rural deliberadamente intacto, por su afán por mantener los usos y costumbres. Lo saben muy bien quienes siempre han estado aquí, en su tierra, donde han desarrollado proyectos tan bonitos como el de Finca Loranque, en Bargas.
En este rincón apartado del mundanal ruido, una familia ha recuperado una de las bodegas más antiguas de Castilla-La Mancha, declarada Bien de Interés Cultural. A muchos les sonará puesto que es la bodega de Antonio Alcántara (Imanol Arias) en la eterna serie Cuéntame cómo pasó. Una joya del siglo XVIII donde no solo se elaboran caldos con sello personal (solo crianza y reserva), sino que además se brindan actividades únicas en torno al vino. “Antes de 2020 recibíamos hasta 7.000 visitas anuales para vivir experiencias como la de Enólogo por un día, en la que varios equipos compiten por el coupage perfecto”, señala Lorenzo Giner, director de comunicación.

Sin embargo, ningún éxito ha sido tan rotundo como el de la cerveza que lleva el nombre de la propia comarca. Así lo quiso su fundador, Carlos García, que decidió crear la primera fábrica de la zona dedicada a la bebida rubia. Hoy La Sagra, que tiene sus instalaciones en un polígono cercano a Yuncos, es una marca universal que está en el top cinco de la cerveza más vendida de Amazon y que llegó a alcanzar el pódium hace apenas unos años. “Tuvimos un punto de inflexión cuando la prestigiosa compañía Molson Coors compró parte de la empresa, lo cual nos dio más fuerza comercial”, cuenta García.
Y los datos lo confirman con creces: la empresa, que es todo un referente de la cerveza artesanal prémium, produce más de 24.000 hectolitros, recibe premios internacionales y, en apenas una década, ha pasado de facturar 150.000 euros a la friolera de diez millones. Si La Sagra es un buen lugar para vivir, también lo es para ser visitado. Un recorrido por este territorio regala imágenes tan sugerentes como la del castillo de Puñoenrostro de Seseña, la iglesia parroquial de Illescas (a cuya torre mudéjar se la conoce como La Giralda toledana) o el Santuario de Nuestra Señora de la Caridad, también en Illescas, donde descansan varias obras de El Greco. Pero hay dos lugares que nadie debería perderse en una ruta por una comarca que es Castilla en estado puro. Se trata del parque arqueológico de Carranque, en el que se puede admirar una villa romana del siglo IV, y de la Casa Museo de Cervantes, en Esquivias, declarada Monumento Histórico Artístico.

Muchos no saben que fue en esta última vivienda, restaurada en 1994, donde el gran genio de las letras hispanas escribió buena parte de Don Quijote de la Mancha. Tampoco que en este pueblo de La Sagra, cuyas calles rinden un homenaje a la obra cervantina (Alonso Quijano, Persiles y Sigismunda, La ilustre fregona…), conoció a su esposa, Catalina de Salazar y se inspiró para los personajes que aparecen en sus páginas. Como recuerda Susana García, responsable de este centro que ofrece visitas guiadas, “aquí Miguel de Cervantes descubrió que existían hombres que eran considerados raros, locos y excéntricos solamente porque leían novelas de caballerías”.
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