En el valle de los caballos salvajes: Mongolia nómada
Ya no hay sitios inexplorados en el mundo, ningún rincón del mapa cuelga ya el cartel de “aquí hay dragones”.
Mongolia tiene una representación muy clara en nuestro ideario: Gengis Kan a lomos de un caballo abatiendo enemigos y conquistando medio mundo. Como curiosidad: la muerte del icónico guerrero fue por unas heridas provocadas al caer de su caballo. El jinete más bravo también encontró, en su misma pasión, su desenlace fatal. El imperio mongol fue más grande, en extensión, que el imperio romano. De su legado, sin embargo, no sabemos tanto. Para descubrir Mongolia, un país de tradición nómada y guerrera, no hay nada mejor que ir hasta sus lugares recónditos, donde la tierra aún es salvaje, donde poder montar un caballo y descubrir algunos atardeceres.
El valle de los caballos salvajes
El Parque Nacional de Hustai (que en mongol significa “montañas de abedul”) está a solo una hora de la capital, Ulan Bator. En este parque encontramos valles donde los caballos salvajes nunca han conocido doma. Son descendientes directos de los primeros equinos. En este parque se puede alquilar un coche para recorrer las onduladas lomas del valle, o se puede ir en un coche con guía que nos llevará hacia las manadas de caballos que corren libres, salvajes y veloces como si buscaran un papel en la próxima entrega de Spirit: el corcel indomable.
Además de caballos, es fácil encontrar ciervos, gacelas, corzos, jabalís, ovejas de las nieves, marmotas. Menos probable: lobos, linces, zorros y tejones. También hay múltiples aves: águila real, quebrantahuesos, avutarda común, cisne cantor o mochuelo. Súmale peces, anfibios, insectos y el parque tiene más vida silvestre de la que podíamos imaginar.
Geografía y clima
La región es semiárida, el clima frío, estepario, como el lobo de Herman Hesse. Los inviernos son duros y los veranos frescos: puede hacer calor por el día y mucho frío por la noche, también es frecuente que haya días de fuertes vientos y tormentas. El clima, digamos, es severo.
Si te atreves a salir del circuito turístico habitual, prepara un buen abrigo, unas buenas pieles, botas, calcetines, y toda la pulsión de aventura que puedas, porque Mongolia requiere de ojos y mirada de viajero, de gaviero, de marino, de nómada. Ya no hay sitios inexplorados en el mundo, ningún rincón del mapa cuelga ya el cartel de “aquí hay dragones”. Sin embargo, todavía quedan viajes que pueden sacarnos de nosotros mismos, viajes a lugares tanto más desconocidos. Mongolia, tierra de nómadas.
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